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“Habrá que afinar el tema del asilo a los refugiados, la consecuencia jurídica es que no es aplicable con claridad”

El ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo. / Marta Jara

Andrés Gil

José Manuel García-Margallo (Madrid, 1944) se encuentra promocionando su último libro, Todos los cielos conducen a España. Cartas desde un avión (Planeta). Y recibe a eldiario.es en la sala Zarzuela del hotel Intercontinental de Madrid. Lleva toda la mañana concediendo entrevistas, y seguirá haciéndolo por la tarde. La conversación, de 45 minutos, es compartida por varios medios. Cosas de la promoción: la editorial concentra los encuentros con periodistas para amplificar el mensaje, aunque sea compartido... Con eldiario.es están la Cadena Ser, Onda Cero, RNE, Cope y Público.

Margallo se siente cómodo hablando de política exterior, y también de Catalunya. No en vano participó en un cara a cara con Oriol Junqueras (ERC-Junts pel Sí) en la campaña catalana. Incluso sonríe cuando se le recuerda sus desencuentros con el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, a quien calificó de ágrafo, tras afirmar éste que Margallo estaba “congelado”: “Montoro se ocupa de fiscalidad y es un asunto por definición interno y mis compañeros que han escrito en el libro son los que tienen que aportar a la marca España, a la imagen de España en el exterior. Le aseguro a usted que escribir sobre las modificaciones del impuesto sobre la renta es bastante poco sexy para un finlandés. La política fiscal no me parece muy vendible, y yo soy inspector de finanzas. Pero mis relaciones con Montoro son muy divertidas, espléndidas y nos llevamos muy bien, como corresponde a viejos rockeros”.

La crisis humana de los refugiados está lejos de acabarse en Europa. Este mismo lunes amanecía una playa de Lesbos (Grecia) con cadáveres. ¿Qué está haciendo Unión Europea? “La Unión Europea en este y otros temas reacciona tarde y mal. Tenemos que tener una política de asilo y de inmigración integral y que contemple todas las facetas del problema. Ahora, decir que se van a abrir las fronteras para todo el que quiera venir no es una posición realista. No hay ningún país del mundo que por buenos sentimientos que tenga pueda acoger a todo el que quiere venir huyendo de un conflicto o huyendo de la pobreza. En este momento hemos declarado que son países no seguros y que sus nacionales pueden tener derecho de asilo a Eritrea y a Siria, ¿por qué no Irak, República Centroafricana, Somalia, Sudán del Sur...? Y en la política de inmigración ni siquiera baste una política europea y tenga que ser planetaria. En este momento la política de asilo y de inmigración europea está en mantillas y estamos acudiendo a soluciones temporales que nunca son satisfactorias”.

Entonces, ¿cuál es el problema? El ministro insiste: “El problema es que la UE tiene que hacer una política de asilo integral y de inmigración. Aquí hemos llegado a soluciones que jurídicamente son comprensibles, pero en la práctica no lo son. La teoría jurídica dice que el perseguido por razones religiosas, étnicas o políticas es demandante de asilo y tiene derecho de asilo, que no se puede negar. La inmigración, no. El problema es cómo distingues cuando te encuentras con un contingente de personas que llega en un barco con riesgos de ahogarse, quién tiene derecho de asilo y quién no lo tiene. Hay que poner en marcha los centros de acogida, que por ahora no están, en Grecia y en Italia, para hacer esa distinción. Una vez que se ha hecho esa distinción, los inmigrantes tienen que ser retornados, para la cual hay que contar con los países de origen. Y los demandantes de derecho de asilo tienen que ser distribuidos entre los países de la UE en función de sus necesidades. Todo eso no se ha hecho. No se puede plantear una cuestión concreta a día de hoy sobre un tema cuando falta el marco conceptual. Estamos poniendo parches y lo que hay que hacer es una política integral”.

Pero, en ese caso, ¿cómo casa esta distinción entre examinar quién tiene derecho de asilo y las devoluciones en caliente en Ceuta y Melilla? “El que intenta entrar por una frontera no por los pasos fronterizos no hay manera de distinguir si es un señor que está saliendo de su país por razones de persecución política o por razones de pobreza. Esto es un fenómeno que hay que ordenar. Es un fenómeno nuevo. El gran problema es que estamos contemplando un fenómeno diferente a las migraciones de otros años. La solución no está, es europea y probablemente mundial a escala de Naciones Unidas”.

