Participación y transparencia: exigencias para una democracia mejor, según los expertos
El 15 de septiembre es el Día Internacional de la Democracia, el que se aprende como el sistema menos malo posible. Y estamos ante el peor escenario posible de desafección de los ciudadanos de la política, fenómeno que ya está siendo objeto de estudio y que se vincula directamente con el inicio de la crisis y la respuesta que se ha dado a la misma, tanto a la hora de señalar a los culpables como de encontrar soluciones. Eso, unido a los más graves escándalos de corrupción, ha terminado de dinamitar la confianza del pueblo.
Pero ojo, no es un desencanto hacia la política, sino hacia las instituciones. No es desinterés, porque precisamente este distanciamiento se ha acompañado del nacimiento de plataformas ciudadanas (15M, Democracia Real en España, OpenKatrio…) que exigen mecanismos de participación, de responsabilidad política y de rendición de cuentas. En definitiva, acabar con la inercia de que los ciudadanos sólo sean requeridos cada cierto tiempo para elegir a los gobiernos, que luego se encargan de decidir sin que tengan mucha capacidad de reacción con respecto a lo que hacen. Son, entre otras, propuestas como ILP (iniciativas legislativas populares) y referendos vinculantes, herramientas de control, cambios del sistema electoral (listas abiertas, un ciudadano un voto…), y como base de todo ello: transparencia.
Porque, paradójicamente, es el mejor momento para hacerlo posible desde el punto de vista tecnológico y de manejo de Internet. La transparencia es buena a ojos de la gente y eso podría ser de algún modo incómodo para partidos o administraciones, pero ya saben que es la única salida. Desde la Junta de Andalucía se está impulsando la Ley de Transparencia más avanzada del país (lo dicen los expertos), y el Gobierno de la Nación tiene en marcha otro proyecto (con bastantes menos apoyos), porque saben que, bajo una apariencia inocua, es una exigencia creciente y que goza de gran consenso en la sociedad. En el caso de Andalucía se está planteando como la propuesta más importante de la legislatura y como una de las apuestas de la nueva presidenta.
Es más, la presidenta Susana Díaz ha propuesto un pacto por la regeneración democrática que no quiere que se quede en Andalucía, sino que pretende embarcar al Gobierno de Mariano Rajoy para que sea un compromiso de todas las instituciones del país. Su proposición parte de la necesidad de reconciliar a la ciudadanía con la clase política -“no todos somos iguales”, ha dicho insistentemente- porque es la esencia misma de la democracia la que está en juego.
José Félix Ontañón es miembro del foro de ciudadanos independiente OpenKratio, que trabaja para la mejora de la democracia a través del movimiento open data, que básicamente persigue que todos los datos sean de acceso libre a la ciudadanía. Destaca que desafección no significa pasividad. De hecho, hay una parte de la ciudadanía que se ha quedado bloqueada en un circuito de indignación tal que su única esperanza es el advenimiento de algún nuevo líder. Pero “hay otra parte que ha entendido que la solución empieza en uno mismo, y se ha organizado”. Por un lado, en grupos de acción política, y por otro, alrededor de la economía social o alternativa.
Leyes refrendadas por la ciudadanía
“Sirven de vehículo de representación a sus interesados para conseguir fines políticos. Las monedas sociales o las cooperativas integrales están poniendo de manifiesto que las personas pueden continuar trabajando e intercambiando allá donde no está satisfaciendo la economía que nos impone el estado vía política monetaria y política fiscal. Este ciudadano se está empoderando a sí mismo y la desafección la ha transformado en una reclamación por una mayor autogestión y por unas instituciones más transparentes y participativas”.
Con un historial de ciudadanía poco empoderada y preocupada de los asuntos públicos, cree que “hemos conseguido criar un estado laissez faire, donde una tropa de políticos y burócratas toman las decisiones por nosotros”. Por eso, asevera: “Falta base ciudadana que haga de contrapeso, y eso es justamente lo que se viene gestando desde las primeras manifestaciones ciudadanas asociadas al 15M. Vamos lento porque vamos lejos”.
