El retorno de los cántabros que exploraron el mundo
Emigrantes cántabros eligieron diferentes sitios y razones para abandonar 'la tierruca', sin embargo, aunque muchos continúan con sus estancias lejos de casa o, en lo que ahora es su nueva casa, otros han decidido regresar. Un viaje de ida y vuelta que ha dejado experiencias y múltiples historias que contar.
Es el caso de Carmen Teira, de 31 años, una joven torrelaveguense que decidió dejar a un lado Cantabria, pues descubrió muchos otros destinos por los que viajar. Estudió Comunicación Audivisual en Madrid, sin embargo, ese afán viajero fue el que en realidad le llevó a forjar el oficio al que hoy se dedica.
Para desinhibirse de cualquier problema, Carmen realizó un viaje por el mundo durante un año, el 'Gap Year', sin embargo este se alargó... y, consigo misma, creó el blog Trajinando por el Mundo, donde relataba sus experiencias. “Con suerte, usando el blog como currículum, tal vez encontraría trabajo en algún medio”, dice la joven periodista.
Con el Premio Bitácoras recibido en 2010 gracias a su blog de viajes, Carmen no podía abandonar ese campo, sin embargo, empezó a dejar la escritura en un segundo plano para dedicarse a organizar sus propios viajes a India, que se convirtió en su destino favorito.
“Observaba que muchos turistas no salían de los hoteles de 5 estrellas, que no interactuaban con la gente”, y por ello, pretendía ofrecer algo diferente,
organizando su primer viaje en 2013 hasta la actualidad, cuando comparte con su pareja la agencia de viajes Panipuri Viajes.
“Facilