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¿Con Franco no había paro? Medio siglo de la Encuesta de Población Activa

Oficina de empleo del Servicio Público de Empleo de Castilla y León. / Efe

Daniel Fuentes Castro

No es la primera vez que algún estudiante me pregunta, entre ingenuo y capcioso, si es verdad que con Franco no había paro. El problema no está en absoluto en la pregunta, cuya contestación sirve para amenizar la clase y es pretexto para comentar la evolución histórica del mercado laboral español. Pero resulta inquietante la asociación de ideas que puede esconderse detrás de una verdad a medias que no fue sino pura propaganda.

La primera tasa de paro que estimó la Encuesta de Población Activa (EPA) corresponde a 1964. A finales de ese año el desempleo afectaba al 2,1% de la población activa. El 26% de paro que acaba de publicar el INE, correspondiente al cuarto trimestre de 2013, hace el número 50 en la serie. La EPA está de cumpleaños y lo que dice, sí, es que la tasa de paro es mucho mayor que hace medio siglo.

Ocurre que, en realidad, hace 50 años el paro no era una inquietud en las economías occidentales. No lo fue hasta la crisis del petróleo de 1973, que puso en evidencia que era posible tener una inflación alta y al mismo tiempo elevadas tasas de paro. Hasta ese momento no había paro en la Alemania de Lübke y Heinemann, ni en la Francia de De Gaulle y Pompidou, ni en el Reino Unido de Macmillan, Wilson y Heath. Sí lo había en la España de Franco, con maletas de cartón.

Aunque las cifras varían de unas fuentes a otras, sobre todo entre “emigración asistida” (gestionada directamente por el Instituto Español de Emigración) y emigración real, en ningún caso el número de emigrantes españoles en la década de los sesenta fue inferior a un millón de personas.

Siendo cautos, se puede calcular el número de españoles registrados como residentes permanentes en otros países de Europa en 1964 en torno al 5% de la población activa. Si a esto añadimos la emigración de temporada, inferior a tres meses, se tiene que ese año el paro y la emigración afectaban aproximadamente al 8% de las personas en busca de empleo (sin contar los emigrantes temporales, cuya estancia en el extranjero oscilaba entre tres meses y un año, ni los emigrantes a otras partes del mundo). Mientras tanto, la tasa de paro en Alemania era del 1%, y en Francia, del 2%, y su emigración por motivos económicos era estadísticamente nula.

En cualquier caso, lo verdaderamente importante es que el último medio siglo ha venido acompañado de cambios económicos y demográficos, en España y en el resto de Europa, cuyos efectos sobre la tasa de paro no se pueden pasar por alto. Desde 1964 hasta hoy la población española en edad de trabajar (cuya edad mínima pasó de 14 a 16 años en 1980) se ha incrementado en más del 60%. Estamos hablando de un mercado laboral que ha crecido en casi 15 millones de personas.

Puede argumentarse que el incremento de la población en edad de trabajar afecta sobre todo al tamaño de la economía, pero no tanto a la probabilidad de encontrar un empleo: si se ha incrementado el número de personas en edad de trabajar, también se habrá incrementado la capacidad productiva del país.

La cuestión es que la población en edad de trabajar también ha crecido en términos relativos: a finales de 1964, el 72,7% de la población estaba en edad de trabajar, frente al 81,8% que se calcula en la última EPA. Esto significa que, por cada 100 habitantes, hoy tenemos 9,1 personas más buscando su lugar en las estadísticas del mercado laboral, bien como “activos ocupados” (empleados), bien como “activos desocupados” (parados) o bien como “inactivos” (todas aquellas personas en edad de trabajar que ni desempeñan un empleo remunerado ni lo buscan, principalmente amas de casa, jubilados, estudiantes y población económicamente dependiente).

El otro aspecto demográfico fundamental para explicar la evolución del paro en los últimos 50 años es la tasa de actividad, que mide cuántas personas en edad de trabajar tienen un empleo o lo buscan. A finales de 1964, el 51,8% de las personas en edad de trabajar tenían trabajo o lo buscaban, mientras que hoy en día son el 59,4%. Así que, por cada 100 personas en edad de trabajar, hoy tenemos 7,6 personas más buscando empleo. Este incremento viene explicado fundamentalmente por la incorporación de la mujer al mercado laboral (de esos 7,6 nuevos activos, 5,6 son mujeres y 2,0 son hombres).

Es decir, que no sólo somos más los españoles en edad de trabajar (tanto en números absolutos como, sobre todo, en relación a la población total), sino que, dentro de los que estamos en esa edad, somos más los que queremos trabajar. Estos dos cambios en la estructura de la población (incremento relativo de la población en edad de trabajar e incremento de la tasa de actividad, especialmente la femenina) se traducen en que hoy tenemos 8,3 activos más por cada 100 habitantes que hace medio siglo.

Dada la población de 1964, esto habría supuesto un incremento de unos 2,6 millones de personas en busca de empleo. La estructura económica de hace medio siglo no habría soportado estos cambios demográficos y el resultado ceteris paribus habría sido una tasa de paro en torno del 20% de la población activa (movimientos migratorios al margen). Sirva como punto de comparación que la media histórica del paro EPA en el cuarto trimestre de los últimos 50 años se sitúa en el 12,8% (o 15,6% si limitamos la serie al periodo posterior a la crisis del petróleo de 1973).

Por último tampoco podemos olvidar la radical transformación experimentada por la estructura económica española en los últimos cincuenta años. La estimación de su impacto sobre las tasas de paro excede el propósito de este artículo, pero basta con señalar que en 1960 los activos del sector agrícola representaban casi el 40% del total y que actualmente apenas superan el 4,5% de todos los activos.

Es cierto, y éste es un desafío sin resolver, que la industria y los servicios han generado empleo a un ritmo más lento del que se ha ido destruyendo en la agricultura. Pero también lo es que el PIB per cápita ha crecido de manera espectacular en este tiempo (un 400% entre 1960 y 2000, corregidos los efectos de la inflación). Esto ha sido así porque los sectores que generan más riqueza son menos intensivos en mano de obra.

En fin, el mundo ha cambiado mucho en estos 50 años y la solución a nuestra tasa de paro no pasa por mirar atrás ni puede consistir en que las mujeres vuelvan a sus casas, los hombres regresen al campo y, quienes puedan, vayan a buscarse la vida en el extranjero.

Nota: la información estadística está extraída de la EPA y de Albert Carreras y Xavier Tafunell (coordinadores): 'Estadísticas Históricas de España – Siglos XIX y XX'. 2ª edición revisada y ampliada, 2005. Fundación BBVA. Bilbao. Los cálculos son del autor.

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