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Cuatro incógnitas sobre la viruela del mono que demuestran que es una enfermedad desatendida

Imagen coloreada de partículas del virus de la viruela símica captadas con un microscopio electrónico de transmisión.

Sergio Ferrer

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Cuando la Covid-19 se convirtió en pandemia la humanidad solo había conocido la existencia del SARS-CoV-2 durante unos pocos meses, por lo que las incertidumbres superaron a las certezas durante meses. La viruela de los monos no se parece en nada al coronavirus, pero sí presenta una curiosa paradoja: pese a que el primer caso en seres humanos tuvo lugar en los años 70, sabemos mucho menos de lo que hoy —con más de 1.200 casos detectados en 28 países no endémicos— nos gustaría.

“Un viejo enemigo desatendido”, titulaba un editorial reciente publicado en la revista The Lancet Infectious Diseases. En términos similares se expresaba el virólogo de la Escuela Icahn de Medicina en Monte Sinaí (Estados Unidos) Gustavo Palacios en una entrevista publicada en elDiario.es. En ella se lamentaba de lo poco que sabíamos de la enfermedad y de “cuán solos dejamos a los países que tienen estos problemas cuando no los tenemos en el primer mundo”.

Por eso la OMS tuvo una reunión a principios de este mes con el objetivo de abordar los agujeros que existen en el conocimiento de la viruela símica e intentar rellenarlos. Su director general, Tedros Adhanom Ghebreyesus, advirtió esta semana de que la posibilidad de que este virus se estableciera en países no endémicos era “real”, aunque todavía prevenible. 

El final de esta historia todavía queda lejos, pero el último informe publicado por la Agencia de Seguridad Sanitaria de Reino Unido deja lugar para el optimismo. Con más de 300 casos confirmados, se trata del país más afectado fuera de África y el primero que dio la voz de alarma. Sin embargo, el documento muestra que el número de detecciones en Inglaterra no ha dejado de caer desde finales de mayo.

Este optimismo queda limitado a los países capaces de vacunar a los afectados y sus contactos, y de rastrear los casos para intentar controlar la expansión de la enfermedad y que las palabras de Adhanom no se cumplan. En el otro lado del ring se encuentran las muchas incógnitas que dificultan prever el futuro de unos brotes que ya son los más grandes observados fuera de África en toda la historia.

No sabemos bien la efectividad de las vacunas

Desde el inicio de los brotes se ha repetido que la vacuna de la viruela humana —hoy erradicada— muestra una alta efectividad frente a la viruela de los monos, dada la similitud entre ambos virus, de hasta un 85%. Algunos investigadores, sin embargo, temen que esta sea una “estadística zombi”, una cifra que se repite descontextualizada sin ser del todo cierta.

El origen de ese 85% está en un estudio observacional realizado en la República Democrática del Congo en los años 80. El hecho de que no fuera un ensayo clínico, se basara en el rastreo de unos pocos cientos de contactos y que hayan pasado décadas desde su publicación invitan a la cautela a la hora de tomar ese porcentaje como algo inmutable

La bioestadística de la Universidad Emory (EEUU) Natalie Dean explica a elDiario.es que eso no significa que las vacunas no funcionen, sino que no podemos saber su efectividad exacta. “Tenemos buenos datos inmunológicos de lo bien que funcionan contra la viruela del mono y que han permitido su aprobación, pero las evidencias en el mundo real son más finas”, asegura.

Dean aclara que, aunque podemos estar seguros del beneficio de las vacunas, “el nivel real de efectividad podría ser diferente, más alto o bajo, que ese 85% que se cita a menudo”. Por eso defiende la evaluación de estos fármacos: “Esa información ayudará a guiar su uso y mostrará el perfil de riesgo-beneficio que permita guiar a decisores políticos e individuos”.

No sabemos si habrá vacunas para todos

Bavarian Nordic es una empresa danesa hasta hace poco desconocida para el gran público. Hoy ha saltado a los medios por ser la productora de la única vacuna aprobada hoy contra la viruela de los monos, Jynneos.

