Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
Sumar espera una respuesta firme del PSOE pese a su 'no' a una crisis de Gobierno
Burnet & Brown, la empresa del novio de Ayuso que remite a su identidad falsa
Opinión - 'El estigma de la corrupción española', por Rosa María Artal

L’Oasi, el piso franco de cuatro mujeres antifascistas, renace 75 años después de ser desvalijado por la policía franquista

La exposición L'Oasis reproduce la lucha y el piso franco desde el que cuatro militantes antifranquistas plantaban cara a la dictadura

Sandra Vicente

Barcelona —
23 de noviembre de 2025 22:02 h

3

Barcelona, 1940. En un piso del barrio de la Barceloneta, de esos que reciben el nombre de quart de casa por su escasísimo espacio, viven tres chicas. De cara a la galería, son modistas. Pero lo que esconde el ruido de las máquinas de coser es el teclear frenético de las tipógrafas. Ese apartamento, que se disfrazaba de hogar y taller de unas alegres jóvenes era, en realidad, el piso franco de unas militantes del PSUC.

Entre esas cuatro paredes del número 37 de la calle Grau i Torras se redactaba propaganda y boletines, se acogía a refugiados y a represaliados y se organizaban acciones políticas. Sus integrantes eran Soledad Real, Clara Pueyo e Isabel Imbert. A su tríada se debe sumar a María Salvo, otra compañera de lucha con la que se organizaban por carta y quien, a pesar de no poder poner un pie en Barcelona por seguridad, era una integrante más de ese piso.

“En el desierto de mi vida, esta casa será un oasis”. Esa frase, recogida en una carta que María envió a Soledad, fue la que bautizó a aquel piso franco con el nombre de Oasi [Oasis, en catalán]. Como los respiros que ofrece el desierto, aquel piso fue imprescindible, pero breve.

En 1941, la brigada Político-Social siguió el rastro de las cuatro militantes y encontró el Oasi. Revolvió las pertenencias de sus inquilinas, en busca de pruebas incriminatorias que justificaran su detención y el juicio por rebelión militar. Y las consiguieron. El 22 de agosto, ese piso franco quedó desvalijado, con los contenidos de cajones por el suelo, misivas y panfletos flotando en el aire. Las camas de las militantes aún calientes y sus pijamas en la cómoda mientras el eco de las máquinas de escribir seguía oyéndose.

Ese es el escenario que ha recreado L’Oasi, una exposición inmersiva acogida en La Casa de la Barceloneta y que recrea hasta el más mínimo detalle ese piso franco. Una cuidada instalación sensorial —a cargo del colectivo La Inefable— traslada al visitante a esa mañana de verano en que la policía se llevó a las antifranquistas y nos permite colarnos en su taller y sus habitaciones.

Una tenue luz que nos recuerda que estamos en un lugar clandestino que ha sido profanado nos guía por el espacio, mientras se pueden oír murmullos, los pasos de la policía acercándose y tipógrafas que siguen escribiendo. Voces en susurros que nos mantienen en tensión y álbumes de fotos que nos ayudan a poner cara a las cuatro jóvenes que van camino del calabozo.

Podemos leer sus cartas, sentados en su cama ,y también alzar el auricular del teléfono y escucharlas hablar. El aparato de la mesilla de noche permite oír a Soledad, que relata el momento en que los grises llamaron a la puerta del piso. “Yo sólo pensaba: tienes que hacerte con la carta. Hazte con la carta. Anda que no te van a dar leña, Sole”, se decía a sí misma.

Esa misiva a la que hace referencia la antifranquista es una que le envió su amado Josep Fornells, compañero de partido, con quien se intercambiaban declaraciones de amor y deseos revolucionarios. Sole pensaba en él cuando los policías entraron en el piso franco, que ella escrutó rápidamente para encontrar todo lo que pudiera relacionar a su novio con ella. Pudo interceptar algunas pruebas, pero no todas, y Fornells también acabó cayendo. Se lo llevaron a la comisaría de la Via Laietana, donde murió a causa de las torturas.

