Día Mundial Sin Alcohol: ¿qué es el mosto y por qué triunfa tanto en Andalucía?

Consumo participa en una campaña nacional de inspección del etiquetado e información de la composición de vinos y mostos

Adrián Roque

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Cada 16 de noviembre se celebra el Día Mundial Sin Alcohol, una jornada que invita a reflexionar sobre el consumo responsable, pero también a descubrir alternativas que conservan el sabor y la tradición sin necesidad de graduación etílica. Y si hay una bebida que encarna esa idea en el sur de España, esa es el mosto, uno de los grandes tesoros líquidos de Andalucía.

El mosto no es un invento moderno ni una moda pasajera: es, en realidad, la forma más pura y joven del vino. En términos técnicos, se trata del jugo de la uva recién fermentado, ese primer paso natural que transforma el azúcar en alcohol antes de madurar en bodega. En otras palabras, es el vino del año antes de que se convierta en lo que será.

El “vino niño” que marca el inicio del invierno

En zonas vitivinícolas como Jerez, Montilla o el Aljarafe sevillano, el mosto es más que una bebida: es un ritual de temporada. Su llegada coincide con el mes de noviembre y con los primeros fríos. Lo anuncian los refranes —“Por San Andrés, el mosto vino es”— y lo celebran los bares de campo que abren sus puertas bajo un simple cartel escrito a mano: “Hay mosto nuevo”.

El proceso de elaboración comienza tras la vendimia, cuando las uvas, normalmente palomino fino o pedro ximénez, se prensan para extraer el jugo que fermentará lentamente durante varias semanas. Esa fermentación natural alcanza entre 11 y 12 grados, aunque su sabor es mucho más fresco y ligero que el de un vino hecho y derecho. Los expertos lo llaman “vino niño”, un término cariñoso que refleja su juventud y su carácter efímero: el mosto se bebe en los meses siguientes a la vendimia y no se embotella para guardar.

A la vista, es de un tono verde pajizo y ligeramente turbio, con aromas primarios que recuerdan a la uva recién cortada, a la tierra de albariza y a la brisa marina de las campiñas gaditanas. En boca, tiene una textura viva y una acidez brillante, perfecta para acompañar la cocina más popular del sur.

Las “ventas del mosto”: tabernas con alma rural

En Andalucía, beber mosto no se hace en cualquier sitio, sino en lugares con historia y raíces. Son las llamadas ventas del mosto o, simplemente, “los mostos”: casas rurales, bodegas familiares o bares improvisados en la campiña que abren solo durante la temporada. Allí, los viticultores ofrecen su propio mosto junto a platos sencillos que saben a campo: sopas de tomate, ajos calientes, chacinas, aceitunas partidas o rábanos recién cortados.

La bebida se sirve fresca, a unos 9 o 10 grados, en vasos cortos o jarras sin etiqueta. No hay pretensión, solo autenticidad. Es una experiencia que mezcla lo gastronómico con lo social: las familias, los amigos y los curiosos se reúnen a probar el mosto nuevo, a comparar sabores y a celebrar que la tierra vuelve a dar fruto.

De hecho, en ciudades como Jerez, Trebujena o Sanlúcar, la apertura de la temporada del mosto es casi una fiesta popular. Cada productor presume del suyo y los visitantes recorren distintas ventas como quien hace una ruta del vino, pero sin vino envejecido, sin catas técnicas y sin prisa.

Una bebida con historia y sin prejuicios

La gran paradoja del mosto es que, siendo técnicamente un vino en ciernes, se asocia con el consumo sin alcohol o de baja graduación. Su frescura, su sabor a uva y su carácter artesanal lo han convertido en una alternativa saludable para quienes quieren disfrutar de la cultura del vino sin pasarse con la copa.

En parte, su éxito se debe a esa dualidad: tiene toda la mística del vino, pero conserva la pureza del zumo. En tiempos de mocktails, cervezas 0,0 y kombuchas, el mosto es la versión más honesta de todas. No busca imitar nada: es lo que siempre ha sido.

El secreto de su éxito en Andalucía

Y así se responde la pregunta: el mosto triunfa en Andalucía porque une tres cosas que aquí son sagradas: la tradición, la comunidad y el sabor. Representa el ciclo de la tierra, el trabajo del viticultor y el espíritu festivo del sur. Es una bebida que se comparte, que se bebe al aire libre, que huele a campo y que sabe a cosecha recién hecha.

Cuando en otras partes se brinda con vino o cerveza, en las ventas andaluzas se levanta el vaso de mosto: turbio, fresco y vivo. Es el modo más puro de celebrar la vida sin perder la esencia.

En definitiva, el mosto no solo es una bebida; es una costumbre que resume el alma andaluza: sencilla, sincera y profundamente ligada a la tierra.

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