Como sucede con los pocos antivirales desarrollados contra la viruela, la enorme demanda ha hecho que países como Estados Unidos se cuestionen si lograrán cantidades suficientes para tratar a los enfermos y vacunar en anillo a sus contactos. De forma similar, España anunció que de momento solo vacunaría a los infectados con riesgo de enfermar gravemente.

A pesar de esto, la farmacéutica experta en acceso a medicamentos Belén Tarrafeta es optimista, sobre todo después de haber visto la capacidad de producción alcanzada con las vacunas de la Covid-19. “[Bavarian Nordic] asegura que puede fabricar hasta 48 millones de dosis anuales, y si puede producir en tres meses el primer millón eso serviría para cubrir las necesidades de 50.000 infectados y un círculo de 19 contactos estrechos”, estima.

Tarrafeta pone como ejemplo el caso de Reino Unido, que desde mayo ha administrado unas 1.000 dosis, lo que supone unas 5 por cada caso. Por ese motivo, y aunque todo dependerá de cómo se desarrollen los brotes, no considera que haya motivo de alarma: “No hay grandes reservas de vacunas de última generación, pero el fabricante dice que es capaz de satisfacer la demanda en un plazo de tiempo razonable”.

A todo esto hay que sumar las reservas de las vacunas originales contra la viruela humana, que se calculan en cientos de millones en todo el mundo. Sin embargo, sus mayores efectos secundarios hacen que el balance entre riesgos y beneficios no esté claro contra un virus mucho menos peligroso. “Usar estas vacunas está fuera de todo debate”, aseguraba el virólogo de la Universidad de Múnich (Alemania) Gerd Sutter en un artículo periodístico publicado en Science.

Todo esto solo se aplica a los países con acceso a vacunas y medicamentos. “Cuando decimos que la vacunación contra la viruela del mono ha empezado en serio es importante mencionar dónde”, criticaba la viróloga Boghuma Kabisen Titanji. “No en los países africanos con brotes en curso, que han registrado 1.400 casos y 66 muertes solo este año”.

No sabemos la letalidad fuera de África

La OMS asegura que la letalidad por caso de la viruela del mono ha estado entre el 3 y el 6% en los últimos brotes, aunque cita cifras históricas de entre el 0 y el 11%. En el brote actual, 66 personas han fallecido en países africanos frente a las 0 muertes observadas hasta la fecha fuera del continente.

Aunque los brotes fuera de África todavía no han terminado, la explicación puede ir desde la edad de los afectados —los niños más pequeños son más vulnerables— hasta las diferencias en los sistemas de salud y el estado de salud de cada población.

No sabemos el reservorio, ni si hace falta

El virólogo de la Escuela Icahn de Medicina en Monte Sinaí (Estados Unidos) Gustavo Palacios explicaba en su entrevista que, aunque no había ninguna evidencia de que el virus circulara en roedores de fuera de África, tampoco se podía asegurar lo contrario. “Si hubiera un sistema de vigilancia podría decirte que no circula en los animales de la zona, pero no lo sabemos porque no hay apoyo para hacerlo ni tampoco para buscarlo en la zona endémica”.

Encontrar el origen y los reservorios de virus animales como este no es fácil, y así lo ha demostrado el SARS-CoV-2 hasta la fecha. En el caso de la viruela del mono, ni siquiera se sabe bien dónde está el virus cuando no está infectando a seres humanos. Roedores como ardillas y ratas son considerados los principales reservorios, pero esto no significa que no pueda haber más.

Contestar a esta pregunta permitiría averiguar si logrará controlarse el virus o si este se establecerá en otros países. La viruela humana fue erradicada porque no contaba con reservorios animales, pero resulta casi imposible acabar con un virus que infecta a otros seres vivos. Una vez más, un pequeño microorganismo nos ha recordado que todos compartimos el mismo planeta y, en consecuencia, nuestra salud también es un asunto global.

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