Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
Sánchez intenta recuperar el control cercado por los casos de acoso y corrupción
González Amador, alias Alberto Burnet: el ciudadano menos particular de Madrid
OPINIÓN | '¿Qué hacer para evitar la llegada ultra al poder?', por Antonio Maestre

Los trabajadores, al rescate de la última industria lechera de Mallorca: “Agama es la memoria viva de obreros y payeses”

Francisco Rojas, el trabajador más veterano de Agama

Esther Ballesteros / Francisco Ubilla

Mallorca —
15 de noviembre de 2025 07:31 h

0

“Llevo aquí más tiempo que el castillo de Bellver”, bromea Francisco. Es el trabajador más veterano de Agama, acrónimo de la Asociación General Agraria Mallorquina, y testigo de casi medio siglo de historia de la única industria lechera que queda en la isla. Empezó con 17 años y lleva 49: “Recuerdo que al principio la leche se recogía en cántaras, uno quitaba la tapadera, el encargado metía una probeta, se sacaba un centímetro cúbico de leche y otro de alcohol y, si no se cortaba, es que estaba buena... A partir de ahí, unas 25 ó 30 personas trabajaban en el proceso de tratamiento, porque entonces no había tanta máquina”. Desde que en 1958 un grupo de ganaderos y productores locales decidiese unir sus fuerzas para industrializar y comercializar la leche mallorquina, Agama ha sido durante décadas sinónimo de proximidad, arraigo y comunidad. “Creemos en nuestra tierra y en su gente”, puede leerse en la página web de la lechera mallorquina.

En los últimos meses, sin embargo, Agama atraviesa sus horas más inciertas. En 2017, la empresa fue adquirida por el grupo Damm y, tras años de subidas y bajadas, el pasado 26 de septiembre, la cervecera comunicó a las tres vaquerías de Mallorca que abastecen a la marca su intención de dejar de comprarles leche a partir de diciembre de 2026. Lo cuenta Jesús Ávila, el representante legal de los 16 empleados que quedan en la planta mallorquina. Junto a otro compañero, José Antonio, Jesús atiende a elDiario.es a las afueras de las instalaciones. Al fondo, las cintas transportadoras, las cubas de pasteurización y las líneas de envasado continúan con su labor, ajenas a la incertidumbre que planea sobre el futuro de la empresa y de quienes la mantienen viva. “¿Qué pueblo se permite cerrar su industria lechera? Si cierra Agama, será un atentado contra la soberanía alimentaria de Balears”, recriminan, por su parte, las asociaciones que representan a los payeses de Mallorca. Este periódico se ha puesto en contacto con Damm para conocer su versión, pero no ha obtenido respuesta.

Parte del complejo industrial de Agama, con sus taques y depósitos para el procesado y el almacenamiento de la leche

La propuesta de los trabajadores: dejar Agama en manos de la plantilla

“La pérdida de Agama sería mucho más que el cierre de una fábrica”, lamentan los trabajadores, para quienes el cierre de la marca supondría “el desmantelamiento de la industria y la agricultura en Mallorca, sacrificadas para alimentar un modelo turístico depredador”. Ante los movimientos efectuados por Damm, que ha propuesto recolocar fuera de la isla a los empleados de la planta mallorquina, Ávila ha planteado una alternativa que podría cambiar el rumbo de la empresa: dejar Agama en manos de la plantilla. La propuesta incluiría un puente financiero de 1,2 millones de euros, equivalente a los fondos públicos que Damm debería devolver si cesa su actividad, y que los trabajadores proponen reinvertir en dar continuidad a la marca bajo un modelo cooperativo, cubriendo los primeros gastos operativos y facilitando la cesión de la marca y la maquinaria a la cooperativa.

