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Sobre este blog

Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.

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Aina Gallego - @ainagallego

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Política en el supermercado

Sebastián Lavezzolo

Hace apenas unos días, el presidente de la compañía de pasta “Barilla” saltaba a la palestra por unas declaraciones en contra de incluir parejas homosexuales en sus anuncios. Inmediatamente, colectivos de LGBT se movilizaron en las redes sociales para multiplicar por miles un mensaje: #boicottabarilla

No es la primera vez que los ciudadanos se movilizan en contra de una marca por algún desacuerdo ético o político con una empresa. La hemeroteca está repleta de ejemplos (campañas contra Nike, McDonnals, Nestle, etc.). Sin embargo, este tipo de activismo ha quedado en cierta medida ensombrecido en los estudios de ciencia política por otros sobre las formas tradicionales de participación política como el voto o la protesta, o simplemente por tratarse de un tipo de activismo low cost.

Pero en un momento como el actual, en el que existe un considerable descontento con la “política tradicional”, con “las instituciones”, con “los políticos” o con la democracia representativa en general, creo que vale la pena echar un vistazo a cómo están las cosas por casa. Es decir, cómo está uno de los músculos de participación política no convencional en nuestro país. Y –como ya es una seña característica en este blog – vamos a hacerlo con datos.

Según una de las autoridades en la literatura de consumo político (Michele Micheletti), este concepto podría definirse como la elección de productos con el objetivo de cambiar ética o políticamente prácticas institucionales o de mercado ciertamente objetables. Elecciones basadas en actitudes y valores que evalúan al comportamiento de empresas y reguladores gubernamentales.

Afortunadamente para los investigadores sociales, desde su primer ola en 2002, la Encuesta Social Europea viene realizando una batería de preguntas relacionadas con actividades de participación política no convencional, entre las que se encuentra una concreta sobre consumo político. La pregunta se formula de la siguiente manera:

Hay muchas maneras de intentar que las cosas mejoren en España o, al menos, de evitar que vayan a peor. En los últimos 12 meses ¿Ha boicoteado o dejado de comprar ciertos productos?

El tipo de respuesta que se recoge es simplemente afirmativa o negativa. Veamos en qué posición esta España en relación a otros países europeos.

El gráfico 1 muestra el porcentaje de respuestas afirmativas para los países que han participado en la encuesta en sus cinco ediciones (2002, 2004, 2006, 2008 y 2010). El dato para cada uno de ellos es la media de las cinco olas. Como se puede apreciar, podríamos destacar 4 grupos de países: unos con valores muy bajos de participación (entorno al 5%); otros con valores bajos (cercanos al 10%) –entre los que se encuentra España – y dos grupos más con valores altos (20-25%) y muy altos (alrededor del 30% o más) de consumo político. Como era de esperar, los países más desarrollados (con excepción de Bélgica y Holanda) son los que registran una mayor tasa de activismo cívico.

No obstante, si comparamos la primera y la última ola, España es el país en donde más ha crecido el porcentaje de ciudadanos que han boicoteado o dejado de comprar algún producto con intenciones políticas (cerca de 4 puntos porcentuales), sobre todo entre los países con niveles bajos o muy bajos de consumo político. Esto se refleja en el gráfico 2. Solo Finlandia, uno de los países con mayores tasas de participación política no convencional, supera a nuestro país en una comparación pre (2002-2003) y post crisis (2010-2011).

Pero ¿cómo es el perfil de aquellos que deciden poner a Barilla en capilla o le dicen al Movistar que con Rato no hay contrato? Exploremos los datos ofrecidos por la última edición de la encuesta social europea.[1]

En contra de lo que podría ser nuestra primera intuición, no son los más jóvenes ni los ciudadanos de mediana edad (entre 30 y 50 años) los más activos a la hora de abandonar la compra de productos como forma de activismo político, sino aquellos mayores de 50 y menores de 65 años. Como muestra el gráfico 3 (en donde solo me quedo con un grupo de países representativos de los 4 grupos iniciales) España sigue el mismo patrón que el resto de países, en donde el consumo político aumenta progresivamente con los años y cae considerablemente una vez alcanzada la edad de jubilación. Este patrón (algo diferente en Alemania) podría responder a la propia vida laboral de las personas y, en definitiva, a su progresión salarial.

