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La igualdad y la justicia, olvidadas

Jesús López-Medel

La Constitución “de todos” fue sustraída y sustituida por la Constitución “de los que apenas la querían”. En efecto, en la Transición, aunque no fue oficialmente una legislatura constituyente la de 1977, tuvo por resultado, tras las primeras elecciones, una Ley Fundamental que cumple ahora 37 años. Fue asumida y pactada como modelo de convivencia por todos los grupos políticos, desde la AP de Fraga al PCE de Carrillo, pasando por UCD, PSOE o PSP de Tierno. Todos cabían, incluida Convergencia de Cataluña de Roca-Pujol. Ahora hay un desafecto a nuestra Constitución que resulta de que se han apropiado de ella quienes menos la querían y que, además, la han violentando reinterpretado de modo sectario. Otros, que provenían de izquierdas radicales, echan a esa etapa la culpa de todo. Solo tienen una pequeña parte de razón pero no en calificar radicalmente de obsoleta la Constitución.

En efecto, la derecha parlamentaria más extrema se fragmentó en la votación final pese a que su líder fue uno de los participantes activos en su elaboración. Alguno de sus diputados votarían “no” o “abstención”, igual que harían electores en el referéndum de 6 de diciembre (recuerden los jóvenes -mayores, como yo-, que la campaña oficial el himno era “Libertad sin ira” del grupo Jarcha). En esa Alianza Popular militaban José María Aznar y Mariano Rajoy. Y no eran precisamente entusiastas de ese texto. Como lo escrito queda, hace unos años, reapareció un artículo de Aznar, entonces Inspector de Hacienda en La Nueva Rioja, bastante crítico con la Constitución y su consenso y “comprensivo con el abstencionismo beligerante”. Era un 23 de febrero de 1979. Luego, en el poder, se inventaría lo del “patriotismo constitucional”. Su sucesor digital luego de plasma y después de Bertín, junto a su indefinición de ideas, jamás mostró ni en aquel tiempo (ya entonces en la política activa) ni en los años posteriores, afecto especial a la Constitución.

Pues bien, ese texto que Aznar criticaba y que, repito, no rechazado por nadie sino al contrario, fue apropiado por quienes menos lo aceptaron y que, después, ha sido reinterpretado de modo fragmentario. Es cierto que la Constitución contiene defectos pero también preceptos muy importantes que, lamentablemente, han quedado relegados. Y también reinterpretados desde la mutilación de otras normas importantes y progresistas entonces y ahora, pero ciertamente olvidadas.

He recomendado un artículo muy brillante de Isaac Rosa en eldiario.es titulado 'La reforma constitucional esa que viene', donde recogía algunos de los preceptos más avanzados del texto de 1978 que configuran la aspiración de conseguir una “sociedad democrática avanzada”, según expresa el Preámbulo redactado por Tierno Galván hace treintaisiete años. ¡Fíjense al nivel que hemos llegado! Así, pues, junto con las sombras de la Constitución, también había y hay luces importantes. Pero éstas, en el desarrollo posterior, los gobernantes y la oligarquía económica que manda aquí, las han apagado. Pero siguen estando en nuestra Ley Fundamental (“Ley de leyes” decimos) y tenemos que reivindicarlas y recuperarlas.

Son varios los aspectos a subrayar de la Constitución vigente y que adecuadamente aplicados habrían generado un resultado muy distinto a los que en los últimos años. Otra cosa es el hecho de que gobiernos “populares” (?) y “socialistas” (?) hayan orillado esos principios más progresistas. Así, la configuración del modelo constitucional de España como un “Estado Social” debería haber sido guía de los poderes públicos. No lo ha sido en modo alguno en estos últimos años. Así como la proclamación como valores superior del ordenamiento jurídico de la “igualdad” y la “justicia”. Si este mandato hubiera sido faro de los gobernantes, otra situación muy diferente tendríamos ahora. Asimismo, se encomienda a éstos promover que, además de la libertad, también la igualdad del individuo y los grupos sociales sea “real y efectiva”.

Igualmente, debe destacarse que la Constitución proclama principios importantes como la “seguridad jurídica” y la prohibición “de la arbitrariedad de los poderes públicos” al igual que la “responsabilidad” (que no impunidad) de éstos. Asimismo se declaran como fundamentos del sistema político y de la paz social dos ejes esenciales en la Constitución, (que no quienes la han desarrollado) como son “la dignidad de la persona” y “los derechos inviolables que le son inviolables”.

Pues bien, observe el lector paciente que si estas normas contenidas en la Constitución se hubiesen tenido mucho más presentes y cumplidas por los dirigentes políticos, la situación de los españoles y la sociedad sería otra muy diferente. A pesar de que la Ley Fundamental dedica una tercera parte de su contenido a la regulación bastante detallada de los Derechos Fundamentales y Libertades y que también se ordena que estas materias se han interpretar en el sentido de la Declaración Universal de Derechos Humanos y demás Acuerdos internacionales, no estaríamos en esta España triste de retrocesos claros.

Dejo a un lado en este artículo otras materias que si debían revisarse como, entre otras, la organización territorial del Estado o un modelo de Fiscalía General no partidista elegible por el Parlamento con mayoría de 3/5 pero en lo que es eje del sistema constitucional vigente, lo cierto es que, aun con sus deficiencias, sombras y reminiscencias, la Constitución, bien aplicada en materias muy relevantes, como, entre otras, igualdad y justicia, es un instrumento democrático de alcance y desarrollo por mejorar.

En todo caso, en otras materias a modificar soy más que escéptico, dado el carácter netamente inmovilista de uno y el conservadorismo neo liberal de otro de dos de los partidos mayoritarios. Pero lo que sí me parece muy importante es subrayar la pertinencia de los principios y valores capitales ya vigentes. Ya sólo con recuperar la “igualdad” y la “justicia” que han quedado olvidadas, será un avance.

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