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Sobre este blog

El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.

Dialectología en tiempos de COVID-19

harayeq

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En enero de 2018, el proyecto “Variación diastrática en las variedades habladas del árabe vernáculo de Marruecos” que lidero y en el que actualmente estamos trabajando cuatro investigadores, fue preseleccionado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades para recibir financiación del Plan nacional de investigación.

Bajo ese título tan académico y, por qué no decirlo, críptico para el público general, pretendemos conocer cómo se producen cambios en las lenguas y, más concretamente, en el árabe vernáculo de Marruecos. Es decir, analizamos la pronunciación, la forma de las palabras o el vocabulario de hablantes de árabe marroquí nativos originarios del norte de Marruecos. En ese análisis, tratamos de localizar diferencias en el habla y observamos si esas diferencias, lo que llamamos variación lingüística, viene determinada por la evolución propia de la lengua o si, por el contrario, factores sociales como el género o la edad ejercen algún tipo de influencia en los hablantes. Por último, si esos factores extralingüísticos motivaran la variación, nos interesa saber de qué manera ejercen su influencia. Esto nos permitirá pronosticar posibles escenarios de pérdida de algunas características lingüísticas de esas hablas, pero también nos ayuda a conocer mejor la evolución de la lengua árabe y el funcionamiento de las lenguas de una manera más general.

Habíamos planteado desarrollar el trabajo durante 4 años (2018-2021) y en cuatro etapas: En primer lugar, habíamos previsto la realización de una revisión bibliográfica. En segundo lugar, llevaríamos a cabo la etapa de recogida de datos mediante dos campañas de trabajo de campo sobre el terreno, que en nuestro caso abarca distintas provincias del Norte de Marruecos. Después de una lógica fase de análisis, finalmente, habíamos previsto la diseminación de resultados. Las fases de recogida de datos y de diseminación de resultados se diseñaron con flexibilidad suficiente como para que cada investigador pudiera organizar ambas actividades en el momento más óptimo, teniendo en cuenta que la mayoría de investigadores del equipo deben compatibilizar su labor investigadora con su actividad como docentes y con la gestión universitaria. Así pues, con dos campañas para la recogida de datos, pretendíamos llevar a cabo una primera misión de toma de contacto y una segunda enfocada a consolidar los contactos con los hablantes y a completar posibles lagunas propias del contacto inicial. La difusión de resultados también se había dividido en dos campos y plazos: diseminación de datos preliminares en congresos, entre 2019 y la fecha de finalización del proyecto, y publicación de resultados definitivos, en forma de artículos o capítulos de libro, prevista para el último año del proyecto en 2021.

El proyecto fue finalmente concedido en junio de 2018, pero su fecha de ejecución empezaba en realidad el 01 de enero de 2018, según normativa ministerial. Es decir, que se habían perdido ya varios meses de trabajo cuando fue finalmente concedido, lo que dificultaba la organización de la primera campaña de campo. De esta manera, durante los meses que quedaban del primer año de proyecto, pudimos efectuar la revisión bibliográfica que estaba prevista, pero solo uno de los investigadores logró realizar su labor sobre el terreno. El grueso de la recogida de datos se retrasó a los años 2019 y 2020, solapándose en parte con la diseminación de datos preliminares. Esto no representó un grave problema, ya que entre septiembre de 2018 y final de 2019 todos los investigadores habían podido ya organizar una campaña de trabajo de campo y comunicar parcialmente resultados en distintos foros científicos. Sin embargo, no esperábamos, como el resto de investigadores y la sociedad en general, la llegada de la COVID 19 y sus catastróficos efectos.

Es evidente que los efectos son devastadores a todos los niveles y no desearía que el lector de estas líneas me interprete como superficial o considere que estoy banalizando la situación. Nada más lejos de mi intención, la consecuencia más importante de la pandemia es la pérdida de vidas, la merma de una buena salud tanto a causa del coronavirus, como por el retraso en diagnósticos y tratamientos de otras patologías. Pero la COVID-19 afecta también a otros ámbitos y no me refiero a los que, de manera cotidiana, ocupan nuestras noticias: los problemas educativos (falta de personal, imposibilidad de respetar las distancias, etc.), los económicos (ERTEs, cierres de empresas, aumento de la tasa de desempleo, entre otros) o la dificultad para mantener las relaciones sociales con familia y amigos, cuando estos no conviven. Me refiero a llevar a cabo la investigación que nos habíamos propuesto para estos cuatro años.