En este punto, el ministro intenta cambiar de tema: “Pero no vamos a estar todo el rato con inmigrantes y refugiados, ¿no? Otros temas...”. Pero, entonces, ¿el derecho de asilo es imposible de aplicar? Margallo, no obstante, contesta: “Si estás perseguido por razones políticas, la consecuencia jurídica es que tienes derecho de asilo. El problema es cómo determinas que un señor tiene derecho de asilo o no tiene derecho de asilo. Ahora estamos con una solución parcial o de parche que es decir: los que vienen de países no seguros. ¿Cuáles son? Siria y Eritrea. ¿E Irak? ¿Somalia? ¿Sudán del Sur? ¿República Centroafricana? Estamos con que el supuesto de hecho no está suficientemente bien definido y la consecuencia jurídica no es aplicable con claridad. Habrá que afinar ese tema”.

Margallo logra cambiar de tema, y la conversación se reconduce hacia otros asuntos de su libro. Un libro que nace de su costumbre de “hacer fichas” en sus viajes: “Se hacen en un primer borrador en ordenador dictando y luego se corrigen. Algunas las he visto 30 veces. En el avión venía siempre alguien con un ordenador. Era una forma de aprovechar el tiempo”.

El libro es fruto de “haber hecho un ejercicio intelectual como fue la estrategia de acción exterior que había que traducirlo a una forma literaria que pudiese interesar al lector español. En política uno tiene que explicar por qué hace lo que hace, y mucho más en política exterior si quieres que sea previsible y pueda tener continuidad. Es decir, que quien te suceda sepa por qué se tomaron determinadas decisiones. Es muy triste que en esta campaña a nadie le preocupe gran cosa la política internacional, cuando no hay un solo acontecimiento de la vida de cada ciudadano que no esté claramente determinado por la política internacional, desde el precio de la hipoteca hasta el futuro de sus pensiones. Seguir viviendo como una isla desde la conferencia de Viena de 1815 es bastante disparatado”.

Una de esas decisiones en política exterior muy contestada fue la participación española en la guerra de Irak. Margallo recoge en su libro una correspondencia con el expresidente José María Aznar en la que el propio ministro recuerda a Aznar no haber compartido la decisión del Gobierno. “El problema no es reconocer si nos hemos equivocado”, argumenta Margallo: “No arregla nada. La quiniela no se puede hacer el lunes. En la política de Aznar hubo dos aciertos: el mundo está mejor sin Sadam Husein y es verdad que la postura de Aznar propició un acercamiento a EEUU, que es un eje clave: 'Estuvimos en Irak porque no estuvimos en Normandía'. El error en Irak, lo mismo que en Libia, es prever el derrocamiento del tirano sin prever lo que pasa el día después. En Irak se produjo sobre todo con Maliki un monopolio del Estado por parte chií, y la mayoría suni se siente desamparada. Y Daesh [Estado Islámico] nace en gran parte de gente suní, fundamentalmente de soldados de Sadam y tienen una cobertura suní que se sintió alejada de las preocupaciones del Gobierno de Maliki. Y en Libia lo que ocurrió es que se prevé el derrocamiento de Gadafi, pero nadie prevé lo que pasa después”.

¿Eso quiere decir que el Ejército Islámico es consecuencia de la guerra de Irak en la que Aznar involucró a España? “El vacío de poder que se creó en Irak y la sensación de injusticia suní propició el ascenso del Estado Islámico. Pero el señor Aznar no lo podía prever, porque en 2003 no existía Daesh, como no existía Al Nusra. Es un movimiento radicalmente nuevo en cuanto lo que quiere es un califato universal en todos los países islámicos y en cuanto actúa en las redes sociales y en los medios de comunicación con una modernidad muy importante. Nadie podía hablar de Daesh en 2003. España no tenía tantos intereses en Irak como para perder o ganar, quien ha perdido es la comunidad internacional”.

Un actor importante de la política internacional y con el que las relaciones de la Unión Europea son malas es Rusia. Margallo las califica de “clima de guerra fría”: “Aquí hemos pasado del sueño de tener una relación de partenariado con Rusia después de Gorbachov a pasar una relación casi de clima de guerra fría que está enturbiando las relaciones con Rusia y está dificultando las soluciones en Ucrania, Siria, etcétera. Aquí se produjo de cambio de entente. Con Yeltsin todo el mundo entendió que Rusia había pasado el duelo imperial, y cuando llegó Putin, dijo: la defensa de Rusia pasa por alejar lo más posible a sus adversarios. Y eso se empieza a torcer en Georgia y tenemos Osetia y se tuerce en Ucrania. Estamos en una situación de desconfianza absoluta entre unos y otros y hay que intentar restablecer el clima de confianza si queremos resolver los problemas pendientes”.

¿Y qué papel puede desempeñar la ONU?“El veto de los miembros permanentes es un impedimento para llegar a soluciones. Por eso, España pidió la supresión del veto en crímenes contra la humanidad y de guerra, y la creación del tribunal penal internacional en materia de terrorismo para que no haya impunidad. Pero modificar eso es de enorme complejidad. Es verdad que Naciones Unidas entra en situación de parálisis en muchos casos”.

