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El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

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El gobierno, la bancada socialista (i, al fondo) y el resto de diputados escuchan la intervención del diputado popular Teodoro García Egea (2d) durante una sesión de control en el Congreso de los Diputados. EFE/Juan Carlos Hidalgo

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Esta semana hemos vivido en directo un intento del viejo bipartidismo de reeditar sus tiempos gloriosos. De revivir sus “cara a cara” entre González y Aznar, Aznar y Zapatero, Zapatero y Rajoy, reeditando esa cadena de eslabones perfecta, donde cada anilla representaba una foto fija del momento del país: unas veces unos en el gobierno, otras en la oposición y viceversa; emulando el mejor turnismo de la Restauración borbónica, sin tocar en lo fundamental los pactos que los mantenían unidos. Un tira y afloja en lo superficial que siempre escondía imágenes homologables sobre la configuración de nuestro país, las deudas del poder con las élites y la baja calidad de nuestra recién nacida democracia. Una cadena de poder que fue fracturada en el 2011 bajo el grito inapelable del “no nos representan” que tanta verdad sacó a la luz: corrupción, no independencia real entre poderes, transferencia a las grandes empresas del poder efectivo de los gobiernos, deudas con los bancos que se tornaban en amarres que impedían tomar decisiones valientes para la gente…

Desde ese mayo de las plazas el sistema y sus dos caras, PP y PSOE, han estado intentando por todos los medios arreglar esta cadena, reinstaurarla. Primero con un “Podemos de derechas” como pedía el presidente del banco Sabadell. Luego con un giro hacia una nueva derecha descarnada y abiertamente reaccionaria y, en los últimos tiempos, dando por hecho que esta década ha sido un mal sueño, y que tras los escarceos con el poder de Podemos volveríamos a lo de siempre de la mano de Sánchez y Feijóo. Toda una utopía que solo se sostiene por la repetición hasta la saciedad y en prime time de esta idea.

El debate en el senado de esta semana buscaba ratificar, mediante su puesta en escena, esta idea. Obviando intencionadamente que la política de nuestro país ya nada tiene que ver con aquellas fotos noventeras. Que ni Sánchez gobierna ni gobernará en solitario, ni Feijóo, mal que le pese, unifica el bloque de liberales, conservadores y trasnochados de la derecha. Que nada ya es como fue y que los matices, el pluralismo y la nueva política han venido para quedarse. 

Esta certeza no es una certeza de parte, fue el elefante en medio de la sala durante todo el debate en el senado. Un elefante tan enorme y morado que ocupaba la alfombra central del salón de plenos y al que Feijóo tuvo que acabar señalando como el principal escollo para la relación fructífera entre el PP y el PSOE. “Si no fuera por estos chicos Pedro, tú y yo podríamos hacer grandes cosas” resonaba tras las palabras del líder del PP. Faltaba uno en el debate, el que no podía replicar, la piedra en el zapato para el sistema, justo aquellos ingobernables que señalan el camino y los cambios radicales, y que son tratados como locos para meses después ser asumidas sus propuestas por media Europa. Faltaba Podemos y el bipartidismo lo sabe.

Por eso había que sacar a Podemos de la ecuación, por eso Feijóo tuvo que señalar que el partido con su “cese a los ministros que usted no ha nombrado”. Y la verdad, que a la derecha le molesta Podemos es una obviedad, y si no que le pregunten a M.Rajoy, pero no solo molesta al bloque conservador. Sánchez ayer ganó la contienda dialéctica usando las ideas de Podemos sin citar, copiando el lenguaje al más puro estilo Salvados para ocupar su espacio. Señaló a Feijóo como el elegido de las élites, como si el PSOE no tuviera los consejos de administración del IBEX llenos de ex cargos del partido. Reivindicó las medidas del escudo social cuando cada medida aplicada ha ido precedida por un “no se puede” de Moncloa y una “cabezonería” de Podemos para llevarlas a cabo. Apeló a la intervención del mercado eléctrico cuando en marzo se tachó a Podemos de radical por proponerlo. Es más, Sánchez llegó a decir que “el Estado y todos sus recursos financieros van a estar al servicio de la ciudadanía y no al servicio de los grandes grupos de poder como ocurrió en la crisis anterior” obviando el pequeño detalle de que precisamente el art. 135 que propició justo esto se cambió gobernando ellos…en fin, un pequeño lapsus.

Más allá de las crónicas de vencedores y vencidos, lo importante del debate para el sistema no es quien ganó, sino que esto es cosa de dos de nuevo y justo esto es lo que hay que denunciar y romper esa fábula. Que España ya no es sólo de rojos y azules, que las respuestas a los retos que nos vienen en este complicado otoño exigen valentía, tener las manos libres y no deberle nada a nadie y ahí tanto Sánchez como Feijóo saben que tras la ficción de su debate está Podemos.

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