Ante los movimientos efectuados por Damm, que ha propuesto recolocar fuera de la isla a los empleados de la planta mallorquina, los trabajadores han planteado una alternativa que podría cambiar el rumbo de la empresa: dejar Agama en manos de la plantilla. La propuesta incluiría un puente financiero de 1,2 millones de euros que los trabajadores proponen reinvertir en dar continuidad a la marca bajo un modelo cooperativo

El representante de los trabajadores tiene las ideas claras. La nueva cooperativa se fundamentaría en tres pilares: soberanía alimentaria, trazabilidad local y gestión democrática. Su misión, reactivar la economía rural mallorquina mediante un modelo de producción responsable, eficiente y centrada en el valor añadido local. “El sistema se basará en principios de economía circular, sostenibilidad y kilómetro cero, fomentando el consumo de productos locales y reduciendo la huella ambiental”, explica Ávila, quien subraya que, de este modo, el proyecto no solo garantizará la continuidad de la producción láctea, sino que también reforzará el vínculo entre la industria, el campo y la comunidad, contribuyendo, añade, “al turismo de calidad y a la resiliencia económica del territorio”.

Interior de las instalaciones de Agama
Imagen del interior una de las vaquerías que suministran leche a Agama

La propuesta, inspirada en el espíritu fundacional de Agama de cooperación entre trabajadores, agricultores y ganaderos, cuenta, además, con una “base sólida desde el punto de vista operativo y financiero”, asevera el trabajador: Agama dispone de una infraestructura productiva activa, redes logísticas y una cartera de clientes consolidada. El entorno institucional actual, junto con las líneas de financiaciones autonómicas, estatales y europeas, favorecería la puesta en marcha de proyectos de reindustrialización sostenible. El mantenimiento de la actividad permitiría aprovechar los 1,2 millones de euros en ayudas públicas que el Grupo Damm no tendría que devolver si se conserva la producción y que funcionaría como puente financiero de transición.

El proyecto, señala Ávila, permitiría abaratar costes al recuperar los tradicionales derivados producidos por Agama, bajar el precio de la leche y, además, abrir líneas como el aceite y el vino -“entonces sí seríamos un conglomerado de producto mediterráneamente local”, afirma sonriente, lanzando un guiño al conocido eslogan de Estrella Damm-. También contemplaría ayudas al relevo generacional, dirigidas a incorporar a jóvenes profesionales y cooperativistas y a asegurar, de este modo, la transferencia de conocimientos y el rejuvenecimiento del sector. A juicio de Ávila, la propuesta aportaría un beneficio doble: consolidar la plantilla actual y fortalecer el tejido rural de Mallorca con empleo estable y cualificado, garantizando la producción local y el futuro de la industria láctea balear y contribuyendo al desarrollo sostenible de las islas. Para materializarla, confía en recabar los apoyos necesarios para ello. Por el momento, los ganaderos de la isla ya han plasmado su respaldo en una declaración de intenciones que busca abrir una vía de diálogo constructivo con el Grupo Damm, las administraciones públicas y los agentes sociales.

José Antonio Pérez y Jesús Ávila, trabajadores de Agama

Agama, el “pilar del equilibrio” entre agricultura e industria

Ávila subraya que, durante más de medio siglo, Agama “ha sido un pilar del equilibrio entre industria y agricultura en Balears”. Y es que, antes de su creación, la industria láctea en Mallorca era artesanal, dispersa y de carácter estrictamente local. A finales del siglo XIX, la leche, que procedía principalmente de cabra, no era un producto de consumo masivo en la isla. En el caso de las vaquerías, éstas se ubicaban en los márgenes de los pueblos o en las posessions rurales, y su producción se destinaba a las propias familias o al comercio local más cercano. Como en otros puntos geográficos, el ordeño y la distribución eran manuales: la leche se recogía en cántaras o lecheras de metal, y se repartía a domicilio, a menudo en carros tirados por mulas o burros. No existía refrigeración, por lo que la leche debía consumirse en pocas horas o hervirse para evitar su descomposición. En Palma, los lleters (lecheros) recorrían los barrios con cántaras, vendiendo la leche a granel directamente desde el carro.

