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María Gómez y Patiño: “Me produce terror pensar que los medios de comunicación están en manos de especuladores”

María Gómez y Patiño ha recibido el Premio Búho 2020.

Ana Sánchez Borroy

Zaragoza —

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La Asociación Aragonesa de Amigos del Libro ha concedido este año el Premio Búho 2020 a María Gómez y Patiño (Bilbao), por su trayectoria profesional. Su último libro publicado “Diez entrevistas imposibles en torno a Miguel Hernández”, donde se acerca a la figura del poeta, cronista y comisario político a través de los testimonios de personas de sus círculos cercanos y conocidos durante la Guerra Civil y los años posteriores. Gómez y Patiño es, además, coordinadora del Grado en Periodismo de la Universidad de Zaragoza.

Enhorabuena por el Premio Búho, ¿en qué ha consistido el trabajo premiado?

En mi caso, ha sido más bien por la trayectoria profesional dedicada a la investigación en el periodismo. Además, creo que es una bonita coincidencia que el premio haya llegado a la vez que la publicación de mi último libro, “Diez entrevistas imposibles en torno a Miguel Hernández”. Son entrevistas a diez personajes que convivieron con el poeta Miguel Hernández, aunque yo estudié la figura de Miguel Hernández como periodista. En el Congreso Mundial de 2010, celebrando el centenario de su nacimiento, ya pedí que se le diera a Miguel Hernández el título póstumo y honorífico de periodista, porque ejercer como periodista en el bando republicano en la guerra civil española es lo que le generó su pena de muerte; se excusaron en esto para condenarle. Entonces, reivindicar su figura como periodista era importante; en el libro hay también una unión entre literatura y periodismo. Miguel Hernández es muy conocido como poeta, pero poca gente ha leído sus crónicas y sus trabajos en prensa. Son diez entrevistas a personas tan conocidas como Antonio Buero Vallejo, el general Líster, Leopoldo de Luis o Rosario Sánchez Dinamitera, a la que le dedica un poema y una crónica periodística... Es recomponer la figura de Miguel Hernández, con distintas miradas, desde distintas perspectivas, para hacer del poeta, del periodista y del hombre una figura distinta de la que habitualmente se ha estudiado. Por otra parte, como soy la coordinadora del Grado de Periodismo de la Universidad de Zaragoza, evidentemente, sigo formando a periodistas. Por supuesto, también he escrito en prensa, hice algo de radio, trabajé en un gabinete de comunicación… Tengo el Premio Nacional de Ensayo de Mujer y Paz de 2002; es decir, me dieron este premio de género y de ensayo hace ya 18 años, cuando todavía los fenómenos #MeToo no habían aparecido en escena. En ese sentido, he trabajado en sociología de la literatura, que es ver el rol y el papel que ha jugado la mujer en la historia, incluso en las obras literarias. El último libro que está en prensa, que todavía no se ha publicado, es un trabajo con dos compañeras de la Universidad de Lyon y de la Universidad de Burgos. Es un excelente ensayo que hemos traducido del francés de la condesa de Remusat que se titula “Ensayo sobre la educación de las mujeres”. También con perspectiva de género, se trata de ver las circunstancias que explican por qué la educación de las mujeres ha influido tanto. Es una obra póstuma que publicó su hijo, porque la condesa de Remusat, que da nombre a una jugada de jaque mate de ajedrez, jugaba con Napoleón, pero no pudo publicar su obra en vida. Su libro no era del todo políticamente correcto y ella era una mujer bastante brava, pero se jugaba la guillotina si publicaba su obra. Por tanto, detrás de la historia hay cuestiones de género, derechos humanos, literatura, valores, libertad.

¿Cómo era Miguel Hernández como cronista?

