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Diccionario de alpinismo: B

Jordi Corominas / Jordi Corominas

Bonatti, Walter (1930-2011).

Durante mucho tiempo tuve una fotografía en color encima de mi mesa de estudio. Estaba rodeada por otras reproducciones que iban y venían según la estación de los sentimientos, pero esta permanecía. Era una imagen de escalada en las paredes del Valle de Ordesa y estaba clavada con una brillante chincheta que con el tiempo fue envejeciendo y oxidándose sobre la pared pintada de verde; de este color original de la habitación solo quedaban algunos espacios sin invadir puesto que todo lo demás estaba lleno de grafittis, dibujos y recortes de temas de montaña. Sobre esta foto había escrita una frase con tinta azul, que ya no sé de donde salió o si su atribución es correcta: “Asomarse al abismo de uno mismo”, la cito de memoria. No hablaba de héroes ni de proezas alpinísticas, sólo hablaba de la cumbre más difícil de conquistar: conocernos. Hoy en día parece que se busca más lo contrario; lo importante es que se nos mire. Abrir una vía sólo tiene valor si se fotografía o se publica, encadenar un itinerario es para que se nos vea, subir una montaña es importante si se habla de ello y si además hay polémica las revistas o las paginas webs estarán más interesadas, las trompetas de la fama ensordecen la realidad. Al final de la frase venía el nombre de su autor: Walter Bonatti.

Por mi parte el motivo principal para acudir a los Piolets d´or del 2010 era poder estrechar la mano de esta persona que representa, sin lugar a dudas, la herencia viva del más notable alpinismo, “quizá el alpinista más puro que jamás haya existido” en palabras de Doug Scott. Poder estrecharle la mano y mirarle a los ojos para intentar vislumbrar algo de la razón de esa pasión, absorber parte de ese coraje cuando habla de la escalada de las montañas y le brillan los ojos con intensidad. Por un momento a través de los dedos sentir el pálpito de esa sangre imparable, de esa alma imbatible aunque ubicada en un ya encorvado pero vigoroso cuerpo.

A pesar de las críticas y envidias vertidas sobre él a lo largo de su carrera está considerado por la mayoría como el mejor alpinista de todos los tiempos. Sus itinerarios son sinónimo de calidad y sus escritos imagen de pasión y buen hacer. No es este el lugar para detenernos en detallar su historial, solo recalcar que ha sido la personificación de lo joven y rebelde y de lo humano y tenaz, con una profunda certidumbre de cómo tenía que hacer las cosas. Nos basta recordar su lucha acérrima por aclarar los hechos de la histórica primera ascensión al K2 (la segunda cumbre del mundo), cosa que consiguió cuando cincuenta años más tarde de la escalada el Club Alpino Italiano tuvo que reconocer que Bonatti tenía la razón. Trabajó como guía de montaña pero renunció a esta profesión; porque para él la unión de la cuerda era algo que estaba fuera del mundo del comercio, la cuerda era un vínculo espiritual entre los miembros de la cordada. Hasta el gran Gaston Rebuffat en su libro mítico, biblia para muchas generaciones de aspirantes a alpinistas, de las Cien Mejores del macizo del Mont Blanc, primera colección centenaria que después traería muchas otras obras con la misma idea, tuvo que alterar un poco las últimas ascensiones del libro, las más difíciles y emblemáticas, para que no todas fueran las abiertas por el italiano. También hay que recordar su creatividad demostrada en múltiples ocasiones como en mil novecientos cincuenta y cinco cuando intentó organizar una expedición al K2 para intentarlo en solitario, en estilo alpino y sin oxígeno, sin duda boicoteado por un sistema que veía en ese joven un peligro para sus gestas heróicas. Estaba varias décadas adelantado a los alpinistas de su tiempo, y a bastantes de los autoproclamados alpinistas actuales.

Para terminar sólo puedo dejar que sean sus propias palabras las que nos hablen: “La montaña me ha enseñado a no hacer trampas, a ser honesto conmigo mismo y con lo que hago. Afrontada de cierta manera, la montaña es una escuela indudablemente dura, a veces incluso cruel, pero sincera, lo que no siempre sucede en la vida diaria. Así pues, si traslado estos principios al mundo de los hombres, me veré considerado al instante como un tonto. Es verdaderamente difícil conciliar estas diferencias. De ahí la importancia de fortalecer el espíritu, de elegir lo que se quiere ser. Y, una vez elegida la dirección, se debe ser lo suficientemente fuerte como para no sucumbir a la tentación de tomar otra”.

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