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Pepe Romero, el valor silencioso de la clase obrera
“Éramos antifranquistas y no éramos comunistas porque amábamos la libertad como sólo en la adolescencia se puede amar”. Creo que esta cita del libro que vamos a comentar expresa claramente el espíritu con el que está escrito, el de la verdad de un socialista auténtico de nuestra trabajosa democracia. También lo dice el título que ha elegido su autor: Lo que importa y nos basta es la fe de uno“, * tomado de un poema de Luis Cernuda, ”1936“, sobre la Guerra Civil, donde el poeta sevillano refiere la conversación con un soldado de la ”Brigada Lincoln“, muchos años después de la derrota de aquella causa ”Noble y tan digna de luchar por ella“. Curioso que un líder obrero se apoye hoy en un poeta de culto.
Estamos hablando de José María Romero Calero (Guadalcanal, Sevilla, 1949), histórico dirigente de la UGT sevillana –y luego destacado en la de todo el país-, que acaba de publicar unas memorias con tan sugerente título. En ellas da cuenta, con comedimiento y pudor que le honran, de una larga y sufrida trayectoria en la lucha antifranquista (tres veces encarcelado, una en prisión miliar, condenado por el temible Tribunal de Orden Público, etc.) y por la implantación del socialismo democrático, desde la otra rama del proceso: la Unión General de Trabajadores. Pepe fue pieza clave en la reconstrucción del sindicato, por la misma época que lo hacía el PSOE. (Algo tendrá Sevilla, además del color especial, para haber sido tierra fértil de nuevos y decisivos impulsos al viejo partido de Pablo Iglesias).
No pocas sorpresas esperan al lector de este libro, a más de sabrosas anécdotas, algunas muy punzantes. Pero esas hay que leerlas, para que no traicione la falta de contexto. Así que empezaremos por el sentido global que para mí desprenden esas páginas minuciosas: el resurgir del socialismo democrático (la socialdemocracia, si lo prefieren, aunque a los socialistas de a pie no nos gusta esa definición, por connotaciones históricas), ese resurgimiento, digo, no hubiera sido posible sin el concurso de un impulso genuino del proletariado de Sevilla, al mismo tiempo que se desarrollaba el otro, en las agitaciones estudiantiles, las facultades universitarias y algunos despachos de abogados. (Esto vale para toda la izquierda antifranquista, y merecería otra reflexión acerca de cómo la lucha contra la dictadura fue un capítulo que rozó en España la realización de la tesis de Marcuse, acerca de la unió inexcusable de los movimientos universitarios con los de la clase obrera).
Por resumir, y dicho de otra manera: él éxito del proceso puesto en marcha desde el círculo de Felipe González no habría sido posible sin el fermento social independiente del sindicado hermano. Ambas cuñas eran de la misma madera, pero en modo alguno compartieron organización ni estrategias. Más bien, discreparon y llegaron a tener desencuentros notables, que en este libro se narran con detalle, y que en el fondo respondían a dos concepciones diferentes de la lucha por la democracia. Una, la sindical, fuertemente incardinada en los movimientos obreros de fábricas, talleres, oficinas… quetampoco es que surgieran por generación espontánea, sino que tenían detrás una larga historia, incluso familiar, de cuando la clase obrera tenía linaje, padres y abuelos luchadores contra el caciquismo andaluz, como fue el caso de Pepe Romero, que conoció las mismas cárceles que su padre y abuelo, represaliados por la misma causa. También se forjó en sectores sociales marginados, como el del barrio de Bellavista.
La otra vertiente fue la del PSOE, más concentrada en movimientos universitarios y en liderazgos personales. No quiere decirse que la conciencia obrera fuese ajena a la evolución del pensamiento crítico, sino que se cocía en la autodidáctica de los libros, muchos de ellos prohibidos. Confiesa Pepe Romero que ellos eran (además de luchadores de alto riesgo), “voraces lectores”. También en aquella Universidad degradada del franquismo muchos fuimos autodidactas, y leímos bajo cuerda aquellos mismos libros clandestinos. En esa coincidencia del compromiso lector, Pepe destaca la figura de Antonio Machado, como referente común.
