El pueblo de Ávila que fue el primero en formar parte de la lista de pueblos más bonitos
Situado en el valle del Corneja, a más de 1.000 metros de altura, entre las sierras de Villanueva y El Mirón por el norte y Villafranca y Santiago por el sur, Bonilla de la Sierra es una de esas preciosas villas medievales en las que parece que el tiempo se haya detenido. Declarada Conjunto Histórico-Artístico en 1983, sus atractivos no se quedaron ahí, ya que desde 2019 se unió a la lista de los pueblos más bonitos de España, siendo además y por méritos propios el primero en conseguirlo de toda la provincia de Ávila.
De origen medieval, la villa fue declarada como tal desde el año 1224, en que el papa Honorio III concedió tal distinción al obispo de Ávila, cabeza de un señorío eclesiástico, perteneciente a los obispos abulenses.
Qué ver en Bonilla de la Sierra
Una vez que nos adentramos en sus calles, entendemos el porqué de tanto reconocimiento. Y es que Bonilla de la Sierra conserva un rico patrimonio artístico y cultural, como la colegiata de San Martín de Tours, de estilo gótico. También destaca su castillo, cuyo origen se remonta al siglo XII, y en el cual se conservan distintos escudos correspondientes a los obispos que fomentaron su construcción y que residieron en él. Otro de los alicientes para disfrutar de la visita a esta localidad son los restos de muralla que protegía la población, restos que también datan del siglo XII.
En Bonilla de la Sierra y a raíz de los documentos estudiados, se asegura que aquí residieron durante mucho tiempo algunos de los más importantes obispos de la época. Un buen ejemplo de dicha relevancia ocurrió aquí en julio de 1384, fecha en que se celebró el sínodo presidido por el obispo Diego de los Roeles, en el que se aprobaron las Constituciones sinodales del obispado.
Gran parte de todo ese patrimonio arquitectónico, afortunadamente, se ha conservado y es muy fácil de observar y disfrutar. Se trata de una villa de aspecto medieval con edificaciones de entramado, soportales o fachadas de mampostería de diversa configuración y una estructura urbana que yuxtapone una trama reticular y otra radiocéntrica. Las calles convergen en una plaza porticada y, precisamente al lado de la plaza está la fortaleza, el rollo de jurisdicción y una iglesia monumental.
También llama la atención un pozo, de nombre Santa Bárbara, a medio camino entre la Puerta de Piedrahita y los restos de las murallas. Un curioso viajero solo tiene que cruzar una puerta de hierro y bajar las escaleras para adentrarse en esta construcción que garantizaba el abastecimiento de agua a la población en caso de asedio. El pozo data de los siglos XII-XIII y en los días de sol es muy llamativo el color que adquiere el agua en el fondo del pozo.
En definitiva, una joya que no hay que perderse, uno de los pueblos más bonitos de nuestra geografía, con los suficientes ingredientes de historia, patrimonio y naturaleza para hacer las delicias de una parada en el camino para visitarlo.
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