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The Guardian en español

Xikrin, la tribu guerrera de la Amazonia que combate al invasor: “Si los blancos empiezan un conflicto, lucharemos”

Una delegación indígena de la reserva Xikrin llegan a la sede de la Corte Suprema en 2017

Fabiano Maisonnave

Trincheira Bacajá, territorio indígena —

Amenazados por el fuego, la deforestación y la invasión, el pueblo de los Xikrin está plantando cara. Ante la inacción de las autoridades y los intentos de socavar sus derechos territoriales llevados a cabo por el presidente, Jair Bolsonaro, esta comunidad indígena del norte del Amazonas ha decidido tomar cartas en el asunto al expulsar a los madereros y ganaderos que ocuparon ilegalmente sus tierras y prendieron fuego al bosque.

Armados con rifles y porras de madera, grupos de guerreros Xikrin han pasado la última semana haciendo un barrido de su extenso territorio en el estado de Pará. Cada vez que encontraban tierras con rastros de incendios, viviendas y desmontes ilegales, expulsaban a los invasores cabaña por cabaña y confiscaban sus motosierras y otras herramientas.

Al terminar los 40 kilómetros de expedición, los guerreros se sienten fortalecidos. En un ritual de guerra, marchan de regreso a sus hogares en el pueblo de Rapkô. Ahí, le muestran a sus familiares los vídeos que han grabado en teléfonos móviles durante las redadas por las chozas de los intrusos.

“¿Por qué protegemos nuestra tierra? Para poder cazar. Para que nuestros hijos y nietos puedan vivir bien en esta tierra”, dice Tikiri Xikrin, uno de los guerreros más ancianos, durante una ceremonia para celebrar el regreso a casa del grupo. “Para ocupar la tierra, los kuben [blancos] tendrán que pasar por encima de mi cadáver”.

Por ley, la policía federal debería ser la que se ocupe del tema. El Gobierno de Brasil reconoció oficialmente el territorio indígena de Trincheira Bacajá, en torno a 1.651.000 hectáreas, en el año 2000. Los únicos con derecho a vivir ahí son los 1.100 miembros de la comunidad Xikrin. Pero los ancianos no tienen muchas esperanzas de que el Gobierno haga valer sus derechos.

Los ladrones de tierras comenzaron a entrar en la zona en junio de 2018. Usaban un camino de tierra en el bosque que los madereros ilegales habían talado previamente. Los Xikrin se quejaron ante las agencias oficiales en varias ocasiones, pero no lograron nada.

En julio de este año, el lento goteo de la deforestación del Amazonas se transformó en un torrente, con un aumento del 278% con relación al mismo período de 2018. Una de las áreas más afectadas fue la tierra de los Xikrin, supuestamente protegida. Según el observatorio independiente Imazon, la cantidad de bosque prístino que los ladrones de tierras deforestaron en julio en su territorio fue equivalente a 1.500 campos de fútbol.

Los problemas vienen de hace tiempo, pero Bolsonaro lo ha empeorado. Sus críticos dicen que en lugar de proteger a los territorios de los delincuentes, las declaraciones y políticas del presidente nacionalista de Brasil deslegitiman constantemente a los residentes indígenas.

Durante la reunión que celebró Bolsonaro este 27 de agosto con los gobernadores de estados de la región amazónica, el presidente argumentó que había intereses extranjeros manipulando a las comunidades nativas para limitar el crecimiento de Brasil. “Los pueblos indígenas no hablan nuestro idioma pero, de alguna manera, se han quedado con el 14% de nuestro territorio nacional”, dijo hace poco el presidente. “Uno de sus propósitos es perjudicarnos”, añadió.

Según Bekara Xikrin, el jefe de la aldea Rapkô, el presidente está animando a quienes se apoderan de sus tierras: “Un tipo [de los invasores] nos dijo que la tierra era de libre acceso, que Bolsonaro había concedido acceso a ella, que esta no era tierra indígena”. El invasor dijo también que quería ayudar a la comunidad indígena a trabajar la tierra, pero Bekara no le hizo mucho caso, “Le dije: ‘este indígena no quiere ayuda, los viejos guerreros no quieren ayuda, aquí no se permite la deforestación’”.

Las acciones de autodefensa de los Xikrin no han amedrentado a los usurpadores. En un mensaje de audio difundido por WhatsApp, uno de ellos advierte de la formación de un grupo de unas 300 personas con el objetivo de atacar una aldea indígena cercana.

Para evitar la violencia, el fiscal federal de la región, Thais Santi, presentó el 26 de agosto una solicitud formal de intervención policial. La operación debería haberse concretado en 24 horas pero dos días después seguía sin pasar nada. “El caso de Trincheira Bacajá involucra negligencia a gran escala por parte del Gobierno”, dice Santi. “Los Xikrin interpusieron una queja contra la ocupación de sus tierras, pero como la policía no actuó a tiempo, la invasión se extendió”.

En la región del río Xingu hay muchas otras tierras indígenas bajo la misma presión. La represa hidroeléctrica de Belo Monte abrió esta cuenca, una de las mayores del Amazonas, provocando la llegada de empresarios y trabajadores. El municipio que integra a Altamira, la ciudad más importante de la zona, ahora es el primero de Brasil en el ranking de incendios. Según el Instituto Nacional de Investigación Espacial del Brasil, el municipio sufrió 2.566 incendios entre el 1 de enero y el 26 de agosto, un aumento del 459% con relación al mismo período de 2018.

Apyterewa, el territorio de los indígenas Parakanã pegado a Trincheira, ha sufrido una invasión de ganaderos gigantesca. En julio, deforestaron 28 kilómetros cuadrados de sus tierras. Según Imazon, la cifra representa un récord en tala de árboles dentro de un territorio indígena brasileño para ese mes.

El caso de Apyterewa sirve para entender cómo los gobiernos anteriores al de Bolsonaro tampoco protegieron a los indígenas. En 2015, el Tribunal Supremo Federal de Brasil ordenó el desalojo de cientos de invasores. Cuatro años después, el fallo aún no se ha hecho cumplir y el número de usurpadores de tierras ha aumentado.

El territorio indígena Ituna/Itatá, en la misma región, perdió en julio 9 kilómetros cuadrados de bosque. Según Imazon, las tres regiones (Ituna/Itatá, Trincheira Bacajá y Apyterewa) han sido las más deforestadas en las últimas semanas.

La industria ganadera, que apoya incondicionalmente a Bolsonaro, es la principal fuerza contra los Xikrin. No muy lejos de su territorio se encuentra São Félix do Xingu, el municipio con la mayor cabaña ganadera del país (2,24 millones de cabezas en 2017). No hay lugar del Amazonas con los pastos más degradados: 286.000 hectáreas, según los datos para 2014 de la agencia de investigación agropecuaria. “Esto indica que un área grande ha sido deforestada y ahora está siendo usada mal”, dice Paulo Barreto, investigador de Imazon.

La lucha actual de los Xikrin es para evitar que su territorio sufra el mismo destino. Los guerreros dicen estar orgullosos de lo que han hecho para defenderla, pero el júbilo inicial ya ha dado paso a la preocupación y la comprensión de que ahora podría venir el contraataque.

Con una hoz en las manos, Tikiri Xikrin se muestra desafiante: “No tengo miedo de los invasores blancos, tengo coraje, tenemos valor, si los kuben comienzan un conflicto, lucharemos”.

Traducido por Francisco de Zárate.

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