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Sobre este blog

Este blog pretende servir de punto de encuentro entre el periodismo y los viajes. Diario de Viajes intenta enriquecer la visión del mundo a través de los periodistas que lo recorren y que trazan un relato vivo de gentes y territorios, alejado de los convencionalismos. El viaje como oportunidad, sensación y experiencia enlaza con la curiosidad y la voluntad de comprender y narrar la realidad innatas al periodismo.

Venecia: el arte de convertir lo práctico en estético

Uno de los canales de Venecia.

Alicia Fàbregas

La primera vez que vi una góndola en los canales de Venecia pensé en la Edad Media. Pensé en los primeros siglos de vida de ese tipo de embarcación, que se remonta a los años 1000, y me imaginé lo diferente que debía ser entonces montar en una de ellas. Toda untada de esa mezcla de brea –una substancia viscosa de color rojo oscuro-, pez, sebo y aceite de pescado, que se utilizaba para pintar las maderas y calafatearlas -cerrar las junturas para que no entrara el agua- y que le daba un color negruzco. Con una pequeña cabina para proteger al pasaje o la mercancía, que las hacía parecer un carruaje acuático. Y manejadas por hasta 12 remeros.

Poco tenían que ver con el melodrama de decoración que son ahora, con esos asientos que parecen sacados de un salón kitsch, esa elegancia estructural y ese romanticismo que se les otorga. Parece que eso llegó en el s.XVI, cuando la burguesía veneciana empezó a utilizar la góndola como símbolo de su estatus social y las cargaba hasta los topes de decoración en un intento material de decir “y yo más”.

Pues en góndola se puede, si hay acqua alta, es decir, cuando el nivel del agua ha crecido mucho e inunda las calles y las plazuelas de Venecia, casi entrar en la peculiar librería Acqua Alta, porque una de sus puertas da directamente a uno de los canales de la ciudad. Por eso el local tiene varias góndolas y bañeras, para que los libros no se estropeen cuando la librería se inunda. Dicen que es una de las más bonitas del mundo. Está en el Campiello del Tintor, cerca de la Piazza San Marco.

Las máscaras de la peste

Otro de los emblemas de esta turística ciudad, además de sus característicos palacetes, de la belleza de la Piazza San Marco, de los artesanos, de las islas y de todo aquello que no se puede dejar de visitar, es su carnaval y las máscaras. Lo que no todo el mundo conoce es el origen de esas máscaras con pico.

En el s.XVII, cuando la peste ya llevaba un tiempo azotando sin piedad Venecia y se pensaba que se contagiaba por vía aérea y que era a través de los poros de la piel como se colaba en los cuerpos, los médicos que trataban a este tipo de pacientes se inventaron una vestimenta para estar protegidos. Así fue como idearon la máscara con el pico en forma de ave, para crear una distancia con el enfermo y para que su nariz no estuviera expuesta a los gérmenes. Además, la zona del pico, por dentro, la rellenaban de plantas aromáticas para aliviar el mal olor de los enfermos.

El atuendo se completaba con unos guantes de cuero, gafas, sombrero de ala ancha y un gran abrigo de cuero que les tapaba hasta los tobillos.

Las máscaras que ahora llenan las tiendas turísticas de Venecia son mucho más elaboradas, llenas de detalles de decoración, de colorido, pero la base es la de aquella vestimenta médica.

El barrio Castello

Es el barrio más grande de Venecia y abarca desde la zona más turística hasta la parte más humilde, donde vivían los trabajadores del astillero. Es allí, en la parte humilde, entre las dos zonas donde tiene lugar la famosa Biennale, donde reina la calma y da gusto pasear. No existe el agobio que predomina en el centro turístico y además se respira un ambiente más autóctono, que te hace vivir un poco más cerca de los de allí, conocerles aunque sólo sea de pasada, de vista y de lejos.

Perdiéndote por allí te encuentras curiosidades como el local del partido de la Rifondazione Comunista al lado de la imagen de un Cristo con unas flores. No son calles estrechísimas, que se abarcan tan sólo extendiendo los brazos, como en el centro de la ciudad. Ni hay tantos canales con esa agua verde que parece casi artificial, como en la de los canales de las atracciones de agua. Ni arcos por todas partes, en los puentes, en las calles de pared a pared…Sí que hay calles con ropa tendida de pared a pared y casas pintadas de colores y desconchadas. Pero allí es más fácil escuchar bien a la gente paseando, sentada en los bares o comprando en la frutería, hablar el idioma del véneto en su variedad veneciana. Es más fácil apreciar sus gestos, su talante, la dimensión cultural y no sólo puramente estética de esta ciudad.

Por todo, por su belleza, por su decadencia, por su historia y recovecos, por haber sabido convertir objetos y medios de transporte prácticos en símbolos estéticos, Venecia es un lugar para la imaginación, para transportarse a la época del veneciano mujeriego Giacomo Casanova, para recordar lo que transpira Muerte en Venecia, de Thomas Mann, para pensar en Shakespeare y su mercader de Venecia…Para disfrutarla.

Vueling vuela de Barcelona a Venecia.

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