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A la conquista del sueño americano desde un pueblo de Teruel

Julio Yagües Jarqué, Josefa Jarque Soriano y Domingo Yagües Sánchez

Elisa Alegre Saura

Teruel —

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En Jabaloyas (Teruel, 77 habitantes) hay mucha afición al boxeo y al póquer. Es parte de la herencia que trajeron los vecinos que hace casi cien años cruzaron el Atlántico para buscar el sueño americano. Desde 1900 hasta 1930, al menos 125 vecinos de Jabaloyas (Teruel), que entonces contaba con 720 habitantes según el censo oficial, realizaron una travesía de casi 10 días en barco hasta Estados Unidos para trabajar como mineros o pastores durante años, y ahorrar así lo suficiente para volver a España con una vida mejor. Para la mayoría fue un viaje de ida y vuelta sobre el que ahora un estudio arroja luz, y que ha permitido comenzar un proyecto de hermanamiento con el Estado de Utah que les acogió.

Raúl Ibáñez, miembro del Centro de Estudios de la Comunidad de Albarracín, sabía de aquella emigración por lo que se contaba en los pueblos de la sierra, de donde procede su madre. Una publicación de otro compañero del Centro, Pedro Saz, le puso sobre la pista de que el caso de Jabaloyas había sido excepcional, y una primera revisión del censo local en 1920 mostraba medio centenar de vecinos con la “A” de ausentes, y como destino una grafía de un pueblo americano que no permitía identificar el lugar con claridad: “Vinyant Canyon”.

“Dejé de lado la parte oral que me había dado pistas hasta entonces para buscar documentos”, y gracias a Internet consiguió identificar el lugar, a partir del hallazgo de una “Registration Card” de un vecino de Jabaloyas en archivos americanos. Bingahm Canyon (Utah) era el destino, y con esta información, Ibáñez intensificó las búsquedas en archivos norteamericanos hasta identificar a 125 vecinos.

Ibáñez ha revisado minuciosamente la documentación digitalizada de la Isla de Ellis, en Nueva York, punto de recepción de los barcos de emigrantes en aquel primer tercio del siglo XX. Ha sometido a un exhaustivo escrutinio estos archivos, donde se recogía el lugar de procedencia y el destino de cada europeo y por ello sabe que desde 1900 hasta 1936, 972 turolenses entraron a Estados Unidos por este lugar. La Puebla de Valverde fue la localidad de donde salieron más.

En el caso de Jabaloyas, el más numeroso de la Sierra de Albarracín, hay familias enteras, padre, madre e hijos, pero sobre todo se trata de hombres jóvenes: “Casi todos los hijos del pueblo en edad de trabajar se embarcaron hacia América, sin importar si estaban casados o solteros”, concluye en su estudio.

¿Por qué este pueblo registró una emigración tan masiva? Para eso no tiene respuesta Ibáñez, que tampoco sabe con exactitud por qué marcharon los primeros. “Alguien de Jabaloyas contactaría con otro, que seguramente sería vasco o navarro y ellos sí tenían una tradición de emigración muy importante”, explica este investigador.

Según las investigaciones de Ibáñez, la mayor parte de ellos trabajaron en la mina a cielo abierto que todavía está abierta y que acabó absorbiendo la ciudad original que los acogió, aunque otros decidieron trabajar de pastores, tarea por la que eran muy apreciados por su experiencia.

“Los primos cowboys”

La mayoría regresaron a Jabaloyas, aunque luego marcharan fuera del pueblo ellos o sus descendientes. Los testimonios de sus hijos o nietos, así como las fotografías y materiales que conservan, son “pequeñas piezas de un puzle que tienes que ir engarzando”, apunta Ibáñez, que destaca que todavía está al comienzo de su investigación, que va completando con los testimonios de descendientes que recopila a través de encuestas o en charlas que imparte en pueblos de la provincia.

Algunos se acercan a él para decirle que tienen aún “primos cowboys”, aunque hasta ahora no han podido localizar descendientes de aquellos jabaloyanos que decidieran quedarse allí, pero sí tienen referencias de algunos de ellos.

En esto esperan que pueda ayudar el proyecto de hermanamiento que han comenzado gracias al cónsul honorario de España en Utah, Baldomero Lago, que visitó recientemente Jabaloyas y se comprometió a ayudar a localizar a los descendientes de los que se quedaron en Estados Unidos.

Esa es una línea de trabajo para la investigación, pero Ibáñez explica que también hay un campo importante para estudiar la emigración turolense. Hasta ahora, los estudios se habían centrado sobre quienes marcharon a países como Argentina o México, pero no habían puesto la vista sobre los que, a pesar de la distancia y el idioma, se lanzaron al sueño americano para buscar una vida mejor.

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