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The Guardian en español

OPINIÓN

Apu y el efecto nocivo de los estereotipos en Los Simpson

Momento del último capítulo de Los Simpson en el que se aborda la polémica sobre Apu.

Shuja Haider

Los índices de audiencia de Los Simpson han ido cayendo con los años, siendo los de la última temporada los más bajos de su historia. Pero las afiladas sátiras del programa siguen vivas en memes en las redes sociales que funcionan como relevantes críticas sociales. Uno, por ejemplo, muestra a un desorientado director Skinner preguntándose a sí mismo: “¿Estoy desfasado?”, para luego concluir. “No, son los niños los que están equivocados”. El meme encaja justo con la torpeza de los simpatizantes del Partido Demócrata en las elecciones de 2016, entre otras cosas.

Ahora se ha cerrado el círculo. El lamento del director Skinner es un resumen perfecto del estado del programa. El pasado domingo, la serie finalmente respondió a la creciente ola de críticas que ha recibido por el personaje de Apu, el inmigrante indio propietario del Badulaque.

Como muchos estadounidenses, me he familiarizado con Apu a lo largo de los años. Pero en mi caso, como estadounidense de origen paquistaní, yo no sólo veía a Apu en la pantalla, sino que me han llamado Apu en vestuarios, me han confundido con dueños de tiendas y he oído a gente que se ha burlado del acento de mi familia diciendo: “¡Gracias, vuelva pronto!”

En el episodio del pasado domingo, Marge lee a Lisa un cuento para dormir, pero le va quitando todo el contenido ofensivo –o como se diría hoy, “problemático”–. Aburrida con la trama sin conflicto, Lisa concluye que “el libro no tiene sentido” y rompe con la cuarta pared narrativa para hablar directamente a la cámara: “Algo que comenzó hace décadas y era aplaudido e inofensivo, ahora se considera políticamente incorrecto”.

La cámara hace un paneo sobre una foto enmarcada de Apu. El episodio fue bien recibido en la derecha, que lo interpretó como un buen ataque en el marco de la batalla cultural contra la corrección política.

Pero esta caricatura racial anacrónica ha comenzado a verse, como el pobre director Skinner, cada vez más desfasada. La situación llegó a su punto crítico el año pasado, con el documental del comediante indo-estadounidense Hari Kondabolu, El problema con Apu. Es sorprendente que los guionistas de la serie hayan decidido responder a la polémica, pero aún más sorprende que lo hayan hecho de manera tan torpe. La afirmación de Lisa se puede aplicar a muchas prácticas culturales que ahora son reconocidas universalmente como dañinas, desde las muñecas chinas hasta el género minstrel.

El personaje del propietario del Badulaque llevaba originalmente una anotación de su creador, Matt Groening, que ponía “NO ES INDIO”, pero se convirtió en Apu cuando el actor que le pone la voz, Hank Azaria, interpretó el papel con un gracioso acento mientras ensayaban el guión. Aunque la serie siempre mantuvo una irónica distancia sobre sus temas, la línea entre satirizar un estereotipo y perpetuarlo no siempre está clara.

En el documental de Kondabolu, el comediante conversa con la exguionista de la serie Dana Gould, quien señala que “hay acentos que por su naturaleza les resultan graciosos a los blancos estadounidenses”. “Lo digo sólo desde mi experiencia”, añade. La broma era demasiado fácil para no hacerla, incluso si solo le hacía gracia a un grupo étnico.

A veces se ha dicho que todos los personajes de Los Simpson son estereotipos. Pero no todos los grupos demográficos están en igualdad de condiciones en Estados Unidos. Un contraejemplo que se suele citar es el de Willie, el excéntrico jardinero escocés de la escuela primaria de Springfield. Pero creo que se puede decir con seguridad que la cultura estadounidense aún no ha tenido un Braveheart ni un Sean Connery indios.

Aun así, las cosas están mejorando. Las personas del sureste asiático que viven en Estados Unidos son más visibles que nunca. Alguna vez relegados a los papeles de taxistas o terroristas, ahora están representados por actores como Kumail Nanjiani, Mindy Kaling, el británico Riz Ahmed y la actriz y cantante de Bollywood Priyanka Chopra.

Para muchos indios estadounidenses con los que habló Kondabolu, Apu es una cosa del pasado. “Odio a Apu”, dice el actor Kal Penn. “Por eso no me gustan Los Simpson” (Cabe mencionar que a Kondabolu sí le gustan Los Simpson, y a mí también). Penn ha sido en parte responsable de un gran salto en la representación del sureste asiático. Su interpretación en Dos colgaos muy fumaos debe de haber sido la primera vez que un indio estadounidense no interpreta a un taxista, un terrorista o el dependiente de una tienda, sino a un joven y afable fumeta.

Como la mayoría de los guionistas de Los Simpson, los creadores de Dos colgaos muy fumaos son blancos, Jon Hurwitz y Hayden Schlossberg. Hurwitz explicó a the Washington Post que al haber crecido en Nueva Jersey, sus amigos eran “asiáticos, indios, negros”. “Eran iguales a nosotros, pero cuando veíamos películas no veíamos nuestro mundo representado en la pantalla”, añade

Tenían razón: los asiáticos estadounidenses participan en todo el espectro de la sociedad, muy por encima de los estereotipos comunes. No tiene nada de malo ser taxista o dependiente en una tienda, los trabajadores de cualquier raza son personas en tres dimensiones, con toda su complejidad. Pero Apu es de dos dimensiones, y su presencia ha hecho que los estadounidenses vean a las personas de la misma forma que ven al personaje de la serie.

Los Simpson son un clásico de la televisión estadounidense y yo les debo mucho por haber influido en mi sentido del humor y en mi escepticismo, pero no se están haciendo ningún favor al prolongar su propia vida cuando ya se ha declarado la muerte cerebral. Como Kondabolu tuiteó tras los mensajes llenos de odio que recibió al estrenar su documental: “Los Simpson siempre han criticado la cultura pop, se han burlado de la hipocresía y han atacado a las instituciones fracasadas. YO HE APRENDIDO DE LOS MEJORES”.

Shuja Haider es periodista y editor de la revista Viewpoint.

Traducido por Lucía Balducci

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