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El pacto de PP y Ciudadanos deja a Vox la última palabra sobre la presidencia de la Junta y del Parlamento andaluz

Teodoro García Egea firma el acuerdo de Mesa del Parlamento andaluz con su homólogo de Vox, Javier Ortega.

Daniel Cela

La undécima legislatura que arranca este jueves en Andalucía dará paso a un nuevo ciclo político en la única comunidad de España donde nunca había existido alternancia de partidos en el poder en 40 años de democracia. PP y Ciudadanos llegan a la sesión constitutiva del Parlamento andaluz con un acuerdo cerrado para garantizarse el control de la Cámara legislativa y la formación del primer Gobierno de derechas de Andalucía. El órgano de decisión del Parlamento tendrá previsiblemente mayoría conservadora -cinco miembros de derechas (PP, Cs y Vox) y dos de izquierdas (PSOE)-, quedando sin representación la coalición Adelante Andalucía (Podemos-IU).

Pero PP y Ciudadanos hablan de un acuerdo global en el que vinculan a Vox, que tiene la última palabra, y que después de anunciarse el pacto sobre la Mesa salió a la palestra para matizar que no era extensible a la formación del Gobierno: “Vox no va a votar un gobierno que no se siente a escuchar y atender a los representantes y las propuestas de 400.000 andaluces” que les votaron, ha escrito en Twitter el líder de la extrema derecha, Santiago Abascal, acaparando todo el protagonismo de lo que este jueves ocurra en el Parlamento.

El apoyo de Vox a la formación de un Gobierno PP-Ciudadanos en Andalucía no está garantizado aún. Estas dos formaciones han pactado ya un programa con 90 medidas, y Abascal exige introducir sus propuestas políticas en la agenda del nuevo Ejecutivo. Algunas de ellas chocan frontalmente con el acuerdo programático de PP y Cs, como la devolución al Gobierno central de las competencias autonómicas sobre Salud y Educación o el desmantelamiento de las leyes andaluzas contra el machismo y la lucha contra la violencia de género. El estado de nerviosismo entre las fuerzas políticas andaluzas es total.

Si la alianza a tres prospera, Ciudadanos presidirá desde este jueves el Parlamento autonómico -la diputada almeriense Marta Bosquet-; y el líder regional del PP, Juanma Moreno, será investido como sexto presidente de la Junta a mediados de enero. También será el primero que no es socialista. Antes de Moreno ocuparon el cargo Rafael Escuredo, José Rodríguez de la Borbolla, Manuel Chaves, José Antonio Griñán y Susana Díaz, todos del PSOE.

“Andalucía no se acuesta de centro izquierda y se levanta de derechas”, ha dicho la presidenta de la Junta en funciones, Susana Díaz. En efecto, el corrimiento de tierra en las instituciones andaluzas surge de dos factores: uno es el resultado electoral del 2 de diciembre, en el que los tres partidos de derechas sumaron más votos y diputados que los dos de izquierdas por primera vez en la historia autonómica; el segundo factor es la negociación y el acuerdo de esas tres formaciones para desalojar a los socialistas tras 36 años en el poder.

La soledad del PSOE

El PSOE andaluz, la federación tradicionalmente más sólida, arraigada y movilizada de España, será desahuciado del Palacio de San Telmo por un insólito acuerdo de tres grupos conservadores: PP y Ciudadanos han pactado con luz y taquígrafos un programa de Gobierno con 90 medidas, el reparto al 50% de las consejerías y el control del Parlamento; y Vox les ha garantizado el apoyo a cambio de contar con un representante en el órgano de gobierno de la Cámara legislativa. El partido de extrema derecha, el último en número de votos y diputados (12), se configura así como la llave de este cambio de ciclo político. Su respaldo es fundamental para que Ciudadanos presida el Parlamento y para que Juanma Moreno presida la Junta. De momento, Abascal sólo ha confirmado el primer escenario “después de que Cs y PP hayan pedido oficialmente el apoyo de nuestro partido”, ha escrito en Twitter.

