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El encuentro de Valencia

Las cinco lideresas de izquierda que protagonizaron este sábado el encuentro "Otras Políticas" en València llegaron juntas y cogidas del brazo al acto en el Teatro Olympia. EFE/Ana Escobar

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El encuentro en Valencia, bajo el lema: “Otras políticas”, de Yolanda Díaz, Mónica García, Ada Colau, Mónica Oltra y Fátima Hamed Hossain, ha supuesto un aldabonazo en el panorama político. No han hablado de programas, forma de organizarse, nombres…, de nada de lo que se suele entender como los elementos esenciales de un proyecto político; sin embargo, ha sido un encuentro con una enorme carga política.

En Valencia se ha hablado de diversidad, de respeto al diferente, de colaboración en objetivos comunes desde miradas distintas. De otra forma de hacer política, de evitar el ruido, de poner en el centro del debate a las personas, especialmente a las más necesitadas… se ha hablado de valores, de conceptos estratégicos que van más allá de una coyuntura política o un momento electoral. Quizás por eso, por la apuesta estratégica y la voluntad de buscar puntos de acuerdo en las cosas concretas, el encuentro protagonizado por estas cinco dirigentes políticas ha supuesto una inyección de optimismo para miles de militantes cansados de sufrir la incapacidad de las organizaciones de izquierdas para tejer alianzas, para diseñar proyectos comunes.

Todas las protagonistas rechazan considerar, al menos en público, que el acto del sábado 13 suponga el pistoletazo de salida de ningún proyecto político, y menos de la candidatura de Yolanda Díaz, pero, aunque formalmente no sea así, es difícil desligarlo de la estrategia diseñada por la vicepresidenta para valorar las posibilidades de encabezar una candidatura surgida de un espacio plural a la izquierda del PSOE. Menos aún, cuando la propia Díaz declaró que lo sucedido en el Teatro Olimpia era “el comienzo de algo maravilloso”.

Pero el camino para que cuajen en un proyecto político las ideas apuntadas en Valencia va a ser largo y complicado. Para empezar, hasta el momento hay poco más que una declaración de intenciones y una voluntad de avanzar juntas; conforme se vaya descendiendo a lo concreto irán apareciendo las diferencias y se pondrá a prueba la capacidad de lograr acuerdos o, en su defecto, la capacidad para pactar los desacuerdos. Y no van a encontrar un minuto de sosiego cuando los sectores más conservadores -incluidos algunos dirigentes de partidos de izquierdas- vean que se consolida un instrumento que puede amenazar sus privilegios.

Yolanda Díaz habla de construir una plataforma distinta a lo que es una coalición electoral; en la que estén los partidos de izquierdas, pero con importante presencia de la sociedad civil; en la que lo importante no sean los nombres, sino el cómo y para quiénes se trabaja.  Es una propuesta ilusionante, capaz de movilizar, si se consolida, a buena parte de la ciudadanía progresista, pero que va a encontrar grandes resistencias en los partidos políticos.

La experiencia -tanto remota como próxima- de la relación entre las izquierdas no es precisamente muy alentadora; con la excepción de la última campaña electoral de la Comunidad de Madrid, ha primado la confrontación sobre la cooperación. Y en esas seguimos: Podemos ha tardado dos días en apoyar el encuentro de Valencia, al que no ha dudado en calificar -en contra de la voluntad de las organizadoras- de “el pistoletazo de salida” del “frente amplio”.

Nada hace pensar que la dirección de Podemos comparta el modelo de Díaz, y en el resto de los partidos que deberían formar parte de esta plataforma, también hay divisiones sobre el papel que tienen que tener las organizaciones en esa confluencia electoral. Nadie se va a oponer formalmente a formar parte de una agrupación electoral, pero, al menos a día de hoy, la pelea por el poder está servida. Es la cultura política dominante, que va a ser muy difícil de superar a no ser que se consiga proyectar suficiente presión sobre los sectores más conservadores de los partidos políticos.

En cualquier caso, el proyecto de la vicepresidenta segunda es tremendamente complicado. Especialmente si se va a tener responsabilidades de gobierno, porque la acción de gobierno requiere de equipos en los que quepa la diversidad, pero con un sustrato común importante y con una lealtad y compromiso colectivo de primer orden. Por otra parte, es necesaria la consolidación de la futura organización -que debe basarse en unas prácticas políticas distintas- en las Comunidades Autónomas, comarcas, ciudades… Y esto no se hace de la noche a la mañana, y menos sin la voluntad decidida de las estructuras políticas ya existentes.

Queda mucho camino y está lleno de dificultades, pero Yolanda Díaz es una mujer con suficiente experiencia política como para saber a qué se enfrenta. Espero que tenga éxito en su empresa o que, al menos, cale en un sector de la izquierda la necesidad de cambiar la cultura política, la importancia de la colaboración, la búsqueda de objetivos comunes vistos con miradas distintas.

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