Al igual que en los otros países con bajos porcentajes de consumo político, España tiene una leve mayoría de hombres entre aquellos que se declaran comprometidos con actividades no convencionales de participación política (gráfico 4). Lo contrario sucede en Alemania y Reino Unido, en donde son las mujeres las más activas, pero particularmente en Suecia en donde cerca del 40% de las encuestadas reconocen haber cambiado su actitud respecto a algunos productos.

Un aspecto singular de España en relación al resto de países es el perfil ideológico de los ciudadanos que declaran haber realizado algún acto de consumo político durante los últimos años. En la mayoría de los casos, el porcentaje de encuestados que se declaran de izquierdas[2] es considerablemente mayor que el porcentaje de ciudadanos de derecha. No obstante, en nuestro país –entre el 2010 y el 2011 – la proporción de consumistas políticos se repartía de forma similar a ambos lados de la escala ideológica (gráfico 5). Después del caso portugués (con niveles muy bajos de consumo político), España tiene la menor diferencia entre ambos grupos ideológicos; poco menos de 3 puntos porcentuales comparados con cerca de 9, 10 y 11 puntos de diferencia en Bélgica, Suecia y Alemania respectivamente.

Intrigado por este resultado, he producido otro gráfico con las diferencias ideológicas entre los consumistas políticos de nuestro país para todas las olas de la Encuestas Social Europea. El gráfico 6 muestra que en España ha existido cierta correlación entre el nivel de activismo político en relación al consumo y el color o la circunstancia política del gobierno de turno. El porcentaje personas de izquierdas que ha declarado haber participado en algún boicot lo han hecho en la última legislatura de José María Aznar. En cambio aquellos ciudadanos que se declaran de derechas manifestaron en una mayor proporción haber realizado algún tipo de consumo político en la primera legislatura de Zapatero, posiblemente como consecuencia de las campañas contra productos catalanes a raíz del papel de ERC como apoyo parlamentario del gobierno socialista.

Si bien a priori no contamos con una variable homogénea para comparar el consumo político por niveles de educación, sí existe en la encuesta una variable de “interés por la política” que (les ahorro el gráfico) no dista de ser diferente a lo intuitivamente esperado: aquellos con mayor interés en los asuntos políticos (que suelen ser los más informados y con niveles de estudios más altos) son más activos en este tipo de activismo, indiferentemente del país que miremos.

No obstante, según los datos de la encuesta social europea, España sí tiene otra particularidad en el perfil de los que abrazan el boicot como instrumento político. Como se ve en el último gráfico, el consumo político es mayor entre aquellos ciudadanos que declaran cierto grado de insatisfacción con la democracia. De hecho, son cerca del doble de los que se encuentran a gusto con el funcionamiento de la misma en España. Dicha diferencia no se percibe en ninguno de los otros países de este análisis, sólo con menor intensidad en Suecia, donde los niveles de participación política no convencional son en general altos.

Aunque no conozcamos la reseta secreta para que una campaña de boicot resulte ser exitosa, sí es intuitivo pensar que en gran medida depende de la visibilidad de la empresa a la que se quiere enviar un mensaje (empresas multinacionales) y de la capacidad de movilización del colectivo sensibilizado con la causa política en cuestión. Los datos aquí descritos pueden ser útiles para ambas partes. Pero sobre todo son útiles para invitarnos a reflexionar sobre nuestras actitudes políticas en la vida cotidiana, en un tiempo donde la demanda de regeneración política se oye por todas partes pero se estila bastante poco. Al menos, desde el supermercado.

[1] La sexta ola de la Encuesta Social Europea con datos de 2012-2013 estará previsiblemente disponible a lo largo de este mes.

[2] La categoría “izquierda” está construida a partir de la autoubicación ideológica de los encuestados entre el 0 y el 4 de la escala de la Encuesta Social Europea, en donde 0 es la extrema izquierda y 10 la extrema derecha. La categoría “derecha” agrupa los valores de 6 a 10.

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