Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
Sobre este blog

Desdeelsur es un espacio de expresión de opinión sobre y desde Andalucía. Un depósito de ideas para compartir y de reflexiones en las que participar

Yo no quiero

Una mujer se realiza una mamografía en un hospital andaluz.
15 de octubre de 2025 21:13 h

4

Yo no quiero: que un cuarto de mi pecho vague incierto en un quirófano durante meses; no quiero levantarme una mañana templada, caminar media hora hasta la consulta privada para una revisión rutinaria y sentir, de pronto, un frío ardiente. Que los ojos de mi doctor se hagan pequeños. Yo no quiero aprender a interpretar una tos, un evadir la mirada, atender a una voz que siempre fue firme temblar como la barbilla de un niño sobre los dos puntos, como el agua mansa molestada por una piedra distraída. Yo no quiero descifrar diagnósticos. 

Dos puntos: “No me gusta. No me gusta lo que he visto”.

Yo no quiero ganar el primer premio de relatos de la Fundación Monteleón, recibir un laurel de 6.000 euros y pensar: qué regalo hacerme, qué capricho darme. Y luego, a las pocas semanas, despertarme un día y escuchar aquellas palabras como un umbral abierto: “No me gusta lo que he visto”. 

Yo no quiero indagar, googlear para saber que un BI-RADS 0 es una prueba no concluyente que necesita de otra prueba diagnóstica. Que un BI-RADS 1 es negativo; que un BI-RADS 2 requiere de un seguimiento anual; que un BI-RADS 3, en cambio, requiere de biopsia y de un “seguimiento de intervalo corto”; que la categoría 4 tiene distintas subcategorías en función de la malignidad; que en el BI-RADS5 –con una probabilidad mayor al 95% de hallazgos malignos– la actitud recomendada es “tomar acciones apropiadas”; que el BI-RADS6 es el nombre de la malignidad demostrada.

Yo no quiero escuchar tras los dos puntos: BI-RADS5. Pero lo escucho. Y es ahí, en ese momento, cuando comienza una tímida epifanía, la revelación que otorga el conocimiento, ese que le han negado a unas 2.000 (dicen) mujeres en Andalucía. Ese instante en que tu pezón comprende; tus galactóforos comprenden; los lóbulos que se asemejan a pétalos de una margarita comprenden; los bulbos diminutos que produjeron el alimento de tus hijos, comprenden; los ductos donde convergen los lóbulos, lobulillos y bulbos, esos mismos que ahora te muestran en una mamografía repletos de calcificaciones y que le ponen nombre al peligro –BI-RADS5– comprenden; las areolas y vasos sanguíneos comprenden; los nodos linfáticos, los frijoles bajo el brazo comprenden.

El doctor me explica el precio de mi enfermedad con paciencia. Únicamente estando en esta silla de esta consulta de esta tarde repetida pueden vislumbrarse las sábanas del hospital, las curas, los temores, el cansancio, los agujeros

Ese umbral de consciencia lo atravieso una tarde diferente, pero similar a todas las demás. Un pasillo que engendra ratas y cangrejos. Y es ahí, en el preciso momento en que todo tu cuerpo lo sabe, cuando la enfermedad cobra nombre; es ahí cuando ya es imposible no saber. Es el año 2022 y cuando le suplico a mi doctor que me traten por la pública, me explica que una cosa es el protocolo (“tomar acciones apropiadas, inmediatas”) y otra bien distinta los tiempos de espera. Voy a la pública. No puedo saberlo entonces, pero a los dieciséis meses, cuando mi herida ya está prácticamente cicatrizada y mi cuenta saqueada, aún no me habrán citado.

Yo no quiero ser una de esas cuatro mujeres que luego fueron 2.000 y que en realidad no se sabe cuántas somos. Porque muchas callamos. Porque mis cuentos pagaron mi intervención, tuve suerte. Mi nombre no engrosa la montaña de afectadas. Pienso: Yo no quiero tener que comprar la suerte, subastarla, ponerle precio.

Recuerdo por aquellos días un pensamiento atávico: Yo no quiero que mi hija sea madre sin madre. No quiero ser una teta. No quiero ser la ausencia de una teta. Yo no quiero tener que volver a esperar dieciséis meses para una mamografía tras haberme tenido que someter a una cuadrantectomía por la privada porque en la pública el apellido de mi pecho derecho hubiera sido muchísimo más largo, muchísimo más peligroso.

Yo no quiero más homilías. Las patrañas esgrimidas por todos los gobiernos de que la salud no tiene precio. La salud no tiene precio. No: la salud no tiene precio. Tiene precio la enfermedad. Tiene precio el miedo. Tiene precio la espera. Aunque no solo. También está aquella otra cantinela del esfuerzo, el urbanismo de la lozanía. A lo mejor no te curas porque no lo has deseado lo suficiente, porque has visto el vaso medio vacío, como dijo hace unas semanas la consejera de Salud.

El doctor me explica el precio de mi enfermedad con paciencia. Únicamente estando en esta silla de esta consulta de esta tarde repetida pueden vislumbrarse las sábanas del hospital, las curas, los temores, el cansancio, los agujeros.