La producción era tan limitada que buena parte de la leche consumida en la ciudad provenía de pequeñas explotaciones del Pla de Mallorca, que transportaban la leche hasta Palma al amanecer. En los años veinte, con la llegada de la electricidad y los primeros sistemas de refrigeración, aparecieron pequeños talleres y cooperativas que intentaron profesionalizar el sector, aunque la insularidad y el escaso tamaño del mercado dificultaron la creación de una industria potente. Con todo, en 1925 se abrió la primera vaquería de la isla, en el municipio de Campos, donde aún hoy subsiste la mayor explotación bovina de Mallorca y donde cada mes de mayo, desde 1978, se celebra la tradicional 'Fira de ses Vaques'. Tras la apertura de esta primera vaquería, comenzarían a surgir microempresas familiares encargadas de elaborar mantequilla y queso fresco. El estallido de la Guerra Civil y la posguerra, sin embargo, agravaron la escasez.

Transporte de leche durante los años treinta en Mallorca

Nace Agama, símbolo de la modernización del campo mallorquín

Fue en los años 50 cuando, con el boom turístico registrado en la mayor de las Balears, el incremento de la población y la modernización de la agricultura, se creó el contexto perfecto para poner en marcha una cooperativa que integrase producción, recogida y distribución. Los ganaderos de distintas zonas de Mallorca decidieron unirse para impulsar una industria que asegurara precios estables y control sanitario. Fue así como nació Agama en 1958, como una asociación de productores locales, con el objetivo de industrializar la leche mallorquina, pasteurizarla y distribuirla bajo una marca reconocida. Agama trajo consigo la tecnificación del proceso (centrifugado, pasteurización, envasado en botella de vidrio) y la centralización de la recogida, convirtiéndose en un símbolo de modernización del campo mallorquín.

Francisco recuerda cómo era el proceso artesanal y manual del tratamiento de la leche en Agama en sus primeros años de funcionamiento, cómo se llevaba a cabo el procedimiento de control de calidad y pasteurización y la capacidad de almacenamiento de entonces, que obligaba a distribuir el producto nada más salir de la línea de esterilización. Si la leche, tras mezclarse con alcohol, no se cortaba, era apta para procesar. Si coagulaba o se “cortaba”, significaba que estaba ácida o en mal estado. “Cuando la tina se llenaba, se subía a los depósitos para acelerarla”, rememora el veterano trabajador, quien subraya que entre 25 y 30 personas trabajaban en el tratamiento: “La leche se hervía en una olla grandísima y se hacía por fórmulas de 'de siete en siete’, como decíamos, y cada día había Laccao [producto emblemático de la marca] en verano. No dábamos a basto para almacenarlo. Los mismos chóferes muchas veces venían a la torre de esterilización a recoger las cajas recién salidas para llevarlas a venderlas”.

Antigua publicidad de Laccao

Con el paso de las décadas, la marca consolidaría productos como el Laccao y se integraría en la vida cotidiana de la isla. “Entonces había muchas más granjas. Solo en esta zona había una veintena de vaquerías”, recuerda Francisco echando la vista atrás. “Ahora están todas abandonadas”, se lamenta.

El “problema” llegó, relata, con la irrupción de las grandes superficies, con la importación a Mallorca de otras marcas de leche y, con ello, el impacto de la competencia externa. A ello se sumó la entrada de España en la Comisión Económica Europea (CEE), que impuso un sistema de cupos lecheros que pretendían frenar la sobreproducción en la UE y los excedentes que no encontraban salida en los mercados, lo que provocó el cierre de miles de granjas. El sistema productivo isleño se enfrentaba así a los retos de escala, los costes y la competencia global. Con el final de este sistema de cuotas, en 2005, los productores pudieron adaptarse a un mercado más volátil, aunque de mayor competencia, con su consecuente y progresiva reestructuración.