Otro de los asuntos que surgen en el libro del ministro de Asuntos Exteriores es Catalunya, por medio de su correspondencia con el exministro Josep Piqué: “Para el tango hacen falta dos. Artur Mas ha ido a buscar la confrontación y no el diálogo. Cuando se presenta en Moncloa pidiendo un pacto fiscal es perfectamente consciente que ni está amparado por la Constitución ni habría sido aceptado por el resto de las Comunidades. Otra cosa es pedir un nuevo pacto de financiación multilateral y otra el pacto fiscal, y decir que si no me lo dan cojo la vía de la independencia. Y dialogar con un señor que está en un golpe de Estado institucional, en un motín en toda regla... En la carta de Piqué se dice que el problema no es que se quiera romper la unidad de España, es que se proclama por un órgano que trae causa de la Constitución y el Estatuto, que es la Generalitat. Y, segundo, que haya decidido seguir este camino aun a sabiendas de que iba a producir una división de la sociedad catalana en dos y un divorcio de esa parte de la sociedad catalana que se ha dejado llevar por estas propuestas con el resto de la sociedad española. Con un señor que está en estas condiciones no es fácil dialogar”.

“Cuando se produce una declaración que dice que el Parlamento de Catalunya es soberano y no reconoce ninguna autoridad superior”, prosigue Margallo, “que no se reconocen a las instituciones políticas de todos y que no se reconoce la jurisdicción del tribunal Constitucional... Eso es negar absolutamente el Estado de Derecho y el principio de la legalidad. Lo primero es restablecer la legalidad y el orden, si no es el desorden absoluto”. ¿Y cómo se restablece? “Se sofoca siempre dentro de la ley y la Constitución establece todos los mecanismos posibles y el gran error de Artur Mas es creer que España es menos fuerte de lo que es. Es un país muy fuerte, y el Estado de Derecho es lo suficientemente sólido para restablecer la legalidad. Le aseguro que nadie en la UE ha entendido que un responsable institucional se va a cargar el marco legal. Es una sublevación en toda regla”.

En clave interna, Margallo también aborda, en cartas con el exministro José Ignacio Wert, la irrupción de Podemos: “En la carta lo que intento es establecer un paralelismo entre lo que ocurrió después de 1918 y lo que está ocurriendo ahora. Entonces, después de la revolución de Octubre, en la Europa liberal y burguesa como decía Lenin, se llega a la conclusión de que para frenar la expansión del comunismo, la democracia liberal era débil, y que para frenar eso había que crear movimientos autoritarios de signo contrario: Mussolini en el 22; y el Putsch de Múnich y Primo de Rivera, en el 23... Eso se va sofocando hasta la crisis del 29, que es parecida a la crisis de 2007, que también crea indignados. Los indignados buscan fórmulas nuevas. Lo que está pasando en Europa es eso: el Frente Nacional, el Movimiento 5 Estrellas, Syriza en Grecia, en Portugal puede entrar el Bloque de Esquerda y arruinar todos los esfuerzos de Pasos Coelho, en Alemania, partidos xenófobos... Los populismos crecen cuando crece la desconfianza en los partidos tradicionales. Y son movimientos difíciles de manejar. Yo no logro saber si Podemos está en el movimiento bolivariano o con Syriza. No tienen propuestas alternativas y es muy difícil decir si se puede estar de acuerdo o no cuando al otro lado limitas con la nada. Y yo de política exterior no sé qué quiere Podemos, salvo que le gustaba Maduro y luego Tsipras, y yo no estoy en esa línea, para decirlo en términos más suaves y caritativos”.

Uno de los retrocesos en política exterior durante el Gobierno de Mariano Rajoy se ha producido en cooperación internacional. Y Margallo lo reconoce: “En mi periodo no ha sido la parábola de los talentos, ni la de panes y peces. El presupuesto ha sido la quinta parte que mi antecesora socialista. Lo hemos hecho tirando de los fondos no comprometidos, 900 millones de euros cuando entramos, pidiendo dinero a la UE para que nuestros cooperantes trabajasen, haciendo acuerdos con los países de Iberoamérica de renta media para hacer cooperación triangular, concentrándonos en países (de 50 a 23), en los sectores más vulnerables (pobreza, hambre, sanidad) y trabajando más. Y eso no sólo ha pasado en cooperación. La campaña del Consejo de Seguridad, Turquía, tenía 250 millones y España, 1 millón. Tuvimos que celebrar la entrada en las oficinas de la representación permanente, ellos habían alquilado el Waldorf Astoria. Ha sido un periodo muy complicado desde el punto de vista presupuestario y me habría gustado hacer mucho más. El rey se comprometió a que en el periodo de los objetivos de desarrollo sostenible cumplamos el compromiso del 0,7% y ya este año hemos tenido un poco más de respiro. Hemos tenido que hacer maravillas con el escasísimo presupuesto”.

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