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La madera ha vuelto y ahora quiere reemplazar al hormigón en los rascacielos del siglo XXI

El Burj Khalifa, en Dubai.

Héctor Farrés

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Nueva York levantó el Empire State Building con acero y hormigón armado en menos de quince meses. Aquel edificio, terminado en 1931, no solo fue un logro técnico, también marcó el inicio de una carrera vertical que continúa hoy.

Desde entonces, los materiales utilizados para construir rascacielos han evolucionado, pero mantienen un punto en común: su capacidad para soportar grandes cargas, resistir condiciones extremas y permitir estructuras cada vez más altas. Sin ellos, edificios como el Burj Khalifa, la Torre Willis o las Torres Petronas serían directamente inviables.

Un material de madera transformada se abre paso en la arquitectura de gran altura

En ese contexto de dominio absoluto del acero y el hormigón, una propuesta mucho más reciente está ganando peso entre arquitectos e ingenieros que buscan reducir el impacto ambiental sin renunciar a la altura. El avance de la madera laminada cruzada, conocida como CLT por sus siglas en inglés, ha abierto la puerta a una nueva manera de concebir la arquitectura de gran altura.

Ubicada en Wisconsin, esta construcción de 87 metros combina un núcleo de hormigón con una estructura casi íntegra en madera laminada cruzada

Este material se fabrica uniendo varias capas de madera en direcciones alternas, lo que le otorga una gran resistencia estructural y estabilidad. A diferencia de la madera tradicional, permite crear paneles de gran formato capaces de sustituir a muros y forjados completos, con un peso mucho menor que el acero o el hormigón.

Uno de los ejemplos más visibles es la torre Ascent, en Wisconsin, que alcanza 87 metros de altura con un núcleo de hormigón y el resto de la estructura íntegramente en CLT. También destaca el Mjøstårnet en Noruega, con 85,4 metros y un diseño que aprovecha las propiedades de este material para soportar cargas verticales de manera eficaz. Estas construcciones demuestran que la madera puede alcanzar cotas que antes solo se atribuían al acero.

Un estudio internacional prevé que su uso masivo impulse la expansión de los bosques

El trabajo dirigido por Kai Lan, de la Universidad Estatal de Carolina del Norte, evaluó las consecuencias globales de adoptar masivamente este material en la construcción. Para ello, el equipo combinó un análisis de ciclo de vida, que calcula el impacto ambiental de un producto desde su origen hasta su final, con un modelo económico que proyecta la respuesta del mercado de la madera ante un aumento sostenido de la demanda.

Los resultados, publicados en Nature Communications, indican que un uso intensivo de CLT podría aumentar la superficie forestal mundial en varias decenas de millones de hectáreas para finales de siglo. Según el estudio, este crecimiento se produciría porque el incremento de precios incentivaría a los propietarios de tierras a plantar más bosques y a gestionarlos con mayor eficacia.

El Mjøstårnet noruego confirma que la madera puede rivalizar con el acero en resistencia

La proyección más optimista apunta a una expansión de entre 30,7 y 36,5 millones de hectáreas, una superficie comparable a la de países enteros como Alemania. Este cambio, además, reforzaría la capacidad de absorción de carbono, ya que los bosques en crecimiento y las propias estructuras de madera almacenan grandes cantidades de este gas.

El estudio también destaca un efecto indirecto de gran alcance. La investigadora principal explicó que “cuando se incrementa el uso de CLT, disminuye la demanda de materiales de construcción tradicionales. Al emplear menos de esos materiales, se emiten menos gases de efecto invernadero durante su fabricación”. Esto supone que el beneficio climático no solo procede de la madera, sino también de las emisiones evitadas.

La rapidez de montaje y el reciclaje refuerzan su atractivo para constructores e inversores

En términos económicos, la adopción masiva de CLT provocaría un aumento del valor de la madera, con incrementos proyectados en torno al 26,3 % en el caso de la destinada a aserraderos y del 25,9 % para la utilizada en pasta de papel. Este cambio repercutiría sobre todo en regiones con gran capacidad de producción forestal, que verían una oportunidad de negocio en el suministro para la construcción.

La rapidez de montaje es otra de las ventajas que impulsan su uso. Un edificio en CLT puede completarse hasta un 75 % más rápido que con métodos convencionales, reduciendo los costes de mano de obra y la necesidad de cimentaciones voluminosas por su menor peso. Además, al final de su vida útil, los paneles pueden reciclarse o reutilizarse con relativa facilidad.

Sin embargo, la implantación de este material se enfrenta todavía a limitaciones normativas. En muchos lugares, los códigos de edificación imponen restricciones a las estructuras de madera de gran altura. También es necesario protegerlo de la humedad persistente y garantizar que cumpla con las exigencias acústicas y de resistencia al fuego.

Pese a estos retos, la tendencia es clara. Con un apoyo institucional que promueva la construcción sostenible y un sector dispuesto a innovar, la madera laminada cruzada podría pasar de ser una alternativa puntual a convertirse en un protagonista real en la arquitectura del siglo XXI. Y si la proyección de los investigadores se cumple, ese cambio no solo transformaría el horizonte de las ciudades, también el de los paisajes forestales del planeta.

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