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Sobre este blog

El Ojo izquierdo nació en El País en 2010 y prolongó su vida durante diez años en la cadena SER, con vivienda propia en el Programa Hoy por Hoy, primero con Carles Francino, después con Pepa Bueno y finalmente con Àngels Barceló.

Ahora se instala con comodidad en elDiario.es, donde es de esperar que se mantenga incólume la aviesa mirada de su autor, José María Izquierdo.

¿Alguien sabe en La Moncloa qué significa informar?

Pedro Sánchez con el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, y el portavoz socialista, Héctor Gómez.
21 de marzo de 2022 22:30 h

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Es difícil saber si Pedro Sánchez es consciente -nunca desprecies el grado de insensibilidad que puede acumular cualquier político, cegado por las bambalinas del poder- de cómo golpea la conciencia de los ciudadanos, tanto como daña la propia figura del prócer, el hecho inaudito, insólito, escandaloso, de que nos hayamos enterado por el rey de Marruecos de que la política española respecto al Sahara -esto es, respecto al Frente Polisario, santo y seña de tantas cosas, inamovible desde 1976, ahí es nada- ha cambiado porque así lo ha decidido de la noche a la mañana nuestro Gobierno, que no ha tenido la decencia de dar la cara con anterioridad y anunciar, españoles, por las razones que sean, ahora nos arrodillamos ante Mohamed VI, la fortuna le traiga todo tipo de bienes a su mullido trono, que allá los polisarios con sus autodeterminaciones y sus miserias, reliquias que son de un mundo que ya no queremos ver.

La situación es insostenible, y no son conscientes en La Moncloa. Ya llevamos demasiado tiempo con un presidente actuando sin el menor contrapeso y tomando decisiones muy graves sin atender, hueco descomunal, a la opinión pública. Nada explican, ni él ni sus ministros, sombras nada más, como tampoco sus numerosos asesores, de los giros y volantazos que imprime el Gobierno a su quehacer, no pocos de ellos rectificaciones en toda regla a tomas de posición anteriores. De blanco a negro. Muchos de sus votantes, no todos, pueden entender que se envíe armas a los ucranianos o se aumente el presupuesto de Defensa, pero cualquier político sensato hubiera explicado muy bien ambas medidas antes de dictarlas, consciente como debería ser de que tocaban corazones sensibles. 

Ni tan siquiera pretende este Ojo iniciar una compleja discusión sobre las líneas de política exterior que debería seguir el Gobierno y si se han traspasado o no esos límites que separan la coherencia de una posición propia, digna, basada en el respeto a los derechos humanos frente a un oportunismo despreciable por muchos beneficios que nos aporte. Y aunque quisiera, tampoco puede el Ojo iniciar ese camino porque deliberadamente el propio Sánchez ha silenciado las razones que le han llevado a tomar esas decisiones, así sean oro bendito para los intereses españoles. Al igual que nos engaña sobre las verdaderas negociaciones con Argelia. Ni el más tonto del lugar, y nadie considera así al presidente, podría entender que no hayamos hablado con el gobierno argelino con anterioridad, casi un 50% del gas que consumimos, justo en el momento del problema de las compras a Rusia por la maldita guerra que nos ahoga. 

Nada explica Sánchez, nada cuenta. Y a errores propios, engorde del adversario. Difícil negar a Unidas Podemos, carne de nuestra carne, inquilinos que comen de la misma sopera, su derecho a tener toda la información sobre estos hechos antes de producirse. Incluso no hubiera estado mal que el Gobierno, que tanto se queja de la falta de colaboración de la oposición -con más razón que un santo, y en este tabuco jamás hemos regateado nuestro apoyo- hubiera advertido a Génova, o donde demonios anide ahora el poder del PP, de las curvas que se avecinaban. Las políticas de Estado requieren tratamientos especiales, y la mala praxis y el habitual juego sucio de la derecha no exime a la izquierda de actuar con honestidad y respeto a las normas democráticas. 

Al Ojo lo que de verdad le preocupa es el absoluto desinterés por la información que campa en La Moncloa, tal y como se demuestra día a día. Acerque usted la oreja, Pedro Sánchez: deje de tirar el dinero en toda la panda de asesores variados que tiene usted en aquel complejo para las labores de información; no sirven para nada. Están sobrepasados, jamás tienen prevista una declaración para adelantarse a la bronca que va a venir, y una vez estallado el petardo o la bomba, que de todo hay, no saben qué decir, ni cómo decirlo y ni tan siquiera quién tiene que hacerlo. Reúna a los Óscar, los Bolaños e incluso a los Vallés, si es que aún existe el clandestino secretario de Estado de Comunicación, para que todos los que mandan tomen conciencia del problema, pongan su ojo al parche, que se decía, y si las fuerzas que tenemos no sirven habrá que buscar otras porque vienen truenos, rayos y centellas. Este Gobierno solo vivió su momento informativo de gloria durante el maldito bicho con Salvador Illa, notario impecable, y Fernando Simón, lo sé todo y os lo cuento. A partir de ahí, cero. Un desastre de comunicación, un horror.

Da igual que sea el recibo de la luz, con la ministra menos empática de Europa intentando explicar un galimatías que sus enrevesadas parrafadas agravaba aún más. Tampoco ha sabido el Gobierno, con Rusia al otro lado de la sogatira, hacer frente a la obvia subida de los combustibles ni al malestar rural. Se veía el tsunami desde kilómetros y les ha pasado por encima sin ni tan siquiera haber colocado unos cuantos sacos terreros. No hay defensa, no hay fuerzas de contragolpe, no hay nada. Y es urgente resolverlo porque la derecha de toda la vida y la extrema derecha, si es que contara tan sutil diferencia, se van a encontrar unas luminosas y gigantescas praderas libres de todo impedimento para sembrar y hacer crecer hasta el horror el populismo y la demagogia. 

Adenda. Con tanto batiburrillo, no vayan a perder el hilo y se les olvide la gracieta del payaso-sicario de Isabel Díaz Ayuso, Ossorio de apellido, que busca los pobres por el suelo, junto a las proclamas de Feijóo de que los ricos lo son porque han trabajado más. Es el triunfo de la aporofobia, ese rasgo miserable que siempre ha caracterizado a lo más granado de la derechona, incluidos los marqueses en sus caballerías. No se sabe quién los creó, pero ellos se juntan. Siempre. Y vienen a por nosotros. 

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El Ojo izquierdo nació en El País en 2010 y prolongó su vida durante diez años en la cadena SER, con vivienda propia en el Programa Hoy por Hoy, primero con Carles Francino, después con Pepa Bueno y finalmente con Àngels Barceló.

Ahora se instala con comodidad en elDiario.es, donde es de esperar que se mantenga incólume la aviesa mirada de su autor, José María Izquierdo.

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