¿Por qué San Esteban solamente se celebra en Cataluña?
La imagen es conocida: el 25 de diciembre, mesa larga, canelones pendientes, turrones por todas partes y la sobremesa que se alarga sin prisa. Y al día siguiente, los catalanes vuelven a sentarse a la mesa para celebrar San Esteban, una costumbre tan asumida que raramente se pregunta por su origen.
Pero cuando rascamos un poco, aparece un hilo histórico fascinante que revela cómo Cataluña conserva usos y rituales que no se repiten en el resto del Estado. Y es que, lejos de ser un capricho moderno, esta tradición navideña hunde sus raíces en el siglo IX, en plena influencia carolingia, cuando los ritmos familiares y religiosos funcionaban de otra manera y la Navidad en Cataluña empezaba a configurarse tal y como la conocemos.
Un legado directo del pasado carolingio
Para entender por qué San Esteban sigue siendo fiesta en Cataluña, hay que viajar al momento en que la llamada “Cataluña Vieja” formaba parte del imperio de Carlomagno. No dependía de Toledo, como el resto de los territorios cristianos peninsulares, sino del obispado de Narbona, lo cual generaba diferencias en calendario, organización social y costumbres. La influencia carolingia se refleja, sobre todo, en la idea de familia: no era un núcleo reducido, sino un clan amplio dispersado por el territorio.
La tradición navideña exigía que todos se reunieran en la casa solariega el día de Navidad. Aquello implicaba trayectos largos, oscuros y complicados —muchas veces imposibles de hacer en plena noche medieval—, de modo que el 26 de diciembre se convertía en el día reservado para volver a casa. No era exactamente una fiesta litúrgica, sino una jornada sin trabajo para permitir el retorno. De ahí que el refranero lo dejara tan claro: “Por Navidad, cada oveja en su corral; por San Esteban, cada uno en su casa”.
Con el paso de los siglos, lo que empezó como necesidad logística acabó transformándose en festividad arraigada. Así nació una de las señas de identidad de la Navidad en Cataluña, heredada directamente de la influencia carolingia.
Una tradición que conecta Cataluña con Europa
El caso catalán no es una excepción aislada en el mapa. Allí donde llegó la organización carolingia, se mantuvo también esta estructura festiva: un día para reunirse, otro para regresar. En países del centro y norte de Europa encontramos celebraciones hermanas que conservan la misma lógica. La diferencia es que, en Cataluña, la costumbre no se diluyó con el tiempo, sino que prosperó como una forma específica de entender la tradición navideña y de reforzar la convivencia familiar más allá del 25 de diciembre.
De hecho, el mismo patrón explica por qué el Lunes de Pascua Florida y el de Pascua Granada siguen siendo festivos: responden al mismo esquema de encuentros familiares extensos propios del legado carolingio. Son festividades que muestran cómo el calendario catalán mantiene vivas estructuras culturales muy antiguas que, aunque adaptadas a la vida moderna, siguen marcando cómo celebramos las grandes fechas del año.
Una Navidad con sello propio
Hoy San Esteban forma parte indiscutible de la Navidad en Cataluña. No solo porque da pie a una segunda gran comida —sí, los canelones también tienen mucha historia detrás—, sino porque continúa representando esa mezcla de identidad, tradición y memoria colectiva que caracteriza buena parte del calendario festivo catalán.
Detrás de cada mesa llena el 26 de diciembre hay mucho más que una excusa gastronómica: está el recuerdo de un sistema familiar amplio, la huella de un imperio europeo y la continuidad de una tradición navideña que distingue a Cataluña y la mantiene conectada con un pasado que sigue vivo en cada celebración.
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