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Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

Guerricas culturales en Zaragoza

Leo Contina

En el último debate del estado de la ciudad, el portavoz del PP repitió que Zaragoza en Común gobernaba para sus “amigos y amiguetes”. No era la primera vez, ni la última, que iba a aparecer esa expresión en boca de un representante del PP. Apenas unas semanas antes, otra de sus concejalas había dado una rueda de prensa para denunciar un nuevo “escándalo” de supuesto favoritismo hacia una asociación en “un ejemplo más de amigos y amiguetes beneficiados por ZeC”. Por supuesto, estas declaraciones no fueron acompañadas de denuncia judicial alguna ni de propuesta concreta de cambios en los controles institucionales para evitar que algo así se pudiese repetir.

Esta táctica de desgaste por parte del PP, en forma de fabricación periódica de supuestos “escándalos”, se ha venido produciendo desde que Zaragoza en Común llegó al gobierno y se está intensificando conforme se acerca la siguiente cita electoral. Su desarrollo sigue un esquema bastante similar en casi todos los casos: el PP realiza una rueda de prensa y, a ella, le siguen dos o tres días de noticias en los principales medios de comunicación en forma de periodismo de declaraciones. Por periodismo de declaraciones suele entenderse la elaboración de noticias donde se admite por bueno el relato de la persona que da la rueda de prensa, entrecomillando lo que dice y sin que en ningún caso se contraste o matice con una mínima investigación periodística o con la versión de la parte acusada. El carácter escandaloso de la noticia generalmente se apoya sobre una serie de hechos ciertos pero sesgados que permiten entretejer un relato, cuando menos, falso. Un auténtico arte. Vale la pena destacar un par de ejemplos aquí y aquí, que fueron contestados aquí y aquí. Pero daría para una tesis doctoral que ojalá alguna vez alguien haga.

Lo interesante de estos “escándalos” es que en ellos nunca se ataca ni se pone en cuestión el carácter estructural del hecho que se denuncia. Nunca se hacen preguntas como ¿de qué manera se toman las decisiones en este o aquel servicio? O ¿es necesario introducir más controles para evitar favoritismos y arbitrariedad? El foco del conflicto jamás se pone sobre la cuestión material/estructural sino sobre su dimensión ética. La crítica realizada se dirige siempre hacia la (falta de) moralidad de tal o cual concejal o la no ejemplaridad de ZeC. Y es esto, precisamente, lo que parece reproducir de forma lejana pero interesante la estrategia política de la guerra cultural.

Desde que Thomas Frank publicara en 2004 el ensayo ¿Qué pasa con Kansas? Cómo los ultraconservadores conquistaron el corazón de Estados Unidos, se está dando vueltas sobre el concepto guerra cultural, que viene a definirse como el choque entre conservadores y progresistas por cuestiones morales y de estilos de vida, donde el eje del conflicto se traslada de las cuestiones materiales a las cuestiones morales. Carlos Prieto, una de las personas que ha traído al escenario español estas tesis, explica cómo “los neocon conquistaron el corazón de la clase obrera con un innovador cambio de eje (de lo económico a lo cultural): la batalla ya no se libraba entre ricos y pobres o entre poderosos y débiles sino entre americanos simples y honrados del Medio Oeste que se mataban a trabajar y progres neoyorquinos que se dedicaban a ir al cine, vestir absurdos fulares afrancesados y reírse de los ‘paletos’ contrarios al aborto y al matrimonio homosexual.”

El PP de Zaragoza no resulta muy sofisticado a la hora de implementar esta estrategia pero, con la ayuda imprescindible de los grandes medios de comunicación local, está consiguiendo construir de manera sistemática un relato en el que ellos aparecen como los defensores de “la gente corriente”. Da igual que cada vez que haya habido que defender los intereses de la oligarquía económica de la ciudad, el PP (junto con C’s y PSOE) haya estado apoyando estos intereses. Lo importante es cuestionar la moralidad de ZeC y hacer ver que no gobierna para la gente corriente sino “para sus amigos”.

Claramente hay una intencionalidad de equiparar a quienes acaban de llegar a la política institucional y quieren “ventilar las instituciones y ponerlas al servicio de la gente” con los políticos de toda la vida. Y esta deriva hacia cuestiones de orden moral tiene dos objetivos importantes. Por un lado, que la base social del cambio se desencante y dude sobre la gente que desde el activismo (o la simple conciencia ciudadana) ha dado un paso para ocupar puestos de responsabilidad en la institución. Y, por otro lado, cohesionar la base social del PP que se hace más fuerte frente a un oponente al que despojan de calidad moral.

Por “amiguetes”, en la terminología política clásica, se entiende a aquellos a quienes el poder hace favores para tejer una red clientelar, para financiar el propio partido o para llenar los bolsillos del político de turno que realiza el favor concreto. En estos “escándalos” fabricados, el PP califica de “trato de favor” cualquier tipo de relación (aunque sea realmente perentoria) que haya entre una entidad que ha recibido una subvención o ha firmado un contrato, con cualquier miembro del gobierno de Zaragoza en Común. El objetivo que persigue el PP es equiparar el apoyo a los movimientos sociales y a la economía social y solidaria con las redes de corrupción formadas por “empresas amigas” que han hecho correr ríos de tinta en sumarios y sentencias judiciales vinculadas al propio PP y a sus miembros.

Se hace así necesario tener que explicar que las personas que han dado un paso al frente en el movimiento del cambio son gente que, en su gran mayoría, provienen de movimientos sociales, empresas de economía social y solidaria, asociaciones de colectivos desfavorecidos, y que, naturalmente, tienen o han tenido lazos con estos sectores sociales. Y que las políticas públicas que se impulsan desde los gobiernos del cambio promueven una economía que ponga a las personas y al planeta en el centro.

El problema es que la mecánica de las guerras culturales, aunque se base en falacias, es eficaz. Y así se consigue, en ocasiones, que el gobierno modifique sus políticas para que no “parezca que se alimentan redes clientelares”, aunque no se esté haciendo en realidad. O que las entidades de la economía social y asociaciones de colectivos desfavorecidos teman aparecer en los medios como injustamente desfavorecidas. En definitiva, el objetivo del PP no es otro que inocular el miedo dentro de la institución y fuera de ella (en los movimientos sociales) para cortocircuitar la inesperada confluencia ciudadana que llevó a ZeC hasta el Gobierno del Ayuntamiento de Zaragoza.

¿Se puede extraer alguna conclusión práctica de todo esto?

Desde el Ayuntamiento, la única respuesta posible es seguir ahondando en el sentido político del cambio y en los procesos de democratización, transparencia y trazabilidad en la toma de decisiones. Ante cada supuesto “escándalo” la respuesta tiene que ser una transparencia detallada de los mecanismos de toma de decisión dentro del Ayuntamiento.

Sólo será posible darle una continuidad a la esperanza que despertaron los gobiernos del cambio si somos capaces de someterlos a una evaluación crítica en función de los cambios materiales y sociales que vayan consiguiendo, y si nos esforzamos en no caer en esos juegos de espejos éticos que nos ponen delante, día sí y día también, el PP municipal y sus medios de comunicación afines.

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