El Carnaval Chiquito de Cádiz remata ante la Catedral con la chirigota que parodia a los cofrades

A las ocho de la noche del domingo 8 de marzo, la chirigota “Aquí estamos de paso”, de Juanlu Cascana, despedían el Carnaval Chiquito de Cádiz, actuando en la plaza de la Catedral ante una muchedumbre curiosa: no era para menos, las imágenes del Santo Cristo de Las Coñetas y de Nuestra Señora de las Caleta –encarnados por José David y Willy, las dos personas con discapacidad física que forman parte de la agrupación desde hace años—se abrían paso junto a las barreras y rampas que presagian la inminente Semana Santa.

“Ahí está la Virgen María/ y también está el Señor,/si conseguimos que usted se ría/será por la gracia de Dios”, alentaba el primer pasodoble. Un recorrido por el mundillo de la Semana Santa, desde el paso horquilla tan gaditano a los camareros de las imágenes: “Yo soy ese que viste a la virgen/Yo la peino y la dejo bien puesta,/Yo la pongo tan guapa y pura/Que en vez de ser Virgen/es Virgen Extra”.

Don Carnal y doña Cuaresma, entre las casuales campanadas del templo, comenzaban a cantar entre un público tan diverso como sus integrantes: alegres manifestantes del Día de la Mujer con camisas violetas, niños malagueños ataviados de duendecillos, cantautores como Fernando Lobo con su nuevo libro debajo del brazo, o el catedrático de Derecho de la Universidad de Córdoba, Antonio Manuel, que había llegado hasta la capital gaditana a bordo de un autobús compartido por otros aficionados desde Almodóvar del Río.

Desde 1987

El Carnaval Chiquito –que tomó dicho nombre a la manera de las celebraciones derivadas del Corpus—surgió hace años (en 1987) de una broma entre agrupaciones pero se ha convertido en un reclamo más de las fiestas carnavalescas de Cádiz. Sólo que el viejo calendario ha pasado a mejor vida: desde su restauración en 1977, los carnavales gaditanos superaban, en las fechas canónicas de alternancia, la quema del Dios Momo en el martes de carnaval que, con permiso de Valle-Inclán, cerraba tradicionalmente los festejos, para adentrarse más allá del miércoles de ceniza al otro fin de semana. Solo que ahora, una semana más tarde, todavía queda mucha fiesta en las calles gaditanas. Y en ella no sólo participan ya las agrupaciones ilegales o callejeras, sino muchas otras oficiales como la del Cascana, que no llegó a semifinales pero provocó una formidable controversia por representar una procesión e incorporar sus pasos al escenario del Gran Teatro Falla.

Trascendió que, por ese motivo, el Cascana había sido expulsado de la cofradía de La Borriquita, por similares motivos a los que, dos décadas atrás, Antonio Martínez Ares dejó de ser hermano de una cofradía pontificia por un pasodoble dedicado al papa Juan Pablo II. Ahora, sin embargo, le faltó tiempo a Ignacio Ortiz, hermano mayor de La Borriquita, para explicar que al Cascana no le habían echado de la cofradía “porque no era hermano”. Y causó baja en la cuadrilla de cargadores que titulan los hermanos Martín, dos meses antes del concurso y tal vez temiendo lo que se le podría venir encima.

La procesión de ese domingo en Cádiz fue más bien festiva y respondía a la convocatoria del Día de la Mujer, en cuyo trayecto participaron diversas chirigotas feministas, que también se hicieron presentes en un acto convocado la víspera en el centro social de El Palillero. Muchas de ellas, desde las Juanis Joplin de Susana Ginesta a “La sirigota, somos unas máquinas”, de Blanca Flores, estuvieron hasta tarde apurando la despedida de un carnaval que ha llenado Cádiz de turistas y de euros durante un mes, lo que supone un indudable balón de oxígeno para una ciudad que se convierte, estadística tras estadística, en capital del paro.

El olor de los papelones de pescado frito anticipaba el olor a incienso venidero. Las Juanis Joplin parafrasean el Imagine de John Lennon: “Imagina que a Ortega Smith/ le sale un hijo gay”. Pero ese es otro santoral.