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Preguntas a la yugular
Hombre, Mariano, cuánto tiempo. Esta gente indecente, que miente hasta en el médico, no admite preguntas, apura ya casi dos meses sin piar, sus ruedas de prensa se antojan fondís de silencios elocuentes y equis en las quinielas del “mañana, si acaso”. Ya pasará la tormenta de agendas “subrayás”, mangoneo salvaje y correos electrónicos de fresa y limón, cavilan los impresentables del sistema tramposo que parece venirse abajo como un castillo de naipes. No caerá esa breva.
Rajoy y compañía no quieren preguntas. La gente ya sospecha las respuestas en clave de sol y descrédito. Rajoy convoca eufemísticas comparecencias “en abierto”. Suena a pitorreo. Abiertos en canal, un pantallazo y a teclear mentiras. Parece mentira que se haya apoderado de la diestra y de la siniestra tanto desprecio por el otrora consumidor, el usuario de la patraña infinita o desfalco de palabras violadas por este torneo codificado de angelitos caídos.
Parece mentira. En Francia acuden al rescate de las pequeñas librerías. Aquí guardan cola, al acecho, la usura, la impostura y los signos de interrogación. Claman al cielo los mensajes escritos en la pared pública y todos nos deseamos por la calle un “feliz fracaso”. Como cantan Los Secretos, “sólo quiero que me digas la verdad y los dos buscaremos el remedio”. Pero Rajoy, ere que ere, sólo contesta en Europa, como el sieso de Mourinho, por imperativo legal. Y casi nadie se rebela contra esta práctica oscura y cruel.
Por ventura, aún quedan valientes al otro lado del camino, tales como los compañeros de eldiario.es, en la red, y El Independiente de Cádiz, ¡en papel! Periodistas que buscan respuestas en las esquinitas de este jeroglífico y se niegan a caer en las garras de la tiranía mediática de presuntas verdades, sumisión, juego de revanchas y fanatismo.
La verdad es más difícil de creer, según Quique González, que en su último disco afea la conducta de estos políticos con hechuras de predicadores.
Tienen mucho mérito los treinta periodistas que han sacado a la calle el nuevo periódico gaditano, El Independiente. La gente transparente no sale de su asombro. Y en Cádiz, cuna de la libertad condicional, cuarenta por ciento de paro. En Doce más Uno. En tierra de nadie donde sólo la desazón posee mala prensa, y tal vez el viento tonto, parece un milagro. Parece verdad. Un periódico de papel, con el papelón que hace la prensa en estos días de desembalse. Treinta plumillas se resisten a rumiar el paro que desangra a este viejo oficio, a esperar ofertas del olvido. Héroes del papel impreso, valientes que tratan de descifrar la actualidad en red, salto vital sin red.
En un rincón tocado por la mala reputación, - no vea usted lo que engaña la marca España -, sorprende sobremanera que los periodistas se unan para gestionar su propio destino con honestidad y agallas, huyendo del directivo sinvergüenza medio analfabeto y del torpe negociante sin escrúpulos.
“Este verano se va a llevar el marrón”, musita una señorita en la rotonda central de la franquicia de usar y tirar. Predominarán las bajas pasiones, barrunta su amiga del arma. Días de obediencia debida, aves de paso y cartas marcadas. Bajando del pedestal a toda velocidad mientras sopla el tiempo que a nada conduce. Así está el percal en la cueva del gato encerrado. No haga preguntas, déjese llevar. ¿Y si nos estrellamos? Que sea contra ellos. Total …
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