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La Universidad de Cádiz estudia ya la siguiente amenaza en los océanos: drones marinos y narcolanchas sin pilotos

Imagen de una las operaciones contra las narcolanchas

Pedro Espinosa

Cádiz —

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El primer ‘astillero’ de drones marinos descubierto en Andalucía estaba en una nave de un pequeño municipio del Campo de Gibraltar. Un padre y su hijo tenían en Castellar, un pueblo gaditano de apenas 3.000 habitantes, un taller donde fabricaron tres minisubmarinos no tripulados, preparados para cargar hasta 200 kilos de droga.

Era verano de 2002 y era la primera vez que la Policía Nacional exhibía de forma tangible esta nueva vía de transportar droga. Los drones marinos han cobrado protagonismo en la guerra de Ucrania y, junto a la ciberseguridad y la contaminación, forman parte de las más acuciantes amenazas que se ciernen sobre los océanos. La Universidad de Cádiz (UCA) tratará de dar respuesta a todas ellas con su nuevo máster en seguridad marítima y protección de las costas, el primero de una universidad pública en España. 

“Hay una demanda bastante grande en estas materias”, explica Emilio Rodríguez Díaz, subdirector de la Escuela de Náuticas de la UCA y ponente de este máster. “En la labor previa a la solicitud para su aprobación hemos contado con los apoyos de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, los puertos o la Armada”. Este título oficial ya existe en otros países como Reino Unido, Suecia, Japón o Corea, pero aún no en España, una evidencia de eso que se ha hecho llamar “ceguera marítima”, la incapacidad de un país para comprender el mar o reconocer la importancia fundamental que tiene. 

“Desconocemos u obviamos que el 70% del planeta es agua, que el 80% de la población vive a menos de 100 kilómetros de la costa y que el 90% de las mercancías viaja por mar”, destaca Rodríguez Díaz para reivindicar la enorme importancia de esta formación, que el máster va a atender para responder a las amenazas que se ciernen sobre los países costeros. “Las amenazas son muchas y las estamos viendo cada día: piratería, narcotráfico, pesca ilegal, tráfico de armas, terrorismo, contaminación... En el caso de España tenemos dos mares, un océano, dos archipiélagos y varias plazas en el mar, lo que incide en la relevancia de todas las medidas que se han de tomar”.

Las amenazas evolucionan, cambian con el tiempo. Y una de las que más preocupa, en muchos aspectos, es una que está aún por desarrollarse: el uso de drones marinos y embarcaciones no pilotadas. El año pasado constan al menos 11 ataques de Ucrania contra barcos militares o infraestructuras de Rusia con drones marinos. “Son pequeños aparatos cargados de explosivos que pueden viajar a largas distancias”, detalla Rodríguez Díaz. 

Al margen de su uso bélico, en la provincia de Cádiz constan ya actuaciones en las que las mafias se han servido de estos artefactos para transportar droga. La operación de Castellar en 2022 así lo corroboró. Fueron detenidas ocho personas por crear drones submarinos que, guiados por GPS, podían transportar 200 kilos de droga a una distancia de 50 kilómetros.

El siguiente paso, advierte Rodríguez Díaz, es crear narcolanchas sin pilotos. “Presenta muchas ventajas porque no necesitas tripulación, reduces costes y peso, la mercancía va estanca, generalmente bajo cubierta, y pueden alcanzar velocidades impensables si viajaran en ellas personas. Además, no se podría en riesgo la vida de sus tripulantes porque el operador la guía desde tierra”. 

Los drones marinos no tienen por qué tener un uso delictivo. Ya se usan, por ejemplo, para estudios batimétricos. Y también hay embarcaciones sin piloto, como algunos ferris entre islas en Noruega, que transportan vehículos y pasajeros, de forma automatizada solo con personal de control. “Esto plantea la necesidad de una regulación, una legislación específica. Por ejemplo, ¿cuántos drones puede controlar a la vez una sola persona? ¿qué titulación deben tener? ¿qué características y dimensiones pueden tener?”, explica el profesor de Náuticas, cuya escuela, junto a otras de España, forma parte de un grupo de trabajo interdisciplinar que ya está estudiando, de forma incipiente, las respuestas a estas cuestiones. 

El nuevo máster de la UCA, precisamente, quiere contestar a este tipo de interrogantes, ir por delante. No ocurrió así con los drones aéreos, cuya proliferación obligó a apresurar una regulación posterior para tratar de reducir los numerosos problemas de seguridad que generaban.

Rodríguez Díaz da por hecho que el uso, lícito e ilícito, de drones marinos será muy común en pocos años. Será solo uno de los aspectos que se incluyan en el plan de estudios, que abordará otras amenazas reales y continuas en un mundo, el marítimo, en constante transformación. “Hace poco estuvimos en Bruselas abordando el uso de nuevos combustibles como las baterías o el amoniaco. Cada vez preocupa más el tema de la ciberseguridad. Porque si los barcos se manejan de forma informatizada es más probable que existan ciberataques. En 20 años habrá una transformación absoluta de la navegación que afectará a todo, también a la construcción naval”.

Rodríguez Díaz pone un ejemplo. “Si en los barcos no hay personas a bordo, no se necesitan puertas en los barcos. El diseño será completamente diferente”.

La Junta de Andalucía ya ha autorizado el máster en seguridad marítima y protección costera de la UCA. Si todo va bien, las 30 personas del alumnado de la primera promoción podrán matricularse para el curso 2025/2026. Con ese título podrán aspirar a diferentes puestos, por ejemplo, oficiales de seguridad en barcos o infraestructuras. De su formación saldrán trabajos e investigaciones, claves para estudiar las nuevas amenazas que trae el mar. Amenazas que, como dice Rodríguez Díaz, es mejor afrontar que darles la espalda. 

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