Una nueva vida para el 'Monkey' de Sevilla, una experiencia musical adaptada a los tiempos
Después de un 2020 que ha sido lo más parecido a un terremoto para el mundo de la música en directo –entre otros mundos–, este 2021 parece el momento de recuperar el equilibrio. Ya habrá tiempo, parecen decir los empresarios del sector, de volver a los tiempos dorados, o tal vez no: ahora toca edificar sobre las ruinas y aprender algo de lo vivido. Y en esas está el Monkey Week, uno de los festivales de referencia del panorama nacional, y sin duda una de las citas imprescindibles de la agenda musical andaluza, que hoy mismo anunciaba a bombo y platillo su regreso al formato presencial y las fechas de su próxima edición: del 17 al 20 de noviembre, en Sevilla.
Atrás queda una edición, la del año pasado, que hubo de acogerse al formato online para no dejar la página en blanco, y lo hizo con no poco éxito: el MWTV logró registrar más de 50.000 reproducciones y más de 35.000 espectadores únicos. “Tras ensayar dieciocho modelos distintos de Monkey, optamos por un festival online y en streaming, y debemos reconocer que la experiencia fue gratificante”, afirma el responsable de la cita, Tali Carreto. “Por un lado fue un modo de ponernos a prueba, de preguntarnos si seríamos capaces de sacarlo adelante y de sentir que si, replicábamos la experiencia Monkey a través de la pantalla, sería un halo de esperanza en medio de aquella deprimente situación. De hecho, este año no se va a perder el componente online, alguna ventana habrá. Pero mentiríamos si no dijéramos que teníamos muchísimas ganas de volver al directo de siempre”.
Y aquí vuelve el evento de música independiente que nació en El Puerto de Santa María (Cádiz) y mudó su sede central a Sevilla en 2016, con no pocas novedades. La primera, el abandono temporal de la Alameda de Hércules como escenario, para instalarse en el Cartuja Center Cite, condicionado por la pandemia. “Por muy optimistas que seamos con los meses venideros, hay que trabajar con un plan seguro. No podemos hacer como el año pasado, cuando cambiábamos el plan prácticamente cada semana, o cada diez días. Por eso, lo más seguro es trasladar toda la actividad al Cartuja Center Cite, que posee un aforo considerable y permite mantener todas las normas anti-Covid en un espacio controlado”, subraya Carreto. “Eso no quita que tengamos la dinámica abierta a que, según se vaya modificando la normativa y relajándose las restricciones, podamos ampliar a otros espacios”.
Punto de encuentro
Otra novedad es el tuneo del nombre del festival, que pasa a llamarse Alhambra Monkey Week por cuestión de patrocinio. “Nos gusta como suena, porque este es un festival nacido en el Sur, y alude a la vinculación entre Granada y Sevilla. Hasta este año hemos estado ligados a Estrella Galicia, y esperamos que la nueva colaboración sea tan acertada como aquélla. Además, cervezas Alhambra está siguiendo una línea muy similar a la del Monkey Week con iniciativas como Momentos Alhambra, con una apuesta muy clara por el talento emergente y actividades ligadas a la música independiente”.
Por el momento, solo un artista confirmado en el cartel: Black Lips, uno de los grupos de garaje que ha definido el último par de décadas, que han abrazado sus raíces con su último trabajo —Sing In A World That’s Falling Apart, quizás uno de los títulos más descriptivos de lo que fue 2020— y que prometen un show tan personal como tremendamente divertido. “Es un momento muy complicado para las bandas internacionales, hay algunas que llegan a un país y hasta tienen que guardar cuarentena… A los Black Lips ya los intentamos tener el año pasado, esta vez han mantenido sus fechas en Europa y coincidía felizmente con el Monkey, así que los tendremos por fin”, añade el coordinador. “Además, mantendremos el concierto del centro penitenciario Sevilla 1, para seguir llevando música en directo a personas privadas de esa posibilidad”.
Pero el Monkey no vive solo de conciertos, sino también de ser un punto de encuentro para la industria musical. En este sentido, la convocatoria para sus showcases –que normalmente se abría entre mayo y junio– ha tenido que esperar esta vez a julio, pero la respuesta no he podido ser mejor. Si en 2020 recibieron más de 1.000 propuestas procedentes de 55 países, en este 2021 confían en superar esa cifra.
Convivencia de modelos
“El Monkey al final es una unión de voluntades, un monstruo en repercusión, aunque no esté dirigido a las masas”, puntualiza Tali Carreto, quien a la pregunta de la prensa sobre si está previsto realizar tests rápidos a los asistentes responde que “no vamos a congregar a 20.000 personas, así que no hace falta tanto. Sí observaremos todas las medidas para disfrutar de espectáculos seguros”.
En todo caso, como el resto de los trabajadores de la música, el equipo del Monkey asume que los cambios han llegado para quedarse, al menos, un largo tiempo. “Intento pensar que el ser humano tiene una memoria débil, pero también confío en que algo hemos aprendido de todo esto, y que podemos quedarnos con las cosas buenas. Quizá no volvamos en un tiempo a un nivel tan masivo de macrofestivales, y lo que viene sea un tiempo de convivencia de formatos, propuestas de ciclos, conciertos más o menos íntimos, público sentado… Vamos a tardar mucho en volver al punto del que venimos. Y aquello que nos parecía tan raro, de personas asiáticas deambulando por los aeropuertos con una mascarilla, va a seguir siendo habitual”.
“Lo mejor”, concluye Carreto, “es que por primera vez el mundo de la música parece haberse unido, hay una sensación de lobby en el buen sentido que nos lleva a exigir derechos que creíamos perdidos. Y ojalá eso también permanezca”.
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