Era brillante. Era un periodista absolutamente apasionado, que pudo aplicar la libertad de información, libertad de expresión y libertad de opinión porque en el bando republicano la prensa era libre y él podía publicar lo que quería. Entonces, el hombre poeta llegaba a las crónicas ensalzando de una forma muy apasionada, por ejemplo, a los héroes de la guerra. Eran héroes cotidianos, diarios, anónimos, que le rodeaban; ensalzaba sus valores y, evidentemente, trataba de mantener alta la moral del soldado porque en aquellas circunstancias era bastante fácil venirse abajo. Realmente, es capaz de conmover a la gente y hacer que la gente reaccionara. Hacía también una cosa muy interesante que a los periodistas a veces se nos olvida: cumplir con las tres funciones del periodismo, que son información, formación y entretenimiento. Informaba de las últimas batallas, cómo se habían ganado algunos frentes, cómo se había avanzado. En cuanto a la formación, dedicaba una parte importante a educar los soldados. Los periódicos de frente se leían a veces incluso en voz alta para las personas que no sabían leer. Y hay bastantes indicaciones de cómo cuidar su salud, cómo mantenerse sanos, equilibrados... con lo que va formando a los soldados, además de que él, incluso ya antes y durante la guerra, formó parte de un batallón de la cultura y también estuvo con La Barraca de García Lorca. Alfabetizaban a la gente, enseñaban a leer y escribir a los que tenían en su entorno y animaba a algo que ahora se está haciendo con la prensa digital: proponía que todos los soldados pudieran participar en el periódico, les dejaba una pequeña columna. Esto le valió algunas críticas porque, claro, estos soldados no eran ni buenos escritores ni buenos periodistas. Pero él quería darles darles su voz propia. En tercer lugar, estaría la parte de entretenimiento: en la guerra escribió algunas de las obras de teatro más interesantes, también poemas en la cárcel. Es muy bonito ver cómo su autenticidad como persona y como hombre republicano está en todos los géneros: escribe un poema que al mismo tiempo le inspira para hacer un relato o un cuento y, a la vez, está forjando una obra de teatro. No es que invente cosas para un género u otro, sino que lo que siente o vive lo lleva a todos los géneros o incluso se lo cuenta en sus cartas a su mujer, a Josefina. Es muy bonito ver su coherencia y su autenticidad; es lo que le lleva a la muerte. Se la jugó, perdió, pero hizo lo que él pensaba que debía hacer y fue absolutamente coherente con sus principios y con sus ideales. 

¿Es posible hoy esa libertad de la que disfrutó Miguel Hernández para la mayoría de los periodistas?

Sería deseable. Si la pregunta es si existe en su totalidad... tengo no sólo dudas sino algunas certezas de que no es así. Hay tantas limitaciones y tantos condicionantes... Por otra parte, en este momento, como no tenemos una crisis tan brutal como la guerra civil, la gente está bastante adocenada, no tiene ganas de complicarse la vida ni de llevar sus ideas hasta el último extremo. La gente piensa en la hipoteca, la letra del coche, en que no puede quedarse sin trabajo y entonces, tragan con todo lo que les pidan. Eso se une a la precariedad de la profesión, los sueldos miserables, las condiciones terroríficas... la gente está dispuesta a cualquier cosa con tal de tener un trabajo que hace falta para vivir. Se están perdiendo todas las libertades de los medios de comunicación. A veces, los lectores, los oyentes o los televidentes piensan que no estamos haciendo un buen periodismo, pero mientras tengamos la propiedad en manos los monopolios y los grupos, no se permite hacer otra cosa. Están minando la profesión. A mí me produce terror pensar que los medios de comunicación están en manos de especuladores, propietarios de bancos o sociedades anónimas. Es una situación muy dura para la profesión. Y, por supuesto, a nivel individual también. Por eso, las otras posibilidades que están apareciendo, aunque sean pocas, pero loables, están haciendo un periodismo distinto. En el gran periodismo, los grandes medios, salvo rarísimas excepciones fuera de España, tenemos lo que tenemos.

¿Cuáles son esas otras posibilidades?

Me refiero a periódicos digitales mayormente, claramente minoritarios, con financiación propia, con crowdfundings... tienen realmente otros intereses, pero no llegan al gran público, se quedan en las orillas de las grandes audiencias. A nadie le puede extrañar después que se diga que el periodismo es una de las profesiones más desprestigiadas. Habría que dar un buen cambio a la profesión para que pudiéramos hacer mejor nuestro trabajo. 

¿Por dónde empezar?

Lo primero que deberíamos tener claro es que si la propiedad de los medios de comunicación está en manos de grandes grupos inversores, financieros o bancarios… no tengo nada en contra, siempre y cuando el periodista pueda mantener sus libertades. Porque si no, se convierte en una especie de perrillo faldero que va siguiendo las órdenes de lo que le dice el amo. Eso no es hacer periodismo. La función más importante del periodismo se está perdiendo porque, efectivamente, está sirviendo a su amo. Y el verdadero amo de nuestra profesión es la ciudadanía. Es un servicio público, aunque esté en manos privadas. Si fueran conscientes de esto, seguramente las cosas podrían cambiar. No tengo nada en contra de los grandes grupos que tengan acciones, incluso que inyecten dinero y que reciban beneficios, pero que dejen a los periodistas ejercer su profesión, lo mismo que se deja trabajar a los médicos en un hospital o a los bomberos en la estación de bomberos. No se pueden meter a decirnos lo que tenemos que hacer. Se trata de retomar el poder de definir qué escribir y cómo escribir, respetando nuestros principios, que para eso está la profesión; no para ser la correa de transmisión de lo que ellos quieran decir. Y, desde luego, tener equipos de investigación que se preocupen del bienestar de los ciudadanos. El periodismo de transcripción que estamos haciendo es terrible: mandar a un becario, recoger las declaraciones de un político en una rueda de prensa, traerlas a la redacción y transcribirlas. Y, esto, cuando no estén ya en otros casos, precocinadas y hechas. Eso no es hacer periodismo. Para eso no hace falta hacer una carrera ni tener una vocación.

¿Le preocupa la falta de credibilidad entre la ciudadanía de demasiados medios de comunicación?

Sí me preocupa porque, evidentemente, es el reflejo de lo que estamos haciendo. Sin embargo, aquí hay una parte que creo que es recuperable. Por ejemplo, en esta pandemia, a nadie se le ha ocurrido pensar que se pudiera vivir sin medios de comunicación, tanto analógicos como digitales, papel u ondas. La profesión periodística era de las esenciales, de las que no se podían parar. Pues bien, si eso es así, dejen ejercer a los periodistas. Por otra parte, en esta temporada crítica, es verdad que los grandes medios han tratado de dar un servicio público, con todas las limitaciones y críticas que se puedan hacer, pero han tratado de informar de una forma sistemática. Han intentado incluso tratar de ayudar en la educación cuando no se podía asistir a las clases, con programas en las televisiones en diferentes franjas horarias para diferentes edades. Claro, eran momentos de crisis. Ahí, no había ocasión para hacer ni crítica, ni investigación ni control. Simplemente, era una tarea de servicio público. Ahí sí creo que se han volcado. De alguna manera, mi sensación es que, aunque sea difícil de medir la confianza, en esos momentos la ciudadanía sí ha apreciado la profesión y ve que los medios están haciendo algo por el bien común. Sin quererlo estoy haciendo una comparación, a veces son los momentos críticos, como una guerra civil española o una pandemia mundial, los que permiten que el ciudadano pueda apreciar verdaderamente una tarea. En este caso, ocurre con el periodismo, con la educación, la sanidad... todos estos servicios tienen una vocación pública y son los que han estado dando el do de pecho. Es verdad que se ha reconocido mucho más a los sanitarios, porque era una cuestión de salud pública, pero sí creo que la gente ha apreciado la tarea que se estaba haciendo en los medios de comunicación. Y lo mismo, con la educación, nos hemos volcado, hemos pasado de un sistema off line a uno on line en cuestión de horas. En los momentos críticos es cuando reamente se ven las grandes carencias y los grandes valores, pero creo que son momentos en los que se pueden medir, la ciudadanía creo que en general lo ha apreciado. No diría que los medios han recuperado toda la credibilidad, porque hay que seguir trabajando, pero los ciudadanos han visto que estaban haciendo una tarea de servicio público.

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