La formación de Abascal es el pegamento del acuerdo de Gobierno con el PP. El líder nacional de Vox condiciona su apoyo a la investidura a que PP y Cs asuman su participación activa en la acción de Gobierno. La formación de Albert Rivera no podrá, por tanto, seguir esquivando la foto que le sitúa como aliado de la extrema derecha en Andalucía, unos movimientos para preservar su imagen de centrista y liberal moderado en Europa con los que busca asemejarse al primer ministro de Francia, Emmanuel Macron. “Estamos convencidos de que los partidos dejarán a un lado extrañas piruetas que hemos visto estos días, y afrontarán esta fase con más seriedad y transparencia”, ha escrito Abascal en alusión directa a Rivera.

Reparto de la Mesa

A media mañana del miércoles, y tras dos horas de reunión, PP y Ciudadanos anunciaron un acuerdo para constituir la Mesa del Parlamento con todos los grupos representados. La formación de Rivera había ideado una fórmula para lograr que Adelante Andalucía y Vox entrasen en el órgano de gobierno: el primero gracias al partido naranja -que se abstendría de presentar un candidato a la vicepresidencia para cederle ese puesto al partido de Teresa Rodríguez-; y el segundo gracias a un intercambio de votos entre PP y Ciudadanos, para que Vox ostentase una de las tres secretarías en la tercera votación. Sin una negociación previa, cada partido se votaría a sí mismo, PSOE, PP y Ciudadanos se repartirían los siete puestos de la Mesa, y los dos grupos con menos diputados quedarían orillados. Ha habido negociación, aunque sólo Vox la admite.

La fórmula de Rivera le permitía camuflar su alianza con la extrema derecha con la imagen de una Mesa plural, gracias a que Adelante Andalucía se beneficiaba tanto como Vox del acuerdo. Pero los órganos de dirección de Podemos e IU en Andalucía se reunieron por separado esa misma tarde y anunciaron que no participarían “de ningún acuerdo con las derechas”. Desde el principio, el líder regional de IU, Antonio Maíllo, negó categóricamente que hubiera negociado con Ciudadanos un reparto plural de la Mesa, tan beneficioso para ellos como para Vox. Aunque el día antes se había difundido una imagen de una reunión secreta en un bar entre el líder andaluz de Cs, Juan Marín, junto a Teresa Rodríguez y Maíllo. Adelante Andalucía presentará a su candidato y se votará así mismo, pero una vez que rechazaron abiertamente aceptar el sillón que le cedía el partido naranja, éste anunció que retiraba la oferta.

Este último movimiento sucedió después de una reunión entrada la noche entre los dirigentes de PP, Ciudadanos y Vox en el Parlamento andaluz, aunque la formación naranja niega que el partido de Abascal haya exigido la “expulsión” de Adelante Andalucía para garantizarles su apoyo. Así las cosas, lo previsible es que la coalición de Podemos e IU, la cuarta en número de votos y escaños por delante de Vox, se quede sin voz ni voto en la Mesa. Ciudadanos tendrá la Presidencia; las tres vicepresidencias serán para PSOE, PP y Ciudadanos; y las tres secretarías serán para PSOE, PP y Vox. En una nota difundida por Podemos, Teresa Rodríguez aseguró que que siempre estarán “frente a las derechas y la extrema derecha” y ha acusado a Ciudadanos de querer utilizar a Adelante Andalucía como excusa para limpiar la “vergüenza de pacto con la extrema derecha”. “Nuestra coherencia está por encima de cualquier otra consideración”, señala el comunicado.

Ahora la formación naranja sostiene que “ha intentado hasta el último minuto negociar para que todas las fuerzas estén representadas en la Mesa”. Mientras Ciudadanos insiste en que no ha acordado nada con la extrema derecha, Vox reitera que los de Rivera les han pedido “oficialmente” su apoyo. Los secretarios generales de PP y Vox, Teodoro García Egea y Javier Ortega Smith, se habían reunido en Sevilla tras el acuerdo para confirmar la mayoría de 59 diputados que necesitaban para controlar la Mesa (PP, Cs y Vox). Luego se han trasladado al Parlamento para encontrarse con su homólogo de Ciudadanos, José Manuel Villegas, a quien le han pedido que el acuerdo de Mesa quedase ratificado “por escrito”. García Egea y Ortega Smith, dos dirigentes nacionales, han firmado ese documento sobre el reparto del órgano de gobierno del Parlamento andaluz, y se han hecho una foto de ese instante en la que no aparece el número dos de Ciudadanos.