La necesaria unidad de acción tuvo otros enfrentamientos soterrados, por la firme política del sindicato de que la relación entre ambas formaciones no tuviera nada que ver con los modelos comunistas, de sesgo leninista, donde las organizaciones proletarias fueron mera correa de transmisión de las decisiones del partido
Pero es verdad que, desde un mero recuento cuantitativo, los nombres que circulan por estas memorias, con la generosidad de Pepe Romero al reconocimiento de compañeros y compañeras inseparables [1], en los apoyos de la clandestinidad, los enfrentamientos con la patronal, las huelgas, los despidos, las palizas en comisarías, etcétera, es mucho más nutrido que el que podemos encontrar en el otro lado, donde todo parece que empieza y acaba en la famosa “foto de la tortilla”, de 1974. (Por cierto, en el relato de Romero, merece esta sorprendente valoración: “Los compañeros y compañeras que aparecen [en esa fotografía] fueron a esos pinares a una comida campestre para ”consolarse“ del resultado de una asamblea de la UGT de Sevilla, en la que habían perdido, frente a nosotros, todas las votaciones”).
La necesaria unidad de acción tuvo otros enfrentamientos soterrados, por la firme política del sindicato de que la relación entre ambas formaciones no tuviera nada que ver con los modelos comunistas, de sesgo leninista, donde las organizaciones proletarias fueron mera correa de transmisión de las decisiones del partido. El sindicalismo de clase de UGT ha sido siempre muy celoso de su independencia. Hasta tal punto llegaron las diferencias que, en un momento dado del tardofranquismo, Pepe Romero le pidió a Felipe González que un abogado laboralista de su despacho acudiera un día a la semana a la sede del sindicato, para atender problemas laborales de sus afiliados. No fue posible: “Felipe me negó esa ayuda”.
Ese germen paradójico, de la coincidencia en los principios y la autonomía en la estrategia, llegaría a plasmarse en un hecho, ciertamente histórico, como fue la huelga general convocada por UGT y CCOO contra el Gobierno reformista de Felipe González en 1988. Y hasta se diría que ha tenido una coda, cuando en 2023 José María Romero y otros veteranos socialistas se plantaron con una pancarta ante Felipe González, que vino a Sevilla a recibir un premio de la burguesía local, y le reprocharon “con dolor y tristeza”, las aireadas críticas que hacía el carismático líder a las políticas de Pedro Sánchez, y sus inaceptables coincidencias con el argumentario de la derecha. “Siempre PSOE. Antes con Felipe. Ahora con Pedro Sánchez”, decía la pancarta.
Claro que no todo han sido desavenencias. Por este libro desfilan también importantes momentos de afinidad con otros líderes del partido, como Luís Yáñez Barnuevo, Rafael Escuredo, José Cabrera Bazán, Ernest LLuch, y hasta con Jorge Semprún; y viceversa, de Julián Chía o Miguel Manaute con el partido, desde la lucha sindical. En la permanencia de la lealtad a los principios, Pepe Romero no hace distingos, y es quizá lo más valioso del libro; lo que le presta mayor credibilidad a la verdad histórica del socialismo democrático. Qué triste y trunco quedaría el relato del antifranquismo si no contáramos también el de quienes conocieron cárcel, persecución, despidos… desde los talleres, las fábricas, las oficinas, por ese impulso decisivo de la clase trabajadora de Sevilla, hacia la libertad y los derechos sociales. Los que hoy disfrutamos todos.
*Edición no venal de Fudepa (Fundación por el Desarrollo de los Pueblos de Andalucía), UGT y Diputación Provincial de Sevilla, 2025.
El libro lleva también un sustancioso prólogo de José María Zufiaur, que coordinó con Pepe la fusión de UGT y USO a nivel nacional, y otro más de Oskar Martín, actual Secretario General de UGT Andalucía. Se presentó el 15 de mayo en sede de UGT, con una documentada y estimulante presentación a cargo de Mercedes de Pablo.
[1] Aunque solo sea mencionarlos, por orden alfabético, ahí veremos a Manolo Barco, Rafael Blanco, Manolo Burgos, Pilar Cordón (compañera y esposa de José María Romero), Faustino Díaz, Miguel Guillén, Manuel Espina, Amador López, José Mª García Márquez, Sebastián Galera, Manolo Guardia, Pepe Martín Albarrán, Enrique Martínez Lagares, Chari Montenegro, Manuel Peñalosa, Lele Pineda, Encarna Quintero, Mari Carmen Martínez Ocón, Marina Sanz y tantos otros, muchos de ellos enlaces, jurados de empresa, boicoteadores del sindicato vertical, encabezando huelgas o plantes, despedidos, detenidos, multados, encarcelados… Todos merecen reconocimiento y honor, porque lucharon, sin recompensa alguna, en momentos clave, y muy difíciles, de la historia de la España democrática.
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