'Fira de ses Vaques', en Campos (Mallorca), mayo de 1982
Imagen de una de las antiguas vaquerías de Palma

La irrupción de Damm

En 1997, la distribuidora alimentaria mallorquina Comercial Bordoy compró Agama, en la que llevó a cabo una ampliación de capital y una reestructuración de la dirección para salvar una marca local con potencial y reforzar el popular batido de chocolate Laccao, que posteriormente se convertiría en el producto estrella de la casa. Diez años después irrumpiría Damm: en 2017, Comercial Bordoy vendería la división de lácteos (Agama y Laccao) y las embotelladoras asociadas en una operación que trasladó la propiedad de la marca a la cervecera catalana, aunque no las instalaciones originales. En 2022, Damm anunció un ambicioso proyecto industrial que incluía la ampliación de la oferta de lácteos con leche de Mallorca a yogures, el embotellamiento en vidrio de Laccao en Palma, el impulso de una gama de productos específicos para la hostelería en el mismo tipo de envases sostenibles, y la fabricación, de nuevo en la isla, de la cerveza Rosa Blanca.

El plan de inversión ascendia a 41,8 millones de euros, que requeriría de la aportación de al menos 21 millones por parte de las administraciones, principalmente a través de los fondos europeos Next Generation, para poder llevarse a cabo,

La compra de Agama por parte de Damm se percibió así como una oportunidad para darle nueva vida a una marca local mediante la modernización de su planta de Palma y la puesta en valor de la leche mallorquina. Mientras tanto, se abría el debate sobre hasta qué punto estas innovaciones, que incluían mejoras en marca y envases, permitirían mantener en pie la industria isleña -acuciada por los elevados costes de producción, el descenso del consumo y su vulnerabilidad frente a los competidores de mayor volumen- y sobre si tal transformación estaba impulsada por la lógica de la calidad y la sostenibilidad o por la de un mercado que, tarde o temprano, y como en otros casos, podría acabar tensionando el eslabón productivo.

La compra de Agama por parte de Damm se percibió como una oportunidad para darle nueva vida a una marca local mediante la modernización de su planta de Palma y la puesta en valor de la leche mallorquina. Mientras tanto, se abría el debate sobre hasta qué punto esta transformación permitiría mantener en pie una industria acuciada por los elevados costes de producción isleños y su vulnerabilidad frente a los competidores de mayor volumen

Tras la adquisición por parte de Damm, Agama logró duplicar la cuota de mercado del 2 al 4%, aunque el dominio absoluto lo continuaron teniendo las marcas de producción externa, con un 95 %. Como Agama soporta, además, mayores costes al pagar más por la leche mallorquina que su competencia peninsular, y cuenta con volúmenes de producción más bajos, debe vender hasta un 50% más caro que sus competidores. Con la crisis inflacionaria iniciada a finales de 2021, se generó, asimismo, una tendencia en los mercados de consumo en favor de las marcas blancas y en detrimento de los productos de mayor calidad y sostenibilidad. 

Instalaciones de Agama
Envasado de la leche en el interior de Agama

En este contexto, y pese a las grandes promesas iniciales, Damm acabó trasladando las decisiones estratégicas fuera de la isla y, en 2021, asumió el control total de Cacaolat y, con él, trasladó la gestión de Agama y su producto estrella, Laccao, cuya producción en vidrio se desplazó a Catalunya. Con el paso de los años, la centralización se intensificó. Cacaolat absorbió el envasado y la distribución, reemplazando parte del producto local por su marca de leche Letona, especialmente en el sector de la restauración y la leche fresca. En 2023, Agama anunció que reduciría en un 40 % la leche adquirida a las granjas de Mallorca alegando que, desde 2017, acumulaba pérdidas de seis millones de euros, a las que se sumaban una inversión de modernización de su planta de Palma de siete millones. 

