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Daniel Blanco: “El franquismo consiguió gobernar alcobas y corazones”

El escritor Daniel Blanco

Alejandro Ávila

Daniel Blanco (Moguer, Huelva) acaba de publicar su primera novela para adultos: Los pecados de verano (Ediciones B). De promoción por el litoral, los viajes por toda la geografía han tenido su recompensa: la segunda edición está a punto de ver la luz. Con esta obra, el periodista se adentra en esa España de los años 50, cuando enseñar más piel de la cuenta podía suponer la ruina… de la mujer.

¿La protagonista siente asco hasta de su propio cuerpo?

La frustración del deseo es uno de los factores fundamentales que atraviesa la novela. Ahí se enmarca el asco por su propio cuerpo. En una sociedad absolutamente gobernada por la dictadura y la iglesia, era normal que esta mujer gestionara así esa frustración continua de los deseos. Era una generación que permanecía impertérrita de puertas para fuera, pero estaba calcinada por dentro.

¿Cómo trabaja ese doble nivel?

La novela funciona entre lo que se ve y lo que se siente. La generación de nuestros abuelos tenía las mismas emociones que nosotros, pero con menos herramientas para manejarlas. Cuando sufres y no ves salida, la única manera de aliviarte es hacer sufrir a los demás. Esta protagonista, La Señora, que parece que tiene asco de todo, solo se consuela haciendo sufrir a los demás. Es como una olla a presión, que no sabes por dónde va a salir.

¿De qué manera refleja ese ambiente de represión en el que vivieron nuestros abuelos?

Me interesaba revisar esta época desde de lo íntimo o doméstico. De cómo la dictadura consiguió gobernar las alcobas y los corazones.

Ese es el principio del estado totalitario

Sí, me interesaba cómo se vivía la dictadura en la intimidad. Se trata de empatizar más con nuestros abuelos, de conocer nuestro pasado más inmediato. El turismo lo cambió todo para una España en bancarrota. Franco quiso potenciar España como destino turístico, pero planteándose a proteger a los de aquí. Por eso se crea de manera urgentísima este congreso de moralidad.

¿Cómo llega a sus manos este congreso de moralidad?

Lo leí por casualidad en algún libro sobre la dictadura y se me encendió esa bombillita que se le encienden a los periodistas cuando ven que tienen algo. Al día siguiente me cogí un AVE a Valencia, revisé todos los documentos y me di cuenta de que había un tema que quería contar.

¿Qué es lo que más le llamó la atención?

Hay cosas curiosísimas: se habla de la separación del baño por sexo, de la imposibilidad de tomar el sol sin albornoz, de esa policía de las costumbres, que iba midiendo la longitud de los bañadores por la playa. Se hace una campaña que no solo intenta multar, sino ridiculizar, ya que tu nombre podía aparecer en el periódico por ir con un bañador más corto de lo permitido.

¿De qué manera utiliza el atractivo de la protagonista para que entendamos cómo se relacionaban hombres y mujeres?

La Señora es una mujer guapérrima. En el pueblo dicen que se parece y se contonea como una actriz de cine. Ella necesita gestionar esa emoción universal de sentirse deseada, ya que en aquella época, cuando un hombre le echaba un piropo a una mujer, era ella la que iba a confesarse, porque pensaba que lo había provocado.

¿Ha tenido el temor de que el lector se sienta alejado de lo que cuenta?

Tenía el temor de que la gente no terminara de conectar y pensara que no era verdad, ya que las conclusiones del congreso eran disparatadas. Pero la verdad es que la gente está entrando muy bien en ese pacto entre lector y escritor.

¿Qué es más indecente una rodilla o una clavícula?

Sin lugar a dudas, una clavícula, que tiene más connotaciones sensuales y sexuales que una rodilla. Es un congreso sobre la decencia, pero el sexo siempre está latente, ya que cuando hablan, por ejemplo, de la clavícula, dicen que es una zona que señala al escote o al cuello, una zona para besar.

¿El objeto de debate siempre era el cuerpo de la mujer?

En un 75%, sí. El origen de la tentación, el pecado y la sexualidad era siempre la mujer.

¿El congreso fue al final una especie de monstruo machista?

Claro, como todo en aquella época. La mayoría de las multas se le pusieron a la mujer.

¿Por esa razón su protagonista es una mujer?

En la sociedad que retrato, tan oscura y tan gris, era ella la que salía perdiendo, porque tenía que llegar impoluta al matrimonio, cosa que no ocurría con el hombre. Además, los matices de una mujer a la hora de analizar y gestionar sus emociones eran más ricos que los del hombre. La mujer siempre ha tenido esa facilidad para gestionar sus emociones.

¿Qué importancia tiene en la novela su pasado como periodista?

Esta novela no habría sido igual si no hubiera tenido ese entrenamiento escribiendo ocho años en El Correo de Andalucía un montón de páginas. Cuando eres periodista, sabes estructurar, contar y no irte por las ramas. Esta novela le debe mucho a mi yo periodista.

¿Que los capítulos sean tan cortos también es fruto de esto?

Es un guiño al montaje audiovisual, como si fueran escenas de una películas. Al ser una novela coral, con seis o siete personajes principales, te permite no perder de vista a ninguno y que la historia avance.

¿Le han ofrecido la posibilidad de llevar la novela al cine?

Gente del mundillo del cine que se lo ha leído, me ha dicho que tiene una potencia visual muy fuerte. Es algo a lo que le he puesto mucho empeño: que cuando uno se lo lea, sea capaz de imaginarlo.

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