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Sobre este blog

El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.

Otra vez la montaña de Borneo

Fotografías: Javier Juste

Javier Juste

Estación Biológica de Doñana (EBD/CSIC) —

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Otra vez la montaña de Borneo... tan alta como inaccesible y a sus faldas lo que aún queda de ese bosque tropical húmedo tan diverso, y que un día ocupo todo Borneo. Impresionante tanto desde fuera con esas laderas vestidas de verde y que rebosan vegetación, como por dentro.

Donde lo pequeño es grande... y lo grande enorme, con esas formas caprichosas, algunas favorecidas ascienden al cielo en busca de luz tensando lianas como si fueran cuerdas musicales, mientras que otras se contentan con quedar en la penumbra pero siempre huyendo del vacío. Las flores creciendo en troncos y ramas sobre las que se apoyan otras, las orchideas de mil sutilezas de siluetas de pájaro. Todas fantásticas, pero aunque ejemplares, no son las únicas maravillas que dan broches de color al siempre verde fondo.

A veces compiten con animales tan imaginativos y coloridos; pequeñas formas caprichosas que saltan, corren o vuelan. O tan majestuosos como ciervos, o calaos, estorninos metálicos, martinetes, pollas de agua o garzas que unen a través de cursos de agua el bosque húmedo con otro: el manglar dueño y señor de los fantasmas elfos y mareas. Un bosque que se levanta orgulloso sobre lodos y cangrejos.

Los peces salen afuera abobaos con sus barrigas sobre formas aéreas. Pero en un ciclo perverso de destrucción, primero fueron los suburbios, que cambiaron los mangles por chabolas suspendidas sobre aguas pútridas, y donde los niños juegan y dan color, como la ropa tendida. Poco tiempo les queda, por detrás ya vienen empujando excavadoras y rascacielos de un crecimiento imparable fruto del desarrollo oriental, voraz y consumista, con prisa, como queriendo recuperar el tiempo perdido con tanta contemplación.

Y muchas bocas no solo dispuestas a comer, sino a engullir cualquier producto comercial que se les proponga (incluso una puesta de sol). Pero sobre todas las cosas, la riqueza del mar. Cientos de especies, esperan inertes acabar chupeteadas por dedos implacables, propios de las hordas chinas en un turismo incontenible. La flota responsable de llenar esos mercados, apenas reposa cerca, disponiéndose a un nuevo asalto a esa diversidad que parece inagotable de un mar que silencioso e impertérrito, se tiñe todos los atardeceres de rosas y naranjas.

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