El pasado mes de septiembre, a pesar del despliegue de ayudas públicas y de que la producción de leche en Balears aumentó en casi un millón de litros en 2024 respecto al año anterior, de acuerdo a los datos del Sistema Unificado de Información del Sector Lácteo (Infolac), Damm comunicó que dejaría de comprar leche a las tres vaquerías mallorquinas que distribuyen a Agama -Son Carbó, Ses Veles y Son Bernat-, que, en conjunto, agrupan a más de 400 vacas y dependen en buena parte de la continuidad de la recogida y compra por parte de la central mallorquina. Los ganaderos temen ahora por la viabilidad de unas explotaciones que, de por sí, arrastran años de presión debido a los altos costes de producción, la competencia de las marcas blancas y la leche importada a bajo precio.  

El pasado mes de septiembre, Damm comunicó que dejaría de comprar leche a las tres vaquerías mallorquinas que distribuyen a Agama -Son Carbó, Ses Veles y Son Bernat-, que, en conjunto, agrupan a más de 400 vacas y dependen en buena parte de la continuidad de la recogida y compra por parte de la central mallorquina

“Ojalá pueda cumplir los 50 años en Agama”

“¿Qué país del mundo se puede permitir prescindir de la industria lechera?”, se preguntaba el coordinador de Unió de Pagesos, Joan Gaià, el pasado 5 de noviembre, durante una comparecencia en el Parlament balear. A su juicio, no se ha hecho la “suficiente autocrítica” y nadie ha sido “lo suficientemente valiente” para dar la voz de alarma por la situación de Agama, cuya leche “es muy importante y continúa siendo un producto reclamo en los supermercados”. Desde el Govern, que en diciembre de 2023 declaró como estratégico el proyecto ‘Damn Next Generation Mallorca’, las Consellerias a las que Ávila ha trasladado la preocupación de la plantilla -la de Agricultura, Pesca y Medio Natural y la de Empresa, Autónomos y Energía- eluden hacer declaraciones a este medio sobre qué garantías ofrecen a la plantilla y las posibles soluciones para evitar el cierre de la industria en la isla. La semana pasada, además, PP y Vox impedían con sus votos la comparecencia del titular de Agricultura, Joan Simonet, para que diese explicaciones en la Cámara autonómica sobre el futuro de la histórica marca mallorquina.

Mientras tanto, los trabajadores confían en reflotar un proyecto que consideran viable, justo y profundamente ligado a la historia productiva de la isla. Dicen que aún no está todo perdido y que Agama podrá continuar viva si se permite que vuelva a manos de quienes la sostienen. “Agama no es solo una fábrica. Es la memoria viva de generaciones de trabajadores y payeses”, defienden. Francisco, a quien de forma cariñosa sus compañeros llaman el gorrilla por la prenda que siempre le acompaña, y con 49 años en la empresa a sus espaldas, asegura haber sido testigo de “varias crisis”, pero “siempre han conseguido reflotarla”. “Y aquí estamos”, subraya con orgullo.

De repente, comienza a escucharse el sonido de un violín. Son los primeros acordes de Fiesta pagana, de Mägo de Oz, un cántico a la resistencia colectiva y a la dignidad de quienes se niegan a rendirse. Proceden del móvil del veterano empleado, quien tiene este himno como melodía en su teléfono. Sin quererlo, la canción parece acompañar, en ese instante, el espíritu combativo que atraviesa a la plantilla. Tras atender la llamada, Francisco continúa rememorando: “Cuando entré había unos 100 vehículos solamente para repartir al resto de la isla. En la oficina todo era a mano. Había unas 40 ó 60 personas solo para hacer nóminas y facturas. Y en la fábrica, pues un centenar”. Mientras lo cuenta, dirige su mirada hacia las líneas de producción que conoce desde joven y lanza un deseo que condensa el sentir de toda la plantilla: “Ojalá pueda cumplir los 50 años en Agama”.

Etiquetas
stats