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El año en el que el lince volvió a nacer en Castilla-La Mancha

La comisión del proyecto LIFE propone liberar 40 ejemplares de lince en zonas de reintroducción de la Península en 2017

Francisca Bravo Miranda

El año no empezó de manera positiva para los linces en Castilla-La Mancha, Karma murió el 23 de febrero de este año, víctima de un ahogamiento accidental. La hembra fue el último de los primeros ejemplares liberados entre 2014 y 2015 en los Montes de Toledo y procedía de un centro de cría en Huelva. La mala noticia de la muerte de Karma, sin embargo, fue seguida por un positivo desarrollo de los ejemplares en Castilla-La Mancha. 

En junio de 2016, fueron liberados Masiega y Melojo, los últimos ejemplares soltados en 2016 para reforzar las poblaciones actuales de lince ibérico. Con su suelta, fueron 19 los ejemplares reintroducidos durante el año pasado. Sus nombres son Meta, Moraira, Mosquito, Medellín, Minerva, Milvus, Molusco, Manzanilla, Moruno, Mazapán, Mosto, Morgana, Malvasia, Mirabel, Malabar, Marchés y Mural.

El “hito” del nacimiento de los linces

Una de las mejores noticias para el programa llegó a finales de abril, cuando la Consejería comunicó el nacimiento de la primera camada nacida en Castilla-La Mancha.  Un “hito” en el programa de reintroducción de Life-Iberlince, de la mano de Keres, una lince criada en Cáceres y liberada en los Montes de Toledo en abril de 2015. Gracias a su collar GPS y las cámaras de fototrampeo se pudo advertir el estado de gravidez del animal y el día 27 se pudo observar a cuatro despreocupados cachorros jugueteando entre las piedras.

No fue el único nacimiento de 2016. En mayo, el proyecto identificó una nueva camada, sólo una semana después de la primera, de también cuatro nuevos cachorros. La madre, esta vez, era la lince Kuna, que nació en 2013 y fue liberada en diciembre de 2014. Los técnicos del proyecto y los agentes medioambientales detectaron la presencia de los cachorros gracias a la revisión de las cámaras de fototrampeo. Kea y Lila también dieron a luz a tres cachorros cada uno.

Los ejemplares de lince nacidos en 2016 alcanzaron un total de 19, con las crías de Kiki y Kiowa, cuyo vídeo con sus cachorros llegó a hacerse viral.  Los nacimientos se dividieron entre ambas zonas de suelta de los animales, la Sierra Morena Oriental y los Montes de Toledo. Los últimos cachorros nacieron en junio y el proyecto Life+Iberlince lanzó una campaña para poner nombre a los nuevos animales.

El técnico Marino López ha calificado el desarrollo del proyecto durante 2016 como “muy positivo”. El profesional ha trabajado en conjunto con el programa Life+Iberlince desde la consejería de Agricultura, Medio Ambiente y Desarrollo Rural y destaca especialmente la reproducción de los ejemplares liberados tanto en Ciudad Real como Toledo. “El número de hembras que se han reproducido es muy alto, cuatro en los Montes de Toledo y dos en la Sierra Morena”, explica.

En este sentido, ha querido también añadir que los cachorros no sólo han nacido, sino que también han crecido y sobrevivido, por lo que se prevé que podrán abandonar eventualmente los territorios de la madre para dispersarse y buscar su propio terreno. Por otro lado, López ha querido destacar que la mortalidad que hubo en los primeros años del programa entre los ejemplares liberados se ha corregido. “Ahora la supervivencia de los linces en Ciudad Real se ha igualado a otras zonas del proyecto. La mortalidad se ha reducido bastante”, afirma. Este es un paso crucial para el futuro del proyecto.

Entre las previsiones para 2017, el técnico señala que la reproducción podrá volver a iniciarse, pero que todavía no se puede determinar cuantas de las hembras tendrán cachorros. “Es posible que todas, pero intervienen muchos factores, como la climatología o el número de presas. Es previsible que sea similar a la del año anterior y puede que una de las hembras nuevas se incorpore también a las reproductoras”, afirma.

Entre los retos que se plantea el proyecto es en mejorar y mantener el seguimiento de la especie, así como fomentar y potenciar las poblaciones de conejos, para que los ejemplares puedan cazar. Por otro lado, López señala que se deben minimizar todavía los posibles fallos en los puntos de mortalidad no natural de los ejemplares, como las carreteras o los ahogamientos accidentales. “Esto se puede hacer tapando los peligros y concienciar a la población”, concluyó.

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