Soledad, María, Clara e Isabel, en una de las fotos que se pueden ver en la exposición 'L'Oasi'

Mujeres en clandestinidad

Aquel 22 de agosto, 27 miembros del PSUC y sus juventudes cayeron en manos de la policía de la dictadura. Sus destinos fueron diversos. Algunos murieron en las comisarías. Otros, como las integrantes del Oasi, llegaron a la cárcel y un tribunal militar las condenó por rebelión. A Soledad, María e Isabel les cayeron 30 años de cárcel. En el caso de Clara, fueron 15.

Pero esta última tuvo suerte y sólo pasó dos años cautiva. En 1943, el PSUC organizó una gran fuga de presos de la Modelo gracias a una orden de libertad condicional que el partido había conseguido falsificar. Clara Pueyo pudo beneficiarse de la misma estrategia y escapar de la cárcel de Les Corts pocos días después de que lo hicieran sus compañeros hombres. Nunca más se volvió a saber de ella.

“No se encontraron cartas ni instrucciones políticas. Hay quien piensa que el partido pudo eliminarla y otros creen que, simplemente, se esfumó. Pero fuera como fuera, se le perdió la pista”, explica Oriol López, que ha comisariado la exposición junto a Fernando Hernández y Toni Vidal.

Si bien el relato de Clara acaba con su fuga, los comisarios sí han podido rastrear las vidas de las otras tres integrantes del Oasi. Gracias a los documentos disponibles en el Archivo General de la Administración, la exposición, que se podrá visitar hasta el 7 de marzo, integra órdenes de detención, cartas y pruebas —la mayoría “tergiversadas”— recogidas por la policía. También se sabe qué fue de sus vidas después de salir de prisión.

En el caso de María, que quedó en libertad desterrada con la prohibición de volver a Barcelona, y de Soledad, son ellas mismas quien lo explican. La muestra permite recuperar sus testimonios, que fueron recogidos cuando todavía seguían con vida. María cuenta cómo nunca se desvinculó del PSUC y pudo volver a Barcelona, donde fundó el colectivo Dones del 36 y fue condecorada con la Creu de Sant Jordi.

A través de los teléfonos, se puede escuchar el testimonio de una Soledad anciana que relata las condiciones en que las mujeres militaban

Soledad tampoco dejó la militancia y, hasta sus últimos días, fue una acérrima defensora de la libertad y del feminismo. De hecho, sorprende oírla hablar —de viva voz, a través de uno de los teléfonos que se encuentran en la exposición, sobre el derecho de las mujeres y el desprecio a las que los sometían los hombres de su organización.

“Es que mi marido era muy macho y, a veces, para no tener bronca, tenías que hacerte a un lado”, relata ella misma. En una entrevista grabada hace casi 20 años, una Soledad ya anciana cuenta cómo fue víctima de violencia machista por parte de Fornells que, aparte de un héroe de guerra fue, también, un maltratador.

“Es que una cosa no quita la otra”, relata López. El comisario explica que, durante las etapas de investigación para la exposición, dudaron de si debían mostrar la cara oscura de este miliciano y sindicalista, pero al final decidieron hacer honor a la verdad. “Hay que mostrarlo todo”, resume. Porque esta exposición es “un homenaje a las mujeres que lucharon por la libertad y no explicar las condiciones en que lo hicieron sería faltarles al respeto”, añade López.

L’Oasi, organizada por La Casa de la Barceloneta, EUROM y la Fundació Solidaritat de la UB, es un recuerdo sentido, una experiencia sensorial que invita a acompañar a estas militantes antifranquistas en su resistencia, pero también un homenaje al barrio que las acogió y acompañó. De hecho, se recogen muestras de diversas “actas vecinales”, que eran documentos firmados por vecinos avalando que las detenidas no eran culpables de rebelión y que ponían una diana en el pecho a aquellos que respondían por las personas perseguidas por la dictadura.

A pesar del riesgo, el barrio dio la cara. “Era una lucha colectiva. Una lucha que continúa”, asegura López, quien añade que esta exposición es una invitación a “seguir organizados frente a los peligros de los tiempos que vienen”. Ahora que se cumplen 50 años de la muerte de Franco, “hay que seguir defendiendo la libertad, más que nunca”. La historia de L'Oasi, ubicado en el corazón de un barrio obrero y combativo que hoy ve cómo el turismo y la llegada de los expats expulsa a sus vecinos, es un ejemplo de esa lucha que no termina.

Etiquetas
stats