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The Guardian en español

La gran batalla del derecho al aborto llega a Corea del Sur

Dos jóvenes pasean por el centro de Seúl

Benjamin Haas

Seúl —

Kim Soo-jin nunca olvidará el asqueroso sabor de la infusión tradicional coreana de color marrón verdoso que bebió con la esperanza de poner fin a su embarazo. Tampoco olvidará la noche que pasó sufriendo, hecha un ovillo incapaz de moverse.

La receta que su compañera de cuarto encontró en internet fue un intento de eludir la prohibición del aborto que existe en Corea del Sur desde hace 65 años. Al final, este remedió no funcionó y Kim, una estudiante de 21 años en ese momento, se vio obligada a ir a una clínica una semana después para someterse a un procedimiento quirúrgico ilegal en el país.

“Abortar era una decisión difícil, pero para mí en ese momento era una decisión correcta”, comenta Kim, que, igual que el resto de mujeres entrevistadas para esta historia, pidió no usar su nombre real. “Después de tomar esta decisión, la ley no hizo más que agravar mi trauma”.

La lucha por la legalización del aborto se ha convertido en el último campo de batalla del creciente movimiento feminista de Corea del Sur. Los partidarios de la derogación de esta prohibición se preparan para una victoria en el Tribunal Constitucional de Corea del Sur. En el caso en cuestión, un médico ha sido procesado por llevar a cabo 70 abortos, antes de que las luchas internas por el nombramiento de los jueces paralizasen las deliberaciones y retrasaran el veredicto de manera indefinida.

Una protesta reciente en el centro de Seúl, congregó a 3.000 mujeres. Pero el tema es tan delicado, que casi todas llevaban mascarillas quirúrgicas negras para ocultar su identidad y los organizadores trabajaban para censurar las fotos tomadas por otros ciudadanos en las que se pudiera identificar a personas.

Corea del Sur sigue siendo una de las pocas naciones ricas donde el aborto es ilegal y está penalizado bajo una ley de 1953 que ha sido aplicada siempre de manera selectiva en base a los caprichos del Gobierno. La prohibición se relajó en 1973 para las víctimas de violación y las parejas con ciertas enfermedades hereditarias.

“El comportamiento sexual y las relaciones han cambiado bastante, y esta ley niega estos cambios que se han producido en la sociedad”, ha dicho Lee Bong-joo, decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Seúl. “Existe la prohibición, pero la práctica está sucediendo en la realidad. Así que lo que se consigue con dicha ley es que lo que ya ocurre se peligroso y caro”.

El Ministerio de Salud y Bienestar de Corea del Sur estima que en 2010 se practicaron 169.000 abortos ilegales, ese es el último año del que se disponen estadísticas. Pero los investigadores aseguran que el Gobierno ha subestimado durante mucho tiempo esas cifras. Park Myung-bae, profesor de la Universidad de Pai Chai, dijo que probablemente hubo 500.000 abortos en 2016, cifra que supera el número de bebes que nacieron ese mismo año.

Multas y cárcel

La mujeres pueden terminar en la cárcel hasta un año y penalizadas con multas de casi 1.500 euros. Los medios aseguran que, además, los hombres suelen utilizar esta ley para chantajear a las mujeres. A veces, exmaridos o exnovios, sacan a la luz abortos como forma de venganza.

“El derecho a un aborto seguro y legal es un paso crucial para que las mujeres coreanas aumenten sus condiciones de salud, igualdad y libertad”, escribieron recientemente la profesora Miliann Kang y la activista Arum Yoom en un artículo de opinión.

El castigo para los médicos que practican abortos puede ser de hasta dos años de prisión, pero los especialistas rara vez son procesados y la práctica sigue siendo generalizada. Muchos médicos aceptan entre 1.200 euros y 2.000 euros por llevar a cabo la intervención.

Otro método cada vez más utilizado es pedir píldoras abortivas en Internet a través de grupos como Women on Web, que envía la medicación en un paquete discreto a mujeres en lugares en los que esta práctica es ilegal.

Lee Min-ji era una estudiante de 24 años que se preparaba para terminar su licenciatura en Medicina cuando se dio cuenta de que estaba embarazada y ya conocía a Women on Web por un imprevisto anterior. Aunque las píldoras pusieron fin a su embarazo, todavía se tenía que sometere a una operación para eliminar el exceso de tejido de su útero.

Lee, que es cristiana practicante, lo veía como “un castigo” por “su pecado”. “Pensaba que iba a morir”. Incluso si se revoca la prohibición, le preocupa que el estigma social sea difícil de eliminar. “Aunque el aborto sea legal, todavía no estará aceptado. Existen muchas presiones sociales”.

“Los médicos seguirán juzgando moralmente. A día de hoy, este es el único secreto que le he ocultado a mi madre y eso que ella es mi mejor amiga”, concluye.

Los miembros de la considerable minoría cristiana del país se oponen de manera directa y el presidente, Moon Jae-in, ha evitado decantarse por ninguna de las partes diciendo que solo que su Administración iba a investigar el asunto. Es posible que el Gobierno sea reacio a derogar la ley, ya que Corea del Sur se enfrenta a una amenazante crisis de fertilidad y ha gastado más de 114.000 millones de euros para aumentar la tasa de natalidad.

Anna, una estudiante sueca de intercambio que usó Women on Web cuando se quedó embarazada mientras estudiaba en Seúl, cuenta que quedó sorprendida al enterarse de que el aborto era ilegal en el país. “Todo lo sucedido cambió mi percepción de Corea del Sur”, asegura. Descubrir esta prohibición “chocó realmente con mi visión del país como una sociedad moderna y desarrollada”.

Informació adicional de Soh Yoh Kim

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