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Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.

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Milei: lo sorprendente, lo normal y lo estrafalario

Javier Milei
19 de octubre de 2023 06:00 h

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El pasado 13 de agosto se celebraron en Argentina las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (más conocidas por sus siglas, PASO), previas a la elección presidencial del próximo 22 de octubre. En estas primarias, el candidato más excéntrico, más radical, más outsider y más antiestablishment consiguió el primer puesto con un tercio del voto de los argentinos. Uno de cada tres electores que cumplieron con la obligación de ir a votar lo hicieron por Javier Milei, “el loco”, “el peluca”, “el león”, candidato por el partido La Libertad Avanza (LLA), una alianza entre conservadores, liberales, libertarios y varias manifestaciones de la derecha y de la extrema derecha argentina.

A pesar de que Javier Milei lleva años disfrutando de una importante presencia mediática y siendo uno de los principales actores de la política argentina, su resultado en las PASO fue una verdadera sorpresa.

Lo sorprendente: las encuestas, el contraste y los tres tercios.

Ninguna de las encuestas colocaba a Javier Milei en el primer puesto. La mayoría de ellas le daba una intención de voto en torno al 15-17%. La sorpresa fue mayúscula. Detrás de la incapacidad de las encuestas para detectar el movimiento de placas tectónicas en el electorado argentino puede que estén un alto porcentaje de voto oculto -gente no dispuesta a declarar que apoyaría a Milei-, y la creciente caída en la tasa de respuesta en las encuestas, presumiblemente por el hartazgo político y económico en el que llevan sumidos los argentinos desde hace muchos años.

Otro motivo que explica la sorpresa del resultado de LLA en las PASO es la mala performance de los candidatos apoyados por Milei en las elecciones provinciales (regionales), anteriores a las primarias presidenciales. La falta de despegue a nivel nacional de la fuerza política liderada por Milei invitaba a pensar que, a pesar de la popularidad de “el león”, su escasa fuerza organizativa podría hacer menguar el proyecto libertario. Pero llegadas las PASO Milei gana, queda primero, por encima del candidato oficial –Sergio Massa– y la candidata de la coalición opositora –Patricia Bullrich– en 16 de las 24 provincias argentinas, cosechando en algunos casos unos resultados sorprendentes.

Así, los resultados de LLA supusieron el fin de la polarización “bicoalicional”.  Piénsese que prácticamente desde 2007 nueve de cada diez votos en Argentina se repartían entre dos fuerzas, el kirchnerismo y el anti-kirchnerismo. Tras las PASO, nueve de cada diez votos en Argentina se reparten entre tres. La sorpresa, la novedad, es el nuevo escenario de los tres tercios. Un tercio para el peronismo, otro tercio para la oposición -la coalición Juntos por el Cambio-, y otro tercio para Milei.

Lo normal: la crisis económica, el fracaso de la alternancia y la batalla cultural.

Como ha pasado con la victoria de Trump en EEUU, de Bolsonaro en Brasil o del Brexit en Reino Unido, lo sorprendente resulta tener algo ordinario. Que Milei haya cosechado más de 7,3 millones de votos de 35,4 millones de electores no puede ser el resultado de una locura colectiva, sino más bien una manifestación de un cambio social más profundo.

Teniendo en cuenta otras experiencias en donde partidos populistas, de extrema derecha o de la izquierda radical han encontrado un caldo de cultivo para surgir y crecer, podríamos identificar algunos factores estructurales que nos ayudan a comprender lo ordinario, lo normal, lo no sorpresivo en el voto a Milei.

El primer factor es el contexto económico de la Argentina. Desbordaría este espacio realizar una descripción detallada sobre el deterioro macro y microeconómico del país en las últimas décadas. Pero para muestra un botón. Aproximadamente, en los últimos 10 años, entre el 2012 y el 2022, el PIB creció en promedio sólo un 0.3%, la población viviendo por debajo de la línea de la pobreza pasó del 29% al 44%, el salario real (privado) cayó un 18%, y la inflación acumulada durante casi una década fue de un 560%. Quinientos sesenta por ciento. El 2023 lleva una inflación anual acumulada de 140 puntos. Un país en donde, según la OIT, la economía informal alcanza a más del 40% de la población ocupada, esto es, sin derechos laborales ni protección social. La situación económica, pues, se ha convertido en la variable más destacada para explicar un voto anti-gobierno (Massa es el actual Ministro de Economía) pero también anti-oposición, puesto que la administración de Mauricio Macri (líder de Juntos por el Cambio), entre 2015 y 2019, no cumplió con las expectativas de revertir la situación económica -en particular el problema estructural de la inflación- e incrementó de manera significativa el endeudamiento exterior gracias a un acuerdo con el FMI envuelto en presuntas prácticas corruptas (véase FMIgate).

