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El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

En nombre de la racionalidad que perseguimos

Las 'fake news' han demostrado su influencia en procesos electorales y en política internacional

José Luis Briz Velasco

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En nombre de la racionalidad que perseguimos en nuestro trabajo como docentes e investigadores, por favor haced uso de toda vuestra capacidad crítica para ir al fondo de las cosas. Los menos jóvenes pero no tan viejos no recordamos una marea de bulos, ambigüedad o falsedad deliberada, ataques y defensas puramente emocionales sin base racional como la que vivimos.

Conviene ser conscientes de las debilidades de nuestro cerebro. Más si cabe que de sus fortalezas. Porque esas debilidades son la diana de las “fake news”, de las teorías conspiranoicas, de la manipulación informativa deliberada, de la publicidad (siempre interesada) y de uno de los mejores clientes de todo lo anterior: el juego político.

En primer lugar conviene ser conscientes de que, como especie, la complejidad del mundo nos da pavor. Nos hace sentirnos inseguros. Nos hace buscar respuestas simples. Nuestro cerebro es limitado, lo que nos rodea nos parece inabarcable, y ni nuestros ancestros en el Rift Valley ni nosotros ahora tenemos tiempo para comprobar los datos a cada instante: a nuestros ancestros se los comía un depredador si “comprobaban demasiado”. Prejuicios e ideas preconcebidas nos ayudan a gestionar la realidad. Por eso creamos modelos, obviando elementos que no se adaptan a lo que pensamos. El “sesgo de confirmación” nos hace dar por cierto -aunque sea falso- lo que coincide con nuestras ideas. Ninguno escapamos a esta tendencia.

En ciencia e ingeniería creamos y formalizamos modelos. Pero sabemos que nuestras conclusiones son válidas sólo en tanto que el modelo lo es. Avanzamos porque los resultados inconsistentes nos llevan a modificar modelos o ingeniarlos nuevos. Romper modelos sociales es mucho más complejo y doloroso. Somos sociales, y comparamos constantemente lo que hacemos y creemos con nuestro entorno. Si el grupo social -¡o científico!- se aferra a un modelo tendemos a seguirlo; eso nos ha ayudado mucho a sobrevivir. Nos da seguridad, nos reafirma, es como una droga. Por eso es mucho más difícil convencer con argumentos rigurosos que apelando a los sentimientos. Paradójicamente, podemos llegar a ser irracionalmente feroces si nos sentimos engañados por ese modelo. Otro factor derivado de nuestro instinto de supervivencia es la tendencia a priorizar las malas noticias. Aunque sean sólo una lejana posibilidad, nos ponen en alerta, nos activan: quizá debamos huir, refugiarnos, tomar medidas, quién sabe. Está demostrado que creemos más esas malas noticias (aún cuando se demuestran falsas) si van unidas a sentimientos negativos (indignación, repugnancia, tristeza).

La inyección profesional de mentiras masivas busca precisamente generar falsas sensaciones de consenso en el engaño apelando a los sentimientos de indignación.

Esa necesidad innata de encontrarle un sentido al mundo nos ha hecho también expertos en “reconocer patrones”, probablemente desde hace unos seis millones de años. Indicios del depredador oculto, ciclos de la naturaleza... Seguimos buscando patrones como locos, usando nuestros nuevos trucos (la inteligencia artificial). Por eso, nuestra tentación de encontrar conspiraciones donde no las hay es muy grande.

El efecto Dunning Kruger es otra característica de nuestro cerebro forjada a golpes de supervivencia. Extraemos conclusiones con pocos datos (creemos reconocer patrones enseguida) porque nos hace la vida más fácil ('The Peak of Mount Stupid'). Pero a medida que profundizamos -¡pensad en el estudio de un idioma!- se nos cae el mundo encima: es imposible llegar a saberlo todo ('The Valley of Despair'). Podemos abandonar o insistir. Lo segundo nos lleva a otro estado en el que ya no importa saberlo todo. Importa disfrutar del proceso de aprender ('Plateau of Sustainability'; sentimos un enorme respeto por lo que ignoramos. No os quedéis en 'The Peak of Mount Stupid', ni tampoco en el 'Valley of Despair'. Lamentablemente, es inevitable pasar por ello.

Id al fondo de las cosas. Diversificad vuestras fuentes. No os quedéis en la superficie. Si el tiempo no os lo permite -no llegamos a todo- mejor dudar y respetar que lanzarse al abismo de una descalificación sistemática que, en tiempos pasados, llevó a nuestras sociedades a desastres irreparables.

Os dejo con una frase de Francisco Tomás y Valiente, Catedrático de Hª del Derecho y Presidente del Tribunal Constitucional, un monumento de persona asesinado por un pistolero de ETA de un tiro en la cabeza mientras estaba en su despacho en 1996. En épocas convulsas siempre hay quien dispara a la inteligencia:

“La universidad es la única institución en la que [...] desde hace siglos se piensa sin condiciones ni límites, se aprende a dudar metódicamente, se investigan saberes aparentemente inútiles sin los cuales no habría ni ciencia ni cultura, ni vida en verdad humana.”

¡Sed universitarios toda la vida!

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