Yo no quiero que me den un neceser de terciopelo, ni que le ofrezcan un menú a la carta a mi acompañante, ni unas zapatillas, ni un camisón. Yo no quiero, a la mañana siguiente, con el pecho vendado, el suero, los puntos frescos, irme a mi casa porque cada día en el hospital cueste 300 euros. No quiero

Yo no quiero pagar por la biopsia 1.032 euros convenientemente desglosados: 40 euros por la anatomía patológica, 40 euros por los marcadores post-bag, 952 euros por la biopsia con aguja gruesa. Me dijeron que la aguja gruesa era buena señal, porque los tumores más agresivos requieren de una aguja fina. Yo no quiero buenas señales. Yo no quiero que me tomen doce muestras, ninguna concluyente. Yo no quiero doce agujeros en mi pecho derecho. Un coladero.

Yo no quiero pagar 260 euros por una resonancia de mama, la prueba concluyente que ratifica el diagnóstico. En quince días, un arpón que está incluído en el precio de la cuadrantectomía: 3.200 euros. Venga, casi hemos terminado, ya no queda nada, me dice el Doctor Uno mientras incrusta lentamente el arpón en mi pecho derecho. Me dice que va a doler. Duele. Lo dejan en esa posición toda la noche, sujeto con un esparadrapo. Me lo ponen sin anestesia. Permanece ahí sin anestesia. La boca del Doctor Dos dice que soy valiente, que me porto bien. Celebra mi sometimiento, pero en el fondo no tengo elección: la máquina me tiene atrapada por el pecho. No mires, me dice el Doctor Dos. Tengo la cabeza gacha y mi vista clavada en el suelo, un suelo brillante, con vetas luminosas de una clínica privada pagada con mis cuentos. Yo no quiero el arpón, pero hay que indicarle al cirujano el camino correcto a la mañana siguiente cuando me duerma sobre la mesa helada. Hay que convertir mi Bi-Rads5 en un sendero orlado con las máximas certezas posibles, cuando cualquier enfermedad –ya se sabe– es un viaje hacia lo incierto. 

Yo no quiero ir a una corsetería y preguntar por un sujetador protésico. Una coraza con la que conviviré durante los próximos meses, una coraza ortopédica color carne o color blanco, nada de color negro que te haga olvidar lo que es. Yo no quiero pagar 90 euros por un sujetador que sujete la ausencia.

Yo no quiero que me den un neceser de terciopelo, ni que le ofrezcan un menú a la carta a mi acompañante, ni unas zapatillas, ni un camisón. Yo no quiero, a la mañana siguiente, con el pecho vendado, el suero, los puntos frescos, irme a mi casa porque cada día en el hospital cueste 300 euros. No quiero.

La semana que viene tengo de nuevo mi revisión. No hay palabras certeras –no lo suficiente– para expresar el miedo que derrama nuestros cuerpos al tumbarnos sobre la camilla –primero un brazo, luego el otro– mientras el gel frío nos cala los huesos. Deseenme suerte. Porque diligencia hace mucho que no hay

Yo no quiero un vaho hecho de intenciones: la de aplicar la inteligencia artificial en el cribado del cáncer de mama (si en lugar de la negligencia mantenida los últimos años es la inteligencia artificial la responsable, ¿a quién reclamamos?); la de volver a bajar de 50 a 45 años para el cribado; la de revisar un protocolo que no funcionaba, que no funciona, que seguirá sin funcionar porque faltan radiólogos y sobran leyes para permitir conciertos, privatización parcial y externalización del sistema sanitario público. Yo no quiero que con mi salud jueguen al escondite, a pies quietos, a la gallinita ciega.

¿Saben? Yo no quiero 19 de octubre, ni octubres rosas, ni camisetas rosas, gorras rosas, lazos rosas. Hace unos meses, presentando “Simios apóstoles” de Juan Bonilla, subrayé varias veces una cita que decía: “Esos que dicen que el tiempo pone cada cosa en su sitio… ¿no se dan cuenta de que la única misión del tiempo es precisamente quitarles el sitio a todas las cosas?». Y eso es, sin más, lo que nos robaron a miles de mujeres. Nuestro tiempo.

Yo no quiero ser una teta y tres cuartos, qué va. Pero, si a pesar de todo, he de ser una teta y tres cuartos; si a pesar de todo un TAC con contraste es la única prueba que vaticina la actividad de las células cancerígenas que otras pruebas diagnósticas no consiguen ver; si a pesar de todo una biopsia con doce muestras, doce pinchazos en el pecho derecho no es suficiente, entonces, entonces sí quiero: quiero que me informen a su debido tiempo; quiero pagar impuestos y que no me desgraven el gimnasio ni el veterinario de mi coneja; quiero que se hable de abandono, no de error; quiero unos tiempos de espera dignos y razonables; quiero ser yo quien maneje la ansiedad que me genera la posibilidad de la muerte y no la desidia por nuestras vidas. Y quiero ver el vaso como me dé la gana.

La semana que viene tengo de nuevo mi revisión. No hay palabras certeras –no lo suficiente– para expresar el miedo que derrama nuestros cuerpos al tumbarnos sobre la camilla –primero un brazo, luego el otro– mientras el gel frío nos cala los huesos. Deseenme suerte. Porque diligencia hace mucho que no hay. Y si al final el tiempo pone algo en su sitio, que sea esto: que no vuelva a haber un solo cuerpo esperando dieciséis meses para saberse vivo. Y no, discúlpenme. Yo no quiero.

Sobre este blog

Desdeelsur es un espacio de expresión de opinión sobre y desde Andalucía. Un depósito de ideas para compartir y de reflexiones en las que participar

Etiquetas
stats