La segunda corriente de fondo que nos ayuda a comprender el aluvión de apoyo electoral a un candidato antiestablisment y outsider como es el caso de Milei reside en un factor político: el fracaso de la alternancia. Desde el primer gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y el conflicto con el campo en el 2008, gran parte de la política argentina se entiende por una dinámica de polarización, por el binomio kirchnerismo-antikirchnerismo. De hecho, en las últimas décadas los proyectos entorno al kirchnerismo y a su oposición han cristalizado como las únicas alternativas de gobierno viables. Tanto es así que el país vivió con normalidad democrática la alternancia de gobiernos de diferente signo. Los de Cristina Fernández de Kirchner, primero, el de Mauricio Macri después, y, finalmente, el de Alberto Fernández, perteneciente al espacio del kirchnerismo.

No obstante, la alternancia entre las dos principales corrientes políticas no ha conseguido proporcionar soluciones duraderas a los problemas estructurales del país. Y aún más, cada una de estas administraciones, no ha sido capaz de mostrarse inmune a la corrupción que engrasa gran parte del sistema político y económico del país. Por tanto, a pesar de los avances que cada gobierno pueda presentar como activos ante la ciudadanía, es normal, entra dentro de lo ordinario, que buena parte del electorado no quiera apoyar a ninguna de las dos coaliciones y busque alternativas fuera de ellas.

Como sucedió en España en 2014-2015 con Pablo Iglesias, Milei, en Argentina, se erigió como el portavoz de la lucha contra la casta, contra la clase política, contra los partidos tradicionales. Como en España, el suelo era fértil para que la semilla de la indignación creciese y par que, rápidamente, Milei saltará de los platós televisivos a la política institucional. Con el contexto de crisis económica permanente y el ahogamiento de las alternativas políticas, no es descabellado pensar que Milei haya representado en las PASO el estado de ánimo de muchos ciudadanos argentinos. Hay que recordar que su apoyo electoral proviene de diferentes sectores sociales. Ricos, pobres y clase media escogieron la papeleta de LLA. En las PASO el voto a Milei fue transversal.

Pero Milei no es sólo un grito contra la clase política de los últimos 20 años, sino también una amalgama de propuestas extravagantes, políticamente inviables y con una clara orientación ideológica de extrema derecha. Que su candidatura haya conseguido tantos votos, pues, también se explica por algo que ya ha dejado de ser extraordinario: el crecimiento y la normalización de los discursos de extrema derecha.

Así, el tercer factor estructural que nos permite comprender lo ordinario de los resultados de las PASO es la batalla cultural, que también se libra en la Argentina. Milei se subió al barco de la alt-right con discursos en contra del feminismo, del cambio climático y de la izquierda woke que, en clave local, lo llevaron a posiciones negacionistas sobre los desaparecidos de la última dictadura militar. Durante la crisis del COVID-19 se enfrentó a las restricciones sanitarias y aprovechó el incumplimiento de las mismas por el propio Presidente de la Nación para ahondar en su discurso contra los privilegios de los políticos. Algunos datos parecen indicar que este discurso reaccionario ha encontrado apoyo particularmente en el electorado más joven, generaciones a la que la estela setentista del kirchnerismo o la épica de Néstor Kirchner tras la crisis del “que se vayan todos” en el 2001 les queda muy lejos, o no los moviliza. Hoy el 50% del electorado argentino tiene entre 16 y 35 años y “el peluca” es el político con mayor presencia en las redes sociales. Es viral en todos los sentidos.

Lo estrafalario

Javier Mieli es sin duda un político raro. Por el fondo y por la forma. Su programa –el fondo– está repleto de propuestas políticamente inviables. La eliminación del Banco Central, la dolarización de la economía, un drástico achicamiento del Estado, la eliminación de gran parte de la política asistencial, etc. No hay suficiente espacio para detallar la compleja maraña de alianzas y apoyos necesarios para cambiar radicalmente el statu quo, sobre todo sin una considerable fuerza propia en el Congreso. Algunas de estas propuestas han sido y están siendo debatidas durante la campaña electoral, pero es posible que eso ya no tenga mucha importancia, puesto que el electorado ya descuenta las locuras del “loco”. El apoyo de Milei, especulo, no viene por sus ideas, sino por ser el candidato en contra de los de siempre. El candidatos indignado y enfurecido, como la mayoría de los argentinos.

En las formas, Milei ha encontrado gran parte de su tirón electoral. Es irreverente, políticamente incorrecto, grita, utiliza palabrotas en sus intervenciones, va despeinado (él dice que lo peina la mano invisible del mercado), defiende ideas poco convencionales, y, según se puede derivar de muchos relatos periodísticos, es una persona mentalmente inestable. Su biografía está llena de historias grotescas que van desde que habla con Dios (Maradona no, el otro), que se comunica a través de una médium con su perro muerto (al que clonó y se trajo 10 copias desde EEUU), o que su hermana, inseparable compañera, es una especie de Moisés. Pero lo importante aquí es su estilo emocional con el que puede que una parte importante de la sociedad argentina haya conectado. No sería la primera vez que el carisma moviliza masas, ni en Argentina ni en otras latitudes.

El próximo domingo veremos en qué medida se confirman gran parte de estas especulaciones. Puede que las PASO hayan sido una mera advertencia, un mensaje hacia la clase política tradicional; o puede que las PASO hayan sido un verdadero termómetro que, hace sólo dos meses, registraron un nivel de calentamiento muy cercano del estallido. Pronto saldremos de dudas.

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