¿Cómo perturba la COVID-19 a la labor de investigación en Humanidades? Principalmente de dos maneras: trastornando la organización para la obtención de resultados y dificultando la tarea de difusión de los mismos. En lingüística sincrónica, que es la disciplina en la que se enmarca mi actividad, los datos se obtienen por contacto directo con informantes vivos. Es decir, necesitamos viajar a la zona de estudio y mantener contacto fluido y continuado con hablantes nativos que, mediante entrevistas, cuestionarios, etc. responden a nuestras preguntas. Tanto viajar como mantener contacto con otras personas con las que no se convive son actividades de una realidad que, hoy en día, no es posible. Por ello, como digo, el primero de los efectos nocivos sobre nuestra investigación ha sido el aplazamiento de la segunda campaña de recogida de datos sin fecha posible por el momento. Hasta que la situación sanitaria lo permita, nosotros debemos ser responsables y evitar realizar viajes innecesarios, aunque los nuestros sean absolutamente ineludibles. A esta recomendación de evitar contactos sociales y viajes, debemos añadir que nuestro vecino del sur se encuentra en una situación de prevención muy rigurosa cuya consecuencia más evidente es el cierre de fronteras, por lo que nuestros viajes son imposibles.

El otro efecto directo sobre nuestro trabajo es, como ya he señalado, la dificultad de compartir nuestros resultados con el resto de la comunidad científica. Los eventos científicos que estaban previstos a partir del mes de marzo y algunos de los que estaban programados para el próximo año se han ido anulado o posponiendo paulatinamente como si se tratara de un juego de fichas de dominó que van cayendo una tras otra.

¿Qué soluciones estamos tratando de buscar para paliar estos inconvenientes? La solución más generalizada para tratar de paliar nuestros problemas es acudir al mundo virtual. Es decir, tratar de mantener el contacto fluido con los participantes en nuestra investigación por redes sociales, llamadas de teléfono, video-llamadas, etc., y, por otro lado, asistir a congresos on-line por video-conferencia. Es lo que estamos haciendo actualmente, pero en el caso de los hablantes, se trata más bien de mantener el contacto y la confianza con ellos que de llevar a cabo la recogida de datos. Consideramos que esta solución virtual se desvía del proyecto inicial, ya que preveíamos un contacto real con hablantes nativos, pero además presenta una serie de inconvenientes que paso a enumerar. En primer lugar, una de las ventajas del trabajo de campo es que permite un cierto control sobre la muestra. Con un contacto real y continuado podemos verificar el origen de los individuos, la edad, el nivel académico, entre otros factores que resultan primordiales para analizar las diferencias lingüísticas que estamos buscando. Por otro lado, estar en el terreno nos permite acceder a hablantes que rara vez van a conectarse a una red social, me refiero a personas de generaciones mayores o analfabetas. Además, la grabación de video-llamadas podría presentar ciertos problemas éticos. Nuestros contactos podrían considerar que su relación está basada en un mero objeto extractivo y no en una relación de amistad y respeto. Sin duda, esto quebraría la relación de confianza que se establece entre el investigador y los informantes.

En cuanto a la presentación de resultados en eventos en línea, debemos señalar que el problema se encuentra, más bien, en la reticencia de los investigadores. Esta reticencia de los investigadores puede deberse a que estamos saturados de eventos en línea tanto a nivel profesional (docencia, reuniones…), como a nivel personal (aperitivos virtuales con amigos y familia, escolarización de los hijos, conciertos, recitales, etc. en directo por las redes sociales). Otra razón es, sin dudo, que desconocemos las herramientas que nos permiten hacerlo y necesitaríamos algún tipo de formación para ello. Probablemente, porque también nosotros nos hemos quedado obsoletos ante el tsunami que ha representado la COVID-19. Pero además de este momento de autocrítica que asumo como propio, también hay que añadir que el contacto presencial sigue siendo muy valioso. La reunión con colegas de especialidad genera sinergias valiosísimas, nuevas ideas, nuevas colaboraciones, que, por ahora lo virtual no está generando.

A pesar de todo esto, no hemos parado de trabajar aprovechando los resquicios que nos permite la pandemia y seguimos comunicando y publicando resultados.

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