Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

La realidad no existe

José María Calleja

La realidad no existe. Dan igual las fotos en el yate con el narco gallego, las contabilidades manuscritas del esquiador vocacional y trepador que nunca será culpable; los sumarios embotados en los que el presunto culpable aparece también como evidente acusador; los despidos simulados, diferidos, fragmentados, de tesoreros sobradamente enriquecidos y con cuentas sin fin; los dinerales para los ejecutivos corruptos e incompetentes de las cajas de ahorro, salvadas con millones de dinero público mientras los saqueadores robaban a sus clientes; los engaños a los ahorradores con las preferentes y las hipotecas; los suicidados en pleno trámite de lanzamiento de su vivienda, más conocido por desahucio; los consejeros de sanidad del PP que, después de favorecer a la sanidad privada, fichan con sueldos millonarios por las empresas a las que dieron trato preferente, cuando estaban en lo público; los millones de parados, que parecen ser unos cuantos menos, gracias a la Virgen del Rocío; el Rey y parte de su familia, con sus múltiples boquetes y los que vendrán por correo electrónico; los ERE, previstos para compensar a los despedidos, usurpados por voraces saqueadores.

La lista es larga y la suma de todos los ingredientes da un único resultado: la oceánica desesperanza de millones de ciudadanos que ya no se creen nada, que ya no confían en nadie, que no ven ni presente ni futuro. Asistimos a la voladura del estado de certezas y confianzas, base del estado de bienestar construido durante los últimos treinta años. Estamos, de hoz y coz, en la construcción del Estado de sitio de la voracidad, en la tesitura de cada uno a lo suyo, en que siempre ha habido ricos y pobres y que se clausuró la etapa en la que algunos confiaron en la igualdad y el progreso.

Solo nos salvan los movimientos de protesta contra el destrozo, las nuevas formas de actuar.

Para que la realidad no exista, no se nombra a sus protagonistas, no se pronuncian ciertas palabras, no se comparece ante los medios, no se dice ni siquiera no; el momento llamado plasma como paradigma de la no comunicación, las ruedas de prensa escuetas, forzadas por viajes o visitas, la idea de que pase el tiempo y llegue el minuto noventa, más el descuento, sin habernos quemado dando explicaciones a la chusma.

A lo mejor no tenemos la distancia suficiente para saber todas las dimensiones del destrozo, pero, por lo que conocemos ahora, ya tenemos bastante.

Etiquetas
stats