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Los retos de la actividad turística
La conciencia creciente de los impactos negativos que el turismo ha generado sobre el medio ambiente y sobre la sociedad receptora en los destinos turísticos ha llevado al reconocimiento de la necesidad de avanzar hacia un nuevo modelo de turismo. Este modelo se ha convenido en denominarlo turismo sostenible, es decir, un turismo que persiga los principios de la sostenibilidad o del desarrollo sostenible, que no son otros que buscar un equilibrio entre el desarrollo económico, la justicia social y la conservación del medio ambiente, pensando siempre en el largo plazo. Este equilibrio, aunque es difícil de conseguir, tiene un consenso bastante generalizado entre el propio sector y las principales instituciones relacionadas con el turismo.
Actualmente, en España y en Europa, el turismo se encuentra con grandes retos que debe afrontar y que, en algunos casos, también afectan a sectores afines, como el transporte, ya que hablar de turismo es hablar de la movilidad de las personas. Uno de esos retos es hacer frente al actual cambio climático. El turismo y el transporte son sectores que contribuyen de manera especial a las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), que favorecen el calentamiento global. ¿Como hacer más eficiente y menos impactante la movilidad turística? El impulso de formas más sostenibles (o alternativas) de movilidad, del turismo de proximidad, o de las energías limpias, son solo algunos ejemplos de actuaciones que ya se han empezado a explorar, pero aún son muy incipientes y necesitan mayor estímulo.
Por otro lado, el turismo también es víctima del cambio climático, ya que recibe las consecuencias del calentamiento global, como la elevación del nivel del mar y la creciente erosión de las playas, y la reducción de la temporada de nieve en destinos de montaña. Todo ello implica cambios en la gestión del destino, inversiones de mantenimiento y la necesidad de plantear nuevas actividades menos dependientes de los recursos turísticos basados en el clima.
También relacionado con la sostenibilidad medioambiental, el turismo tiene el reto de minimizar el uso de recursos y la producción de residuos, así como contribuir a conservar (en vez de degradar) y valorizar el patrimonio natural y cultural.
El turismo puede desempeñar un papel clave en la sensibilización y la generación de apoyo directo e indirecto para la conservación. Visto desde otra perspectiva, la calidad del patrimonio natural y cultural es, en la mayoría de destinos, fundamentalmente importante para la generación de prosperidad económica a través del turismo, la calidad de vida de las comunidades locales y la experiencia del visitante. Para ello, es clave priorizar actuaciones como la Carta Europea del Turismo Sostenible (CETS) en espacios naturales protegidos, un buen ejemplo de colaboración entre el sector público y el privado para favorecer un turismo respetuoso con el medio natural y cultural.
Con la excepción de las grandes ciudades turísticas, que con una oferta muy potente y diversificada reciben un flujo constante y masivo de visitantes durante casi todo el año, muchos destinos —sobre todo en la costa, pero también en espacios rurales y naturales— sufren una elevada estacionalidad de la demanda, otro de los grandes retos del sector, con una hiperconcentración de la actividad durante unos pocos meses del año. Esto conlleva grandes problemas de gestión económica y territorial, con unas puntas muy marcadas de actividad, con una gran demanda de trabajo temporal (y precario en muchas ocasiones), saturación de espacios públicos y contaminación.
En estos casos el reto consiste en reducir la estacionalidad, distribuyendo mejor el flujo de visitantes durante el año, rebajando la presión de los meses de mayor actividad. Sin duda es un reto complejo y sobre el que ya trabajan muchos destinos, potenciando nuevas actividades y apostando por nuevos mercados, pero que exige una colaboración muy fuerte entre el sector público y el privado. Un reto que, de corregirse, permitiría superar otro reto del sector, como es conseguir mejorar la calidad de los puestos de trabajo.
Beneficios para el bienestar
Desde el punto de vista social, si quiere ser realmente sostenible, el turismo tiene el reto de contribuir efectivamente a mantener y mejorar la calidad de vida y prosperidad de la población local. Para ello, no solo se trata de generar puestos de trabajo locales y de calidad, sino también de integrar de forma adecuada el turismo en el tejido socioeconómico local, de forma que la población local lo perciba claramente como un efecto beneficioso para su bienestar, más que una incomodidad o algo que le genera problemas.
Esta última situación puede llevar, en casos extremos, a la aparición de la denominada turismofobia, ese estado de rechazo hacia el turismo y los turistas, que son vistos por parte de los residentes como el origen de problemas como el incremento de los precios de los productos y, especialmente, de la vivienda, así como la masificación de determinadas áreas del destino, problemas de incivismo, etc.
Para evitar estas situaciones, la gestión pública tiene un rol determinante, ya que se requiere una planificación y gestión de destinos cuidadosa que permita influir en la escala, la naturaleza y la ubicación del desarrollo turístico, para garantizar que el turismo se integre con las actividades existentes y que la comunidad permanezca en equilibrio. Es esencial verificar que el nuevo desarrollo propuesto esté en línea con las tendencias del mercado y la demanda futura, dando prioridad a los tipos de alojamiento e instalaciones que reflejen el carácter especial del destino y generen valor para la comunidad.
Los planes turísticos que van en esa dirección intentan maximizar la proporción de ingresos retenidos localmente y otros beneficios para las comunidades locales, mediante el fortalecimiento de las cadenas de suministro locales y promoviendo el uso de productos locales, tiendas y otros servicios por parte de los visitantes. Pero todo ello debe ser llevado a cabo a una escala adecuada, en la que el turismo no acabe imponiéndose agresivamente al tejido socioeconómico preexistente. Acciones ya puestas en marcha en algunos destinos, como la implementación de una tasa turística que pueda revertir directa y positivamente sobre la comunidad local y la regulación estricta de actividades turísticas y alojamientos turísticos en zonas ya saturadas son claros ejemplos de actuaciones que pretenden corregir disfunciones que una falta de planificación previa no pudo evitar.
La sostenibilidad no es una moda, sino más bien una necesidad, si bien es cierto que todavía hay quien solo la ve como una simple estrategia de marketing. Aunque el discurso oficial habla de ser más sostenibles, la realidad nos muestra como todavía en muchas ocasiones se prioriza la cantidad (la obsesión por superar las cifras de turistas del año anterior) sobre la calidad (el tipo de turismo que queremos, los beneficios globales que reporta sobre los destinos). La calidad, más que la cantidad, acaba siendo sinónimo de competitividad y, finalmente, de sostenibilidad. En definitiva, respondiendo a la pregunta “¿Puede ser sostenible el turismo?”, deberíamos afirmar que por supuesto, lo puede ser y debe serlo. Eso sí, debe haber una voluntad inequívoca por parte de todos los agentes, principalmente del propio sector y de las Administraciones públicas, para impulsarlo. Como ya se ha dicho en muchas ocasiones, “en el futuro, el turismo será sostenible o no será”.
Francesc Romagosa es profesor de Turismo y Geografía de la Universitat Autònoma de Barcelona.
[Este artículo forma parte del dossier Turismo sostenible, publicado en el número de verano de la revista Alternativas Económicas. Ayúdanos a sostener este proyecto de periodismo independiente con una suscripción]
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