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En la cárcel, como en ningún sitio
Lo peor no es que sea ilegal, que lo es, haber encerrado a 700 inmigrantes en la cárcel Málaga II, aunque el Tribunal Constitucional ha dejado claro que los centros de internamiento para extranjeros no pueden tener “carácter penitenciario”.
Lo peor no es la frivolidad con la que Juan Ignacio Zoido ha defendido las virtudes de la prisión: “Nueva a estrenar”, ha presumido como si en lugar de ministro del Interior fuera el comercial de una inmobiliaria. O ese vídeo de presentación del futuro CIE de Algeciras, un auténtico ejemplo de photoshop político para acallar la tormenta mediática al que sólo le falta retratar a inmigrantes jugando al padel o tocando la guitarra.
Lo peor no es la persistente falta de sensibilidad de un político que ya acusó a las ONG de “favorecer la inmigración ilegal”. Y que cuando quiso arreglarlo añadió, encogiéndose de hombros, que el Gobierno “no es responsable” de que haya gente que arriesgue la vida para cruzar el Estrecho.
Lo peor no es que España haya reducido el presupuesto para Cooperación Internacional un 70%, como ha vuelto a denunciar esta semana Unicef. O que vayamos a acabar el año con dos mil y pico refugiados acogidos de los 17.000 a los que nos comprometimos.
Lo peor no es haber llegado a acuerdos con Turquía o con Libia para que pongan oportunamente la zancadilla a quienes huyen desesperados de la guerra y la miseria para acabar, en muchos casos, esclavizados y abusados.
Lo peor no es que los CIES no valgan para nada salvo para generar sufrimiento y angustia. Lugares donde cumplir condenas sin juicio, 60 días en el limbo que en la mayoría de ocasiones (roza el 80%) acaban con la persona detenida de vuelta a la calle.
Lo peor no es escuchar al ministro Zoido decir que en la cárcel de Archidona, encerrados en celdas, rodeados de concertinas, vigilados con guardias con porras, sin agua potable, con las visitas y las llamadas restringidas, con los móviles requisados, estos 700 inmigrantes están en “condiciones infinitamente mejores que en cualquier CIE”.
Lo peor, lo peor de verdad, es descubrirse pensando que posiblemente Zoido tiene razón. Y ahora piense el lector cómo de indignos son los centros de internamiento, cárceles aunque el Gobierno no las llame así. En realidad, peores que las prisiones, por las condiciones de hacinamiento, el abandono de las instalaciones, la falta de asistencia, las graves carencias médicas. Y sobre todo porque a quienes durante dos meses les quitamos su libertad -hay que volver a recordarlo- no han cometido delito alguno, ni siquiera leve.
Son espacios sin humanidad que espantaron a los miembros del Comité Europeo para la Prevención de la Tortura cuando vinieron de visita. Lugares como la antigua cárcel de Algeciras, que el Gobierno dejó de usar como prisión por sus condiciones indignas pero que por lo visto sí ha valido durante todos estos años para hacinar a africanos. No se equivoca el ministro. Bien mirado, no sé de qué se quejan los 700 de la cárcel de Málaga. Oiga, por lo menos tienen calefacción.