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The Guardian en español

Un siglo de la Revuelta Árabe de 1916: así la contaron The Guardian y The Observer

En la Conferencia de Paz de Paris, el Príncipe Faisal al frente, y T.E. Lawrence a su derecha.

Harry Burton

Mientras la Primera Guerra Mundial entraba en nuestra memoria con las imágenes de las trincheras y los campos de batalla en Europa llenos de barro, un conflicto muy diferente tomaba forma en los puestos de avanzada de un Imperio otomano a punto de desmoronarse. 

La desastrosa campaña de los Dardanelos de 1915 puso a los aliados de la región en sintonía con el panarabismo liderado por Hussein bin Ali, el gran jerife de La Meca, que buscaba acabar con siglos de dominio otomano.

El 22 de junio de 1916, el periódico The Guardian de Manchester publicaba una apasionada crónica de la Revuelta Árabe, comenzada cuando los seguidores de Hussein tomaron el control de La Meca y del puerto estratégico de Yeda. Al día siguiente, llegaron las noticias de otras revueltas en Mesopotamia y de las represalias de los otomanos.

En un artículo titulado Detrás de la Revuelta Árabe, The Guardian intentaba explicar las razones del levantamiento. El primer factor, la fragilidad del dominio otomano. Dependía del consentimiento de los “poderosos jefes tribales”, que muchas veces negaban a los funcionarios otomanos los impuestos recaudados en su nombre. “El poder turco en Arabia es simplemente simbólico, apenas un poder burocrático y cartográfico”.

La caída de Bagdad a manos del ejército indio en marzo de 1917 fue uno de los momentos cruciales que recibieron una gran cobertura de The Guardian. Un artículo de opinión, atribuido a “un estudiante de la guerra”, incluía un mapa detallado del conflicto y aseguraba de manera triunfal que, gracias a la captura de Bagdad, el movimiento había “ adquirido un gran prestigio entre los árabes”. “Si los árabes pueden estar a la altura de las oportunidades que ahora se les presentan, el problema del Este está solucionado”.

A este artículo, le siguió la proclamación del General sir Stanley Maude en Bagdad (reimpresa por The Guardian), dirigida directamente a los pueblos árabes. “Nuestros ejércitos no vienen a sus ciudades y tierras como conquistadores o enemigos, sino como libertadores”, escribió Maude.

Maude calificó al dominio otomano como la “tiranía de los extraños”. En un intento de avivar las llamas de la revuelta, evocó una dramática imagen del deterioro de la civilización árabe: “Sus palacios han quedado en ruinas, sus jardines se han hundido en la desolación y sus antepasados y ustedes mismos han sufrido sirviendo como esclavos”. Un día después, The Guardian analizaba en una editorial lo que la proclamación de Maude significaba para la soberanía árabe.

El general sir Allenby, recientemente designado comandante, reconoció la importancia de unirse a las fuerzas árabes en la campaña contra los otomanos. El año 1917 terminaría con los ataques árabes a la red ferroviaria turca y con la captura de Jerusalén, lo que llevó al corresponsal de The Guardian, Ernest William Gurney Masterman, a analizar el posible próximo movimiento de Allenby.

En septiembre de 1918, mientras los periódicos cubrían las victorias de los británicos y de los árabes en Palestina, apareció un pequeño y curioso informe sobre un tal “Coronel Lawrence”, “líder británico de los árabes”. “El coronel Lawrence, a la cabeza de las fuerzas de caballería que él mismo había formado con beduinos y drusos, cortó las líneas de ferrocarril en Daraa”. 

En gran parte, la captura de Damasco en octubre de 1918 anunciaba el fin de la campaña británica contra el Imperio otomano. El corresponsal de The Guardian, William Thomas Massey, hacía un informe sobre la algarabía con la que se recibía a Allenby en la ciudad y la calidez con que la población local recibía a las tropas británicas.

“Tenía la impresión de que Damasco mostraría el típico comportamiento calmo de los árabes… y que allí nos recibirían con los rostros inmóviles, como de costumbre… Me sorprendió la cordialidad del recibimiento hacia los uniformados británicos. Dejaron a un lado su impasibilidad y nos recibieron con una alegría frenética”.

Sir Mark Sykes (el acuerdo secreto Sykes-Picot lleva su nombre porque él contribuyó en su redacción) publicó una crónica personal sobre Damasco. Sobre el dominio otomano escribió: “Puede que pase mucho tiempo antes de que en Damasco entiendan que el monstruo que se estuvo alimentando de su sangre, abusando de la ciudad y haciéndoles pasar hambre, al fin había desaparecido para siempre”.

Expuesto parcialmente en 1917 (después de una filtración del Gobierno bolchevique a The Guardian) la totalidad del acuerdo secreto entre Francia y Reino Unido no salió a la luz hasta 1919, cuando The Guardian publicó sus detalles específicos.   

En cuanto terminó la guerra comenzó el relato romántico de la campaña árabe. En gran parte fue así por el periodista estadounidense Lowell Thomas, que cubrió el conflicto viajando con T. E. Lawrence y el príncipe Faysal, hijo de Hussein bin Ali y aliado clave de los británicos.

En 1919, The Observer publicaba un artículo sobre el “diario de viaje” de Lowell Thomas, una serie de fotografías de la campaña árabe presentadas en una pantalla en Covent Garden, y comenzaba a construir la figura idealizada de “Lawrence de Arabia”.

“Una figura interesante de las fotografías más recientes es la del sharif Lawrence, el primer inglés en manejar a los árabes de manera exitosa y que, en palabras del señor Thomas, 'fue responsable en gran medida de la expulsión de los turcos de Arabia'... Estas historias de hazañas heroicas… junto a las estupendas imágenes que las acompañan, nos traen de la manera más vívida los excitantes y románticos episodios de la victoriosa guerra en el Este”.

En 1919, el periódico The Guardian publicaba una entrevista exclusiva a Faysal, con Lawrence a su lado, en la que se describía al príncipe como alguien capaz de “combinar con asombrosa dignidad una actitud tranquila y particularmente encantadora”. La entrevista se ocupaba del tema “el futuro de los árabes”, sobre el que Faysal debatiría en la Conferencia de Paz de París.

Traducción de Francisco de Zárate

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