El coordinador de logística de Médicos sin Fronteras en Gaza: “No hay una guerra, sino una parte que machaca a otra”
El malagueño Alfonso Artacho acaba de regresar de su tercera estancia en Gaza. Cada vez que va, coordina durante unas semanas las necesidades logísticas de Médicos sin Fronteras (MSF). Y cada vez que regresa, lo hace con una doble sensación de impotencia. La primera, por lo que ve en los hospitales de una tierra devastada: niños tiroteados, mujeres que dan a luz en tiendas de campaña, hombres que luchan a muerte por un kilo de arroz, mientras el ejército de un país destruye sus casas, les bombardea y los arrincona en su propia tierra.
La segunda, porque cuando trata de explicar en España lo que probablemente no se pueda explicar con palabras se topa muy a menudo con comentarios que se levantan sobre un muro ideológico: “Para trabajar en Médicos sin Fronteras tengo que ser imparcial. Así que no se trata de ser proIsrael o proPalestina. No es eso. Es que allí están masacrando a seres humanos todos los días. Me dicen que el 7 de octubre mataron a mil. Vale, pues ya vamos por cerca de 70.000 palestinos [más de 66.000, el 2,6% de la población, según el Ministerio de Salud de la Franja]. Creo que para la sed de venganza que tienen algunos seres humanos ya es suficiente”. Por eso, receta “un par de días en Gaza” a quienes justifican al Gobierno de Israel.
Pese a todo, ya tiene ganas de volver. “En cuanto tenga oportunidad”. Dice que ha dejado allí, bajo las bombas, los disparos y el asedio a mucha gente querida, y mucho trabajo por hacer. Las condiciones de hostigamiento y escasez afectan también a esta y otras organizaciones que prestan ayuda o asistencia sanitaria sobre el terreno.
Hace pocos días, MSF ha anunciado que se marcha de Ciudad de Gaza porque las bombas ya caen demasiado cerca. Mantiene asistencia en Al Mawasi, donde tratan unos 700 pacientes diarios, y otro en Alatar con parecida capacidad, y el apoyo a algunos departamentos del Hospital Nasser, donde Israel mató a al menos veinte personas, cinco de ellas periodistas, en un doble ataque directo y consecutivo.
Médicos sin Fronteras ha suspendido sus actividades en Ciudad de Gaza “ante la intensificación de la ofensiva israelí”. ¿Por qué ahora?
Cuando yo estuve las dos primeras veces en Gaza ni podíamos ir a Ciudad de Gaza, estaba restringido el acceso. Después del alto el fuego se pudo ir y decidimos iniciar actividades. Y desde que tenemos presencia allí, sobre todo desde que Israel decidió que quería acabar con Ciudad de Gaza igual que acabó con otras zonas de la Franja, han ido estrechando el cerco. Cada vez los bombardeos han sido más cercanos a la zona donde estamos trabajando. Y ha habido un momento que son tan cercanos que hemos tenido que evacuar los equipos porque cualquier día tenemos un ataque directo o personal de MSF se ve implicado en una zona bajo bombardeo. Y claro, no queremos permitir eso.
Cuando dice “tan cercano” significa que puede caer una bomba a 500 metros, a 200...
Y mucho más cerca. De hecho, han bombardeado el Hospital Nasser, en el sur, estando allí MSF. No hay límite. Si deciden atacar, atacan. Y da igual quien haya o si es una estructura sanitaria. Según el derecho internacional y las normas de la guerra no se pueden atacar estructuras sanitarias. Eso lo ignoran por completo. Israel está haciendo en la Franja de Gaza lo que le da la gana, sin filtro.
Usted dejó la Gaza hace tres semanas, y desde entonces la situación ha empeorado. ¿Qué última imagen tiene en su cabeza y qué le cuentan ahora los compañeros?
El gran cambio, que ya había, es la evacuación de Gaza City. Salí justo después de recibir la noticia de que había que evacuar, porque el ejército israelí lo consideraba zona de guerra. Entonces vimos que la evacuación del equipo era una necesidad, que no podíamos esperar más porque hemos estado aguantando bastante tiempo, donde bombardeaban muy cerca, donde el equipo asumió riesgos durante varias semanas. Ahora la preocupación es saber dónde va a ir toda la gente que vivía en Gaza City, porque son alrededor de 800.000 personas y en la Franja ya no hay sitio. No hay espacio físico en la zona sur, en Al Mawasi. Las condiciones de vida eran absolutamente inaceptables en higiene, saneamiento, acceso a alimentos, agua, movilidad... Si ahora le metemos 800.000 personas más, no sé cómo se va a manejar.
¿Cuáles son las necesidades médicas?
