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Qué pasa cuando sales del armario a los 70 años: “Por primera vez en mi vida no tengo miedo”

Juan Pablo y su pareja frente al cartel de la campaña "Nuestro Mayor Orgullo" que protagoniza.

Marta Borraz

Hoy Juan Pablo posa sonriente junto a su pareja frente a un cartel que le devuelve su imagen bajo la frase “Quienes se mantuvieron firmes”. Es uno de los rostros de la campaña del Ayuntamiento de Madrid “Nuestro Mayor Orgullo”, que pretende homenajear a las personas mayores y reconocer el duro camino que han tenido que atravesar para llegar hasta aquí. A sus 72 años, Juan Pablo es visible en cientos de rótulos desplegados por toda la ciudad e incluso en las pantallas gigantes que coronan la madrileña plaza de Callao, pero solo hace dos que se muestra al mundo tal y como es.

La salida del armario más allá de los 50 no es fácil. Lo saben bien personas como él, madrileño nacido en 1946, en plena dictadura franquista. La dura represión que sufrieron los homosexuales y transexuales en aquella época se plasmó en ley en 1954, cuando Juan Pablo no tenía ni diez años, y convirtió en delito la homosexualidad considerándola un peligro público. “Había un armario muy muy fuerte. ¡Es que era un delito! Nunca sentí culpa, pero sabía que no era correcto ni ético, que no se podían hacer ciertas cosas”, explica Juan Pablo.

En este contexto de persecución y falta de libertad, muchas personas fueron duramente reprimidas y otras vivieron en el silencio durante décadas, entre el miedo, la discreción y el disimulo. Esto provocó una enorme homofobia interiorizada e hizo a muchos alargar durante décadas su invisibilidad. “Nadie de mi familia preguntaba, pero lo intuían. Me fui a vivir con mis parejas y, lo típico, éramos 'compañeros de piso'. Nunca se habló”. Como muchas personas LGTBI, Juan Pablo acabó alejándose de sus familiares poco a poco por esta misma razón hasta llegar incluso a perder el contacto durante años.

Aunque más tarde lo retomó con su madre y con sus hermanos, la relación con la familia siempre ha estado lastrada por el tabú de su orientación sexual. “Por la vía de los hechos ha mejorado y mi pareja viene a las reuniones familiares. Todo el mundo lo sabe, aunque ahí hay una conversación pendiente”, dice. Pero el cambio más importante para Juan Pablo es el que dio hace dos años, a los 70, cuando decidió mostrarse abiertamente gay ante todo el mundo –en el vecindario, en el gimnasio, ejemplifica– hasta acabar en los carteles de la campaña municipal para este Orgullo 2019. “Sentía que no tenía la libertad de ser yo mismo. La heterosexualidad se muestra constantemente, y yo no podía, así que me dije '¿Por qué tengo que esconderme?'”.

Cómo reacciona el entorno

Pedro Antonio Beguería coordina el grupo de mayores de COGAM al que pertenece Juan Pablo y asegura que en su juventud “no salía del armario ni loco, lo vivíamos de la forma más discreta posible”. Aunque su familia siempre lo supo, recuerda el momento en que manifestó su orientación sexual en el trabajo, donde nunca había hablado de ello hasta que se casó con su novio, cuando tenía 57 años. Era 2006 y el Congreso acababa de dar luz verde al matrimonio igualitario. “Claro, tuve que decírselo a mi jefa. Me preguntó '¿Cómo se llama ella?' Y yo le dije: 'Eusebio'”, recuerda entre risas. “No pestañeó, se quedó planchada, pero era muy abierta. Nos casó Pedro Zerolo y fue un inmenso honor”.

Las reacciones en el entorno cuando una persona mayor sale del armario son muy variadas. Así lo atestiguan en la Fundación 26 de Diciembre, que trabaja con personas mayores LGTBI: “No es nada fácil para ellos. En general cuando toman la decisión de hacerse visibles suele haber una buena aceptación, a veces con un proceso largo de por medio, aunque hay de todo”, señala Juanjo Argüello, psicólogo de la organización. No obstante, tanto desde la Fundación 26 de Diciembre como desde COGAM explican que todavía una gran cantidad de personas LGTBI de más de 50 años sigue en el armario, al menos en algunos ámbitos.

“De hecho, la mayoría se quedan ahí. No llegan a transmitírselo a su familia o a su entorno más íntimo, aunque sí acuden a eventos LGTBI, bares o a asociaciones”, prosigue el psicólogo. Entre las personas que sí se hacen visibles, algunas acaban con relaciones familiares muy deterioradas y para otras nunca vuelve a ser lo mismo e incluso llegan a ser rechazadas por su entorno más íntimo y directo, que puede llegar a dejar de hablarles o tener contacto con ellas.

El caso de Lorenza es justo el contrario. Ella se casó con un hombre con el que llevaba desde los 15 años y tuvo dos hijos: “Entonces no piensas que hay otra vida posible. Te educaban para ser sumisa y buena esposa”. Tras divorciarse de su marido por otros motivos, esta mujer de 73 años que vive en Fuerteventura se enamoró de otra mujer. “Me quité el velo de delante de los ojos. Supongo que era algo que no sabía o no quería ver”. La reacción de sus dos hijos fue “estupenda” y con su nieto de 18 años lo habla con naturalidad. De hecho, su pareja es parte de su familia.

Lo que hay fuera del armario

No solo las reacciones son variadas, también lo son las propias experiencias de los mayores LGTBI respecto a la orientación sexual. Algunas, como Lorenza, fueron conscientes de su identidad con una edad avanzada, en parte por la escasa libertad del momento; otras lo fueron desde siempre y vivieron acorde a ella; y otras formaron familias y se casaron con personas de distinto sexo conforme a lo que marcaba la férrea norma social. Es el caso de Leopold, que contrajo matrimonio con una mujer con la que estuvo hasta que no pudo más. “Me sentía culpable por engañar y por ocultarme. No fui valiente y tenía muchísimo miedo”, explica.

Leopold tiene ahora 73 años, pero lleva fuera del armario 13. “Mis dos hijos siempre me han apoyado, supongo que no fue una sorpresa para ellos. Con mis hermanos ha sido una evolución lenta”. Tras este duro proceso, Leopold, que ha formado parte de varios colectivos en defensa de los derechos LGTBI de Barcelona, reconoce ahora sentirse liberado, la sensación más habitual entre las personas que llevan décadas ocultando su orientación sexual. “El armario, para la ropa y las perchas”, exclama entre risas Lorenza. “Yo ahora vivo. Con mayúsculas y en letras grandes”, dice.

La satisfacción de vivir y mostrarse tal y como son es la percepción inequívoca de todas las personas consultadas para este reportaje, que en muchos casos han dejado atrás décadas de angustia y ocultamiento. “Tengo una tranquilidad que nunca he tenido. Ahora estoy comportándome de forma honesta conmigo mismo. Por primera vez en mi vida no tengo miedo... miedo a que me insulten o me desprecien”, señala Juan Pablo, que agradece a todas las personas de su generación y anteriores “el valor” que tuvieron al “superar el temor y ser valientes” para “iniciar la lucha”.

Ser espejo para otros es también su objetivo y, a los 72 años, asegura haberse visibilizado como gay para todas aquellas personas que no pueden o saben hacerlo. “¿Por qué he salido del armario? Por respetar mi propia autoestima y mi dignidad. Pero también hay una segunda razón muy importante: por intentar ayudar de alguna manera a hombres y mujeres que estén sufriendo, que estén en su duda interior, que se hayan sentido machacados o se repriman... En definitiva, que sigan teniendo miedo” .

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