Francisco Jurado Gilabert, ponente de Democracia Digital Andalucía, opina que “al contrario de lo que se pueda concluir a simple vista, el desapego hacia la política institucional es una manera de revalorizar la democracia, de señalar que esto que tenemos es insuficiente y que cada vez está más lejos de lo ideal”. Destaca así que las herramientas de participación que había han sido mutiladas: “Los artículos constitucionales más proclives a una democracia abierta y participativa son poco más que un adorno. Se intentan recortar y castigar otros derechos sociales como el de reunión y manifestación. Y a todo esto hay que sumarle el desgaste de la institución partido”.
Este experto en Filosofía del Derecho cree que una buena base sería diseñar un modelo mixto entre representación y democracia directa de verdad, donde cada persona pudiera elegir si prefiere ser representado, participar directamente u optar por ambas opciones (que es precisamente lo que reza el artículo 23.2 de la Constitución Española). “Para conseguirlo se me ocurren dos medidas de obligada y urgente implementación: el derecho a votar directamente las leyes en los parlamentos (como promueve Democracia 4.0) y la posibilidad de elaborarlas de manera colectiva y colaborativa, que luego fuesen refrendadas por la ciudadanía, para que no pudiesen ser bloqueadas sistemáticamente por las mayorías parlamentarias de turno, como ocurre en la actualidad”.
Por su parte, Rocío Cárdenas Rodríguez, profesora de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Pablo de Olavide (UPO), no cree que esté en peligro la democracia, pero sí su calidad. “Bajo la legitimidad de la elección puede haber quien se aproveche de esta situación y le interese no mejorar la calidad de este sistema, para no perder situación y privilegios adquiridos y protegidos por el mismo”, advierte.
Recuerda que las bases de la democracia son “una educación que genere ilusión y que se construya sobre los pilares de una sociedad viva, abierta, participativa y libre”; crear “cauces cercanos, comprensibles y que respondan a sus necesidades reales” para que la ciudadanía participe; y la defensa de sus valores, a saber, “la justicia, la solidaridad, la responsabilidad, la participación, la tolerancia y actualmente, la interculturalidad”.
El quinto poder
En esta línea, la doctora en Derecho Público Isabel Victoria Lucena Cid define la crisis de las instituciones actual como “desafectación política creativa”. Subraya así que el desapego ha llevado a un índice de participación y de credibilidad de las instituciones cada vez menor, “pero se ha producido un hecho que no es nada despreciable: una mayor conciencia democrática”. En este sentido, explica: “En nuestros días la política ha rebasado sus límites tradicionales, de modo que la ciudadanía sabe hoy mejor que ayer lo que quiere de sus representantes y lo manifiesta a través de ese desencanto (que es acción política) y por medio de propuestas que son muy innovadoras y que definitivamente pueden derivar en una democracia más fuerte y participativa”.
La también vicedecana de Calidad, Estrategia y Nuevas Tecnologías de la Facultad de Derecho de la UPO apunta que “junto a la constatación de falta de innovación y creatividad para abordar los fracasos del sistema económico y proponer soluciones, se advierte, además, que las medidas que se están implementando no responden a criterios inocentes sino que revelan un modelo político extremadamente liberal en su sentido más estricto”.
Pero es optimista: “Está surgiendo un ámbito desespaciado y deslocalizado para el ciberactivismo y la disidencia que está propiciando la emergencia de un quinto poder, y que, sin duda, va a cambiar los cauces tradicionales de participación. Nos encontramos ante una nueva realidad emergente que los actuales representantes políticos y poderes económicos nacionales e internacionales no pueden despreciar ni dejar de atender dado el dinamismo, la potencia y el carácter mundial de estas formas de acción colectiva, por parte de los nuevos movimientos y plataformas ciudadanas”.
Después de todo, es una cuestión de puertas. De una respuesta a la crisis que ha podido llevar a prácticas de puertas giratorias entre el estado y el poder económico con concesiones y privilegios a una exigencia de la ciudadanía que no se va a poder ignorar mucho más tiempo: puertas abiertas.