Hay muchas enfermedades relacionadas con la higiene, con no tener acceso a agua potable, enfermedades infecciosas y de la piel. Y la malnutrición. Hace dos meses empezó a entrar algo más de alimento y parece que esa amenaza de malnutrición severa que estábamos temiendo se ha frenado un poquito. Sigue habiendo hambre, pero es que estábamos llegando a una situación límite. Y hay heridos por actos de guerra todos los días: gente tiroteada en los puntos de distribución de agua. Nos llegan a diario heridos con esquirlas de metralla por los bombardeos aéreos o por disparos.
Ustedes han denunciado sistemáticamente la atrocidad del sistema de reparto de alimentos.
Esa es la palabra: atrocidad.
¿Qué observa usted sobre el terreno?
No nos podemos acercar a esos puntos de distribución porque están en zona roja. Pero lo que vemos es que cada día que hay distribución llegan 30, 40, 50, 60 heridos a las instalaciones sanitarias de la zona. Y muertos. ¿Qué tipo de gente? Niños con impactos de bala en el tórax. Niños con impactos de bala en una pierna. Niños con impactos de bala en la cabeza. Es decir, objetivos claros que seguramente francotiradores han ido a asesinar. Tenemos un protocolo que seguimos cuando se prevé una afluencia masiva de pacientes o de heridos; allí prácticamente se activa todas las semanas varias veces. Y no solamente la estructura sanitaria donde trabaja MSF. Hay otras organizaciones a las que les ocurre exactamente lo mismo.
Israel niega su responsabilidad, pero las organizaciones tienen evidencias que podrían constituir prueba ante un tribunal.
Sí, y de hecho ya se han hecho comunicados respecto a lo que estaba pasando en los puntos de distribución de comida. Para mí, y lo digo desde un punto de vista imparcial y neutral, lo que dice Israel no tiene peso ninguno. Han dicho que los periodistas no son objetivos, y en hospital en el Hospital Nasser, estando nuestros equipos trabajando un hospital sobresaturado, con heridos durmiendo en la calle porque no caben, han asesinado a dos periodistas. Por eso no me vale que cuenten que van a abrir una investigación: van a por los objetivos que van y las consecuencias no les importan en absoluto. Estando al lado de otra estructura donde atendemos localizaron otro potencial terrorista, lo estuvieron persiguiendo con un dron y al final le tiraron en un punto de distribución de agua donde mataron a civiles, entre ellos cinco niños.
¿Qué se hace con los casos de desnutrición en un contexto de privación absoluta?
Seguimos un tratamiento específico para casos de desnutrición severa. Hemos conseguido meter este tratamiento con mucho esfuerzo. Y denunciamos la situación, y creo que eso ha tenido efecto, porque ha habido un cambio en el mercado local. Es imposible comer proteína dentro de la Franja, pero empezó a haber algo más de harina, arroz, algunos alimentos enlatados. Antes de llegar yo, según me contaban, no había nada.
¿Cómo da una mujer a luz en Gaza?
La comparación de disponibilidad de medios versus necesidad es absurda. Nosotros trabajamos en Maternidad, con una disponibilidad de 40 camas para una población de más de dos millones. Seguro que hay muchísimas mujeres que dan a luz en sus tiendas de campaña entre cuatro palos, cuatro plásticos, y a saber lo que pasa ahí.
Pensemos en una infección: ¿qué riesgos se asumen en un contexto como este?
Todos. Es decir, la gran parte de las estructuras sanitarias de los hospitales dentro de la franja está destruida. Han sido bombardeados. Hemos construido estructuras semipermanentes muy básicas para poder atender a los pacientes, pero todo el tema de control de infecciones, toda la disponibilidad de equipos de biomedicina, las condiciones… no pueden ser las mismas que las de un hospital aquí. Se está asumiendo un riesgo, haciendo lo que se puede. Tenemos dificultades para tener medicamentos Dentro no hay todo lo que debería haber. Las víctimas indirectas de este conflicto no están cuantificadas. Debe ser espeluznante.
Usted es coordinador de logística de MSF en un territorio sometido a bombardeos, bloqueo de suministros básicos y ahora de una intervención terrestre. ¿Cómo se coordina la logística en un contexto así?
Construir cualquier estructura es muy complicado. Incluso el mero mantenimiento, porque no hay electricidad. Conseguir combustible para los generadores es muy complicado. El mantenimiento de la flota de vehículos para poder mover a los equipos médicos es muy complicado. Todo. ¿Cómo se hace? Pues como se puede, arriesgando, poniendo en juego tu vida, en zonas donde no debes ir para intentar conseguir materiales. Y trabajando sin parar. Podría ser una logística básica sencilla porque en Oriente Medio hay de todo, pero es de las logísticas más complicadas que yo he tenido que gestionar, por el asedio y el bloqueo, por las limitaciones que ha puesto Israel.
Hace algo año y medio usted decía que MSF informaba a Israel, que se daba por enterado pero no se responsabilizaba de la seguridad. ¿Esto ha cambiado? ¿Con quién se habla en Palestina, cuando el principal objetivo declarado por Israel es acabar con Hamás, que gobernaba la franja?
