“La gente se merece más cultura y menos publicidad en las calles”
El artista cántabro Óscar San Miguel, conocido como Okuda, se ha forjado un reconocimiento a nivel nacional e internacional gracias a sus obras de arte callejero caracterizadas por su gran colorido y formas geométricas. Asegura que, a pesar de que cada vez “se valora más el arte callejero”, aún queda que “las instituciones se den cuenta de que la gente quiere más cultura y menos publicidad”. Así pues, hace hincapié en la importancia de “transformar espacios degradados en obras de arte”.
A pesar de haber recorrido muchos lugares del mundo para representar sus obras, subraya que “no se pone límites” y que le gustaría volver a África, Asia y Latinoamérica, donde consigue “mayor inspiración” y “experiencias más enriquecedoras”.
¿Artista callejero se nace o se hace?
Artista en general se nace, y artista callejero se nace, pero también se hace si pasas mucho tiempo en la calle como me pasaba a mí.
Entiendo que sus inicios fueron con grafitis clandestinos en la calle. ¿En qué momento da el salto a la profesionalidad y a ser reconocido públicamente? ¿Cuál es el punto de inflexión?
Creo que no ha habido un punto de inflexión como tal, ha sido una evolución muy lenta. Siempre he pintado en las calles, pero paralelamente he estudiado Bellas Artes, he trabajado en un estudio y he viajado a eventos de grafiti y de street art. Además, empecé a hacer algún trabajo comercial a nivel local, lo que ya era una labor profesional. Así que no es que haya habido un punto de inflexión en el que haya dejado de hacer una cosa por la otra, sino que han ido de la mano siempre. Donde sí ha habido un punto de inflexión es a nivel mediático y de bombardeo de proyectos en todo el mundo con la iglesia de Santa Bárbara. No solo por ese trabajo, sino porque en ese momento ya estaban llegando muchos proyectos a nivel mundial.
Color y composiciones geométricas son patrones que se repiten en sus obras, ¿cuál es el mensaje que pretende transmitir?
El primer mensaje de la geometría y del color es positivismo, alegría y energía. Además, se pueden percibir otros dependiendo de cada persona y de sus experiencias. De lo que haya leído y sepa le pueden llegar de una manera o de otra. Intento plantear contradicciones de conceptos sobre la libertad, el existencialismo, el capitalismo y la naturaleza. Siempre con conceptos enfrentados, al principio más evidente y ahora no tanto, pero siempre hay iconos que te transmiten todos esos elementos.
Es decir, son mensajes subjetivos interpretables de diferente forma por cada persona.
Cada uno puede hacer su lectura, pero siempre están esos iconos que hablan de lo mismo. Sobre todo, lo importante no es que una obra te diga algo, sino que todo el conjunto lo haga. Igual una obra sola no tiene un mensaje muy claro pero lo importante es que el conjunto te transmita un mensaje más profundo.
Asocia el colorido al positivismo, ¿qué sentimientos de rechazo le produce el blanco y negro?
No, no me produce ningún rechazo. Tengo dos planteamientos de trabajo, uno más figurativo, que es evidente, y otro más abstracto que consiste en coger los estampados e iconos que hago y llevarlos a la abstracción, como en el caso de la estrella. El blanco y negro, en este método abstracto, lo utilizo para armonizar y para equilibrar las composiciones. Incluso en la parte figurativa lo estoy empezando a introducir, en los personajes.
A pesar de que tiene un estilo muy reconocible, ¿se plantea en algún momento modificar algo de ese registro?
No es que me plantee cambiar el registro, sino que llevo a cabo una evolución constante. Nunca me quedo parado y acomodado. Voy cambiando poco a poco porque cuando acaba la búsqueda, acaba el artista. No creo que haya un cambio radical, pero siempre voy introduciendo elementos nuevos.
Tradicionalmente no ha estado muy bien visto el arte callejero, considerado más propio de las clases más bajas y de los suburbios. Desde su punto de vista, ¿esa mentalidad está cambiando? ¿Cree que se empieza a valorar como se merece?
Evidentemente cada vez se empieza a valorar más, y más aún en sociedades como la española que siempre ha tenido un poco de prejuicios. En mi caso, por lo menos, sí me siento bastante valorado y, sobre todo, después de la exposición en Santander que se ha llevado casi la mitad de las visitas de todo el año del Palacete. Lo más interesante es que fue gente de todas las edades y muy entregada.
¿Qué pasos cree que quedan por darse en este sentido?
La importancia de valorar la transformación de espacios degradados en una obra de arte. En ciudades como Madrid, por ejemplo, todavía no permiten que haya murales en el centro y, sin embargo, sí que haya publicidad porque pagan. La gente se merece más cultura y menos branding en las calles. El paso más importante es que las instituciones se den cuenta de esto, que la gente quiere más cultura y menos publicidad.
¿Cree que hoy en día los artistas callejeros tienen más posibilidades que hace años?
Tienen las mismas posibilidades porque tu lienzo está en la calle y llega a todos. Lo que sí es cierto es que por artistas como yo, o por otros que se están haciendo conocidos a todos los niveles sociales, les abrimos ciertas puertas para que eso pase.
En 2018 tiene proyectos previstos en Boston, Toronto, Kuwait, Filipinas, México, San Francisco, Madrid, Valencia... ¿Le queda algún lugar del mundo en el que le gustaría plasmas una de sus obras?
Me apetece mucho ir a Asia a hacer murales y esculturas, e ir más a África porque es donde más inspiración saco y donde tengo experiencias más enriquecedoras. Pero no es fácil que salgan proyectos en estos lugares porque no hay presupuesto para ello. Por otro lado, también me gustaría ir a Latinoamércia, que lo tengo un poco apartado porque voy más a Estados Unidos.
¿Qué diferencias encuentra en la forma de acoger este tipo de arte por parte de la gente en las diferentes zonas en las que ha trabajado?
A nivel humano les llega más en países más pobres, lo disfrutan más. Sin embargo, en países como Estados Unidos el reconocimiento económico es mayor, los proyectos son más grandes y se hacen trabajos de mayores dimensiones porque hay más presupuesto. Para mí supone un equilibrio entre un tipo de proyectos y otros, y que me gusta mantener.
¿Se pone un techo o una meta?
Después de tantos proyectos justo lo contrario, no tengo límites y creo que todavía me queda mucho por hacer, estoy empezando a crecer. Tengo metido en la cabeza llevar la escultura a la arquitectura y llevar alguna pieza de gran formato en 3D que se pueda habitar o hacer algo en su interior.