Si todo transcurre este jueves según el guión, las derechas tendrán cinco miembros en la Mesa de la Cámara (dos para Cs, dos para el PP y uno para Vox) y dos para el PSOE. Se impone así la política de bloques en un Parlamento atomizado con 109 diputados y cinco partidos: la derecha fragmentada en tres formaciones se ha organizado para sumar una mayoría de 59 escaños y poder gobernar; la izquierda, dividida pasa a la oposición con 50 diputados (33+17) y una relación mal avenida. El PSOE, el primer partido en votos, ha quedado fuera de la negociación y se ha negado a abstenerse para facilitar a Ciudadanos una fórmula que le evitase llegar a un acuerdo de Gobierno con la extrema derecha.

Desde el 2 de diciembre Susana Díaz ha volcado toda su maquinaria de comunicación para tratar de aislar políticamente a Vox, sacar de la aritmética parlamentaria a la formación de Abascal, y presionar duramente al líder naranja, Albert Rivera, para que no sacrificase su imagen de liberal moderado en Europa “echándose en manos de un partido racista, xenófobo, homófobo y anticonstitucional”. No lo ha logrado. La vía alternativa que Díaz ofrecía a Ciudadanos pasaba por admitir que el PSOE ganó las elecciones andaluzas con más de un millón de votos y tenía legitimidad para presidir el Parlamento y el Gobierno. Ha pesado, sin embargo, la fortísima idea de cambiar al partido que ha dirigido esta comunidad durante 36 años ininterrumpidos.

Protocolo y política

La sesión constitutiva del Parlamento andaluz no es sólo un momento protocolario: puede definir el signo político del próximo Gobierno, el equilibrio de fuerzas entre los grupos de izquierda y de derecha y la dinámica de alianzas para gran parte de la legislatura. Todo esto se hará visible este jueves cuando el Pleno elija a los siete miembros de la Mesa, órgano de gobierno de la Cámara, y se conozca el nombre del presidente.

La Mesa del Parlamento marca el ritmo legislativo, acelera o frena debates, leyes, medidas prioritarias para el Gobierno o para la oposición. En un mandato con un Gobierno de coalición o en minoría, dependiente del apoyo de los grupos rivales para sacar adelante cualquier política, la importancia del órgano rector de la Cámara será capital. La sesión constitutiva está regulada por los artículos 33 y 34 del Parlamento y arranca cuando se conforma la Mesa de Edad, dirigida por la diputada con más años -la socialista Marisa Bustinduy- y los dos más jóvenes, María Márquez (PSOE) y Rafael Caracuel (PP), que harán de secretarios. Será Bustinduy quien coordine las votaciones para la elección de los siete miembros de la Mesa, que se harán por medio de papeletas que los 109 diputados entregarán para que sean depositadas en una urna preparada.

Habrá tres votaciones sucesivas: la primera para el presidente del Parlamento; la segunda para las tres vicepresidencias; y la tercera para los tres secretarios. Concluida cada votación, se procederá al escrutinio. Bustinduy leerá en voz alta las papeletas y las entregará a un secretario para su comprobación. Para la elección de presidente o presidenta, cada miembro del Parlamento escribirá un solo nombre en la papeleta, y resultará elegido el que obtenga la mayoría absoluta. Si no la hay, se repetirá la elección entre los dos diputados que se hayan acercado más a la mayoría, y resultará elegido quien obtenga el mayor número de votos. Para la elección de los tres vicepresidentes y de los tres secretarios se procederá igual.

El artículo 36 del Reglamento establece que todos los grupos tienen derecho a tener representación en la Mesa de la Cámara, sin embargo, este punto quedó en papel mojado en la pasada legislatura. La diputada del PP Patricia del Pozo presentó un recurso de amparo al Tribunal Constitucional denunciando que se le había privado de su derecho de representación política, y los jueces le dieron la razón, anteponiendo esta tesis al reglamento de la Cámara.

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