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“Tememos que nos devuelvan a España como refugiados, pero no vamos a parar ahora”

"Refugees welcome, any help here" hecho por integranes de la red de acogida ciudadana, para recibir a los refugiados en Madrid / Alejandro Navarro

Gabriela Sánchez

Dicen adiós desde la ventana de un autobús que podría ser el último. Saben que en unas horas podrían llegar a su destino final, que España está a punto de convertirse en un país más de los acumulados sus espaldas. O que quizá no: también saben que pueden ser devueltos en la frontera con Francia, o retornados a territorio español en unos días, en unas semanas, en unos meses. “Tengo familia en Alemania. No vamos a parar ahora”, dice Mariam antes de despedirse.

Ahmed lleva meses intentando llegar a Melilla desde Marruecos y responde de forma parecida: “Conozco las nuevas noticias, pero si logro llegar a España no es para quedarme. Mis planes siguen siendo los mismos”. Otros, agotados, han optado por abandonar su aspiración de llegar al centro de Europa y permanecen en suelo español ante el temor de ser devueltos, de volver a tener que viajar, de volver a tener que empezar.

Son conscientes de que en las últimas semanas se han multiplicado los obstáculos levantados para intentar llegar al país en el que creen que tendrán más posibilidades de futuro. Alemania decidió hace cerca de un mes restablecer el sistema de Dublín, el reglamento que obliga a los países europeos a devolver a los solicitantes de asilo al primer Estado miembro que pisan, en este caso España. El gobierno germano anunció su suspensión en agosto para los ciudadanos sirios. Hasta el 21 de octubre; a partir de entonces podrían ser retornados.

A ello se sumó la suspensión del tratado de Schengen –que grantiza la libertad de circulación por territorio europeo– por parte de Francia desde el pasado 13 de noviembre, y el aumento de controles fronterizos en el interior de Europa desde los atentados de París. “Cada vez notamos que llegan más retornados, el otro día fueron devueltos cerca de 20 ”dublines“ y no dejaron pasar a Francia a un grupo de refugiados que viajaba en un autobús. Pero las fronteras aún son permeables, aún es posible llegar”, dice una de las integrantes de la Red Solidaria de Acogida.

La red transmite ambas ideas a los refugiados para que, en el caso de viajar, lo hagan con toda la información necesaria. Aquí podrían entrar en el sistema de acogida español, pero muchos todavía prefieren continuar. “La gente en España nos ha tratado muy bien, pero sabemos que el sistema de acogida es mejor en otros países. Hay gente que se queda sin ayudas a los meses o al año, y no hay trabajo. En Alemania la situación económica es mejor. Allí está mi cuñado y mi suegro. Estoy embarazada y pienso en mi futuro hijo. Solo quiero que tenga el mejor futuro posible”, dice Mariam en una sala con decenas de refugiados esperando la hora de partida.

Sus compañeros de viaje justifican de forma similar su decisión: la unión de la situación económica española, las condiciones de acogida y el deseo de reunirse con familiares y amigos les empujan a intentar viajar a Alemania o a Bélgica a pesar de los riesgos de devolución.

Minutos antes de subirse al autobús, Mazen (nombre ficticio) se despide con abrazos de un grupo de amigos que también viajarán a Alemania, pero unos días después. Como casi todos los que toman esta ruta, se trasladó de Siria a Turquía y a Argelia, donde trabajó durante unos meses, para ahorrar el dinero suficiente para emprender su periplo hacia Europa. Entonces, llegó a Marruecos, donde día a día intentó cruzar su frontera con Melilla durante un mes. En la ciudad autónoma pasó cuatro meses. Quiere subrayar esta etapa: “Cuatro meses en el CETI (Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes). Muy mal”, apunta para describir un centro cuya ocupación triplica su capacidad.

“Si no consigo trabajo, volveré a Siria”

Karim (nombre ficticio), que realizó la misma ruta pero con plazos diferentes, dice sonriendo que, ahora, no se van a quedar aquí por los nuevos controles fronterizos. “La gente es muy amable, pero la situación es mejor para nosotros en Alemania”, señala frente al autobús en el que ya ha subido su amigo. “Si me devuelven, intentaré salir adelante aquí, pero si no consiguiese trabajo, volveré a Siria”. El joven vivía en Alepo, ciudad arrasada por la guerra. Su población sufre cada día ataques con bombas de racimo y los bombardeos a hospitales son constantes, según denuncia Médicos Sin Fronteras.

Buena parte de los refugiados o migrantes que intentan llegar a Europa a través de Ceuta y Melilla, acaban en este punto. En una estación de la capital rodeados de maletas, intentando conseguir un billete hacia Alemania. Porque esto tampoco es sencillo, aseguran. El trámite de conseguir un asiento en un autobús se complicó junto a la suspensión del tratado de Schengen en Francia.

Desde entonces, las empresas de transporte están obligadas a solicitar y a apuntar el número de pasaporte y comprobar su coincidencia con el pasajero. “Antes nunca se hacía”, comenta un conductor que lleva años recorriendo esta ruta. Esta situación complica el viaje de aquellos que perdieron su documentación en el camino o de los hijos menores de refugiados que no tuvieron tiempo de obtenerlo antes de su huida. “Teníamos el caso de una niña de tres años a la que su familia no podía comprar el billete porque no tenía pasaporte”, explica una integrante de la red.

Mientras dos autobuses abandonan la estación, uno llega del sur de España. Aparecen dos familias sirias. Sus hijos no paran de corretear de un lado a otro. Leen un cartel escrito en árabe portado por varios ciudadanos de la red. “Bienvenidos refugiados”. Sonríen, y aceptan su ayuda. La historia se repite: vienen con la aspiración de irse pronto, aunque saben que quizá tengan que quedarse.

Mariam escribe un mensaje, 24 horas después: “Hemos podido pasar. Estamos en Alemania”.

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