Con Israel seguimos manteniendo la misma comunicación: movimientos notificados y coordinados. Con estos últimos, en cierto modo, Israel sí se hace responsable de nuestra seguridad. Pero la mayoría de los movimientos son notificados y ahí siguen diciéndonos que no se hacen responsables. Jamás.
Médicos Sin Fronteras no tiene contacto con Hamás. Nosotros tenemos contacto con el director de un hospital. Por mi trabajo, tengo que relacionarme con gente del Ministerio de Salud, evidentemente, porque trabajamos en Salud. Si dicen que son de Hamás, pues nos estaremos relacionando con Hamás, pero yo no tengo esa percepción.
Cuando vuelve a España, ¿percibe que se comprende lo que está ocurriendo en toda su magnitud?
Recién llegado te das cuenta de que la gran mayoría de la población no tiene ni idea de lo que está pasando ahí. Realmente la gente se sigue apoyando en ideologías. Habrá gente más partidaria de Israel, habrá gente más partidaria de Palestina. Y para mí no es eso lo que hay que considerar ahora.
Lo que hay que considerar ahora es la barbarie humana que se está cometiendo, al margen de sea quién sea la nación que ataca y la nación que está siendo atacada. Yo lo que veo es que he estado trabajando en un lugar donde asesinan a un montón de gente inocente todos los días. Y a mí eso es lo que me frustra. Y luego, cuando escucho gente que intenta justificar la actuación de Israel, me digo que deberían pasar dos días dentro de la Franja. Hay gente que ha perdido absolutamente todo: sus bienes materiales, familiares, están viviendo en una tienda de campaña y de repente la fuerza de defensa israelí decide que el de la tienda de campaña de al lado pertenece Hamás, a saber cómo llegan a esa conclusión, y le tiran un artefacto desde un dron y matan a ése y a todas las tiendas de campaña que hay alrededor de esa. No hay nada que justifique eso.
Usted ha estado en muchas zonas de conflicto. ¿Qué diferencias observa?
Las guerras nunca deberían ser aceptables, pero es que yo no me vengo de allí con la sensación de que haya una guerra, sino una parte que está machacando a otra. No he visto un tío Hamás: yo me he reunido con un director de hospital. Y sí he visto niños asesinados, niños heridos, gente masacrada en las distribuciones de comida. Eso es que lo he visto. Bombardeos al lado de donde trabajamos, que hay veces que se te tambalea el cuerpo. No son dos bandos que se están peleando entre sí y un día hay un combate y se nos llena el hospital de heridos de guerra. Esto es todos los días. El ruido de los drones es algo con lo que convives 24 horas, el silbido del artefacto, ¡bum! y la explosión unas veces lejos, otras veces cerca y otras veces muy cerca.
¿Ha necesitado apoyo psicológico?
MSF tiene nos ofrece esa posibilidad, pero nunca he hecho uso. Por mi forma de ser sé trabajar en esos contextos, aislar esa parte tan negativa, porque en la Franja de Gaza no hay un lugar seguro. Te puede tocar cualquier día. Yo es que ni lo considero. Yo hago mi trabajo lo mejor que puedo, voy con una dosis de motivación muy alta porque siempre hay muchísimo por hacer. Cuando además vamos por tiempo limitado, me focalizo en los objetivos, si no, no podrías trabajar allí.
Y ves a las víctimas y compañeros tuyos, unos 15 palestinos pertenecientes a Médicos sin Fronteras asesinados… Como seas una persona temerosa de tu seguridad no puedes trabajar. Por eso filtramos mucho quién entra y quién no en la Franja. Hay gente que se bloquea en estos contextos. Lo sientes, sientes cuando vas en el coche desde donde tenemos la casa hasta la oficina, te metes por zonas muy masificadas y sientes que en cualquier momento, si un dron a través de la identificación dice “hay un miembro de Hamás”, le tiran y si estás al lado pues te toca.
¿Qué grado de destrucción hay ahora?
Brutal. Yo salí por Rafah. Teníamos un centro de asistencia. Pues ahora mismo Rafah no existe, es un solar enorme, lleno de escombros y de estructuras de edificios colapsadas. Los alrededores de Gaza City son lo mismo. El grado de destrucción y de desolación es una cosa impresionante, que yo no he visto y no comprendo por qué llegar a ese nivel de destrucción. Están tumbando la franja: primero bombardean desde el aire, dañan los edificios, luego entra el ejército por tierra, lo termina de vaciar y luego dinamitan los pilares del edificio para edificios colapse.
¿Qué hará falta para reconstruirla?
Es incalculable en tiempo y en recursos. Hay alguna zona todavía que quedan edificios en pie, pero son contadas. El resto está todo machacado, demolido y arrasado.
4