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Ataque de lucidez

Albert Rivera y Mariano Rajoy, durante un encuentro en Moncloa.

Javier Pérez Royo

Al PSOE, por decirlo de una manera coloquial, periódicamente se le aparece la virgen. Se le apareció en el año 2000 cuando eligió contra todo pronóstico a José Luis Rodríguez Zapatero en lugar de a José Bono como secretario general. Se le ha vuelto a parecer este año, cuando también contra todo pronóstico, eligió a Pedro Sánchez frente a Susana Díaz. Y se le volvió a aparecer antes de ayer, cuando la torpeza de Albert Rivera propició que la dirección del PSOE tuviera un ataque de lucidez y se diera cuenta de que cerrar filas con el PP en este momento era una decisión suicida. Suicida para el partido, porque es suicida para la democracia española.

La estrategia del PP contra la autonomía de Catalunya es una estrategia franquista. El PP quiere al nacionalismo catalán “cautivo y desarmado”, derrotado y humillado. Quiere ganar por 10 a 0, como muy gráficamente dijo hace unas semanas la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría.

Esa estrategia lleva inevitablemente a una deriva autoritaria en todo el Estado. Catalunya no puede ser gobernada de esa manera en un Estado democrático. Fue posible tras la guerra civil con el Estado totalitario que se impuso a continuación. Pero en democracia no es posible. Catalunya tiene que poder autogobernarse para que España pueda hacerlo. La alternativa es la ausencia de democracia tanto en Catalunya como en España.

A eso es a lo que conducía la proposición no de ley impulsada por Ciudadanos. Negarse a que la negociación política entrara en la respuesta que hay que dar al problema de la integración de Catalunya en el Estado, que es lo que viene haciendo el PP desde que en 2005-2006 empezó la recogida de firmas contra el Estatuto y prosiguió con el recurso ante el Tribunal Constitucional de una manera torticera, únicamente puede conducir al desastre para Catalunya y para toda España.

El nacionalismo catalán es parte de la “constitución material” de España. España no puede expresarse constitucionalmente, que a estas alturas del siglo XXI equivale a decir democráticamente, sin que esa parte de su constitución material esté reconocida en cuanto tal en su Constitución escrita. Eso, con la estrategia del PP que Ciudadanos pretendió antes de ayer que fuera avalada por el Congreso de los Diputados, resulta imposible. Dicha estrategia conduce a la mutilación constitucional de España, es decir, a la deformidad y, en último término, a la degeneración primero y descomposición después del sistema político de la democracia.

El ataque de lucidez de la dirección del PSOE no pudo llegar en mejor momento. Estamos deslizándonos por una pendiente que nos puede llevar a la catástrofe y todo lo que se haga para frenar este deslizamiento es poco. El PSOE tiene que saber que, sin una democracia genuina, es su propia supervivencia la que se ve amenazada, algo que no le ocurre en la misma medida al PP. El PSOE necesita la democracia mucho más que el PP. Muchísimo más. Y la estrategia que se está siguiendo contra el nacionalismo catalán la hace imposible. Afortunadamente antes de ayer se evitó cometer ese error funesto.

No quiero terminar sin hacer la advertencia al Jefe del Estado de que es la propia Monarquía parlamentaria como forma política del Estado español la que se está poniendo en cuestión con la estrategia que se está intentando imponer respecto de la integración de Catalunya en el Estado. La Monarquía parlamentaria figura en el artículo 1.3 de la Constitución, que viene detrás del principio de legitimación democrática del Estado que figura en el artículo 1.2. “La soberanía nacional reside en el pueblo español del que emanan los poderes del Estado”, dice el artículo 1.2 de la Constitución. A continuación en el 1.3 se dice: “La forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria”. Sin 1.2 no hay 1.3. Si quiebra el principio de legitimación democrática, como quebrará inexorablemente si se sigue por el camino que vamos, la quiebra de la Monarquía vendrá a continuación.

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