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The Guardian en español

La carta machista de un empleado de Google regala a los ultraconservadores un nuevo mártir

Damore critica a Google por haber creído ‘una idea extrema”, que la poca representatividad de mujeres en la empresa se debe a la opresión

Owen Jones

Google ha despedido a un trabajador que envió un memorando en el que afirmaba que las empleadas de la compañía eran biológicamente inferiores y cómo esta característica las hacía menos aptas para empleos tecnológicos. El ingeniero de programas se llama James Damore. Van a oír hablar de él en las próximas semanas: probablemente se convertirá en la estrella invitada de programas de la derecha alternativa y del circuito de conferencias de la extrema derecha; su rostro aparecerá en las portadas de las revistas más conservadoras y terminará ganando mucho dinero con la publicación de un libro en el que describirá su martirio y hablará de cómo los progresistas controlan a los blancos.

De hecho, los internautas de derechas ya lo han convertido en un héroe. Estoy seguro de que muy pronto miles de hombres de extrema derecha expresarán su indignación en Twitter y reemplazarán su foto en la red social por la de Damore y sus nombres por la afirmación “yo también soy James Damore”.

Damore critica a Google por haber creído “una idea extrema”, que la poca representatividad de mujeres en la empresa se debe a la opresión, y por ofrecer una “solución autoritaria”, que consiste en impulsar medidas de discriminación positiva para corregir esta opresión. Según él, los hombres y las mujeres son biológicamente distintos. Considera que las mujeres “se interesan más por las personas que por los objetos” y que su neurosis y su propensión a trabajar en equipo las hacen menos aptas para ser programadoras. Damore afirma que a los hombres, en cambio, les gusta competir y sistematizar.

Google considera que afirmar que las empleadas de la empresa tienen unas características biológicas que las hacen menos aptas para este tipo de trabajo es ofensivo e incorrecto. Resulta difícil cuestionar este planteamiento.

Los comentarios de Damore no son más que una estupidez, maquillada con jerga pseudocientífica. No solo menosprecia a las mujeres sino que además reduce a los hombres a la condición de meros robots individualistas y sin emociones.

Como explica Yonatan Zunger, que hasta hace poco era un directivo de Google, este tipo de hombres no podrían ser buenos ingenieros. La ingeniería está profundamente unida a los conceptos de cooperación, colaboración y empatía hacia tus compañeros de trabajo y tus clientes. Zunger sí reconoce que las mujeres parecen tener mayores habilidades sociales (pero no por el hecho de estar programadas genéticamente) y prestan una mayor atención a las necesidades emocionales de las personas. Estas características les hacen ser mejores ingenieras.

Aunque esta no era su intención, el manifiesto de Damore es esclarecedor. Nos permite entender el apoyo de muchos hombres a la candidatura de Trump; uno de los factores que propició su victoria (irónicamente, resulta difícil pensar en un personaje público que sea más neurótico, irracional y emocional que el presidente de Estados Unidos).

El último siglo ha sido un campo de batalla para una serie de luchas arduas y dolorosas para defender los derechos de las mujeres y de muchas minorías. Estas luchas han resultado ser muy difíciles porque han tenido que cambiar una discriminación estructural que se ha perpetuado durante siglos e incluso milenios. Sociedades enteras conspiraron a favor de los hombres blancos ricos y heterosexuales. En la actualidad todavía existen personas que nacieron antes de que las mujeres pudieran votar en Estados Unidos o en el Reino Unido.

Inevitablemente, las mujeres, los afroamericanos y las minorías étnicas y sexuales han ido ganando terreno en detrimento de los privilegios de otros. Y es por este motivo que algunos presentan la pérdida de estos privilegios como autoritarismo e incluso opresión.

“La corrección política es de locos”, “ya no puedes decir lo que piensas”. Estos estereotipos son el fundamento de la carta de Damore, si bien él utiliza la sofisticada expresión “cámara de resonancia ideológica de Google”.

Lo cierto es que se equivoca. Estos movimientos han sido liberadores, no opresivos. En el pasado, algunos libros fueron censurados por su obscenidad. Si cuestionabas la religión oficial, podías quedar marginado; de hecho, en muchos países de Occidente podías terminar en la cárcel. Un hombre que le guiñara el ojo a otro hombre en la calle podía terminar entre rejas. La cultura silenció las experiencias vitales de millones de personas.

En la actualidad, los hombres pueden expresar sus sentimientos y hablar de sus problemas sentimentales, pueden desempeñar un papel más activo en el hogar y pueden tener amigas, si bien queda un largo camino por recorrer.

En Reino Unido, el suicidio es la principal causa de mortalidad en el caso de los hombres de menos de 50 años. En parte, ha sido una visión autoritaria de la virilidad la que ha impedido que puedan hablar de sus sentimientos. Ahora podemos beneficiarnos del talento de muchas mujeres y miembros de minorías étnicas y sexuales que fueron sistemáticamente oprimidos.

El manifiesto nos recuerda lo que ya sabíamos: que algunos hombres blancos se sienten amenazados e inseguros. A todos nos gusta pensar que todo lo que hemos conseguido ha sido gracias a nuestros esfuerzos. Estos hombres se sienten profundamente inseguros cuando esto se cuestiona y tienen que enfrentarse a la idea de que muchos de sus logros se deben a una posición privilegiada en la sociedad. Este planteamiento hace que se sientan profundamente inseguros. ¿Y qué resulta más oportuno que afirmar que las desigualdades tienen una explicación biológica? Según este argumento, no se trata de una injusticia sino del destino. Esto explica por qué Google, como muchas otras empresas, está liderada por una cifra desproporcionada de hombres que proceden de entornos privilegiados. Durante muchas generaciones, el sistema estuvo de su parte.

La lucha de las mujeres, las personas de color y la comunidad LGBT ha permitido consolidar muchos derechos, si bien estos derechos se cuestionan constantemente y queda mucho camino por recorrer para conseguir la plena igualdad. Los dos últimos años han servido para demostrar que toda victoria lleva consigo una reacción. Damore se ha convertido en el último mártir de estos hombres indignados. En realidad están indignados porque saben que al final perderán la batalla.

Traducido por Emma Reverter

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