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La izquierda racista

Vecinos de Torre Pacheco caminan por la céntrica avenida de Fontes

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En sus últimos años de vida, Julio Anguita, por razones que nunca llegué a entender del todo, se convirtió en un referente de cierto sector de la izquierda, y de ahí pasó a defender posiciones abiertamente rojipardas. Anguita, marxista y comunista de una tierra de migrantes, como es Andalucía, no veía ninguna contradicción en proclamar un izquierdismo sin internacionalismo, excluyente, por tanto, en el que los migrantes suponían un problema para España, aquejada de buenismo. Incluso defendió algunas medidas del gobierno italiano de Salvini.

Unos años después, Pablo Iglesias metió en Podemos al politólogo Jorge Verstrynge, de quien él mismo había recibido clases en la universidad. En este caso, las bases de Podemos reaccionaron de manera iracunda, y no tanto por el pasado de extrema derecha de Verstrynge como, precisamente, por sus postulados rojipardos, tan abiertamente racistas. A la dirección del partido no le quedó más remedio que recular, y bien hecho, porque Vestrynge ha llegado a apoyar la propuesta de Vox para usar la armada contra los migrantes.

Más tarde, cuando Pedro Sánchez llegó por primera vez al poder, decidió colocar al frente del Ministerio de Interior a un independiente, uno de los magistrados más caros a la derecha, Fernando Grande-Marlaska. Entre sus primeras medidas como ministro estuvo la de incumplir la promesa electoral de desinstalar las concertinas de la vallas de Ceuta. Grande-Marlaska, conocido por su poco aprecio de los derechos humanos, simplemente las retiró al lado marroquí de la frontera, después de uno de tantos acuerdos vergonzosos con el reino alahuí, que él niega. Por alguna razón, veía perfecto ejercer una violencia así de sanguinaria contra seres humanos que no llevaran nuestro carnet de identidad patrio. No es de extrañar, por tanto, que se la trajera al pairo la matanza que Marruecos perpetró en nuestra frontera contra esos mismos seres humanos. Si por casualidad alguno se colaba, así fueran niños, el asunto se resolvía con una buena devolución en caliente, total, si ya les habíamos disparado en otras ocasiones desde la playa. El PSOE, entre tanto, seguía enarbolando el lema de “la izquierda verdadera”, así que el mismo Grande-Marlaska se vino arriba hace unos años. Consideró muy oportuno enviar una tanqueta militar contra los trabajadores gaditanos del metal, en huelga por sus derechos, pero ni por asomo se la ha ocurrido una medida similar contra los simpáticos cazadores de moros de Torre Pacheco.

No podemos negar que buena parte de la izquierda, incluida la gubernamental, no se ha esforzado especialmente en subir el listón contra el racismo y la xenofobia

Todo lo que la semana pasada sucedió en Torre Pacheco supera los ejemplos aquí expuestos. Sin embargo, no podemos negar que buena parte de la izquierda, incluida la gubernamental, no se ha esforzado especialmente en subir el listón contra el racismo y la xenofobia. Cualquiera en un grupo de Telegram de los que organizan cacerías de moros (no uso el eufemismo “migrantes” porque les da igual si son nativos) puede pensar que, a fin de cuentas, si ellos o los negros fueran tan buenos, los gobiernos no les acuchillarían con concertinas, no mirarían a otro lado cuando sus cadáveres se amontonan en la frontera, no les dispararían, no tratarían a niños como a delincuentes, no les perseguirían a muerte por el peligroso crimen de la venta ambulante ni, desde luego, tampoco les recluirían en centros de internamiento.

Hace cinco años, el sociólogo Emmanuel Rodríguez decía en este artículo que “poner por delante, ante el drama de un mundo en colapso, la situación de no se sabe bien qué `clase obrera´ blanca y nacional” era de por sí una derrota que solo movilizaría el “resentimiento blanco-nacional” en una Europa decadente y envejecida incapaz de entender el futuro. La izquierda, añadía, que asumía esa posición es intrínsecamente racista, puesto que interioriza “la división política que corresponde con la mayor de las fracturas sociales de este planeta que hace tiempo se nos quedó pequeño”.

Parece que algunos siguen sin entenderlo. Da igual que te llames Anguita o Abascal: las medias tintas con el racismo también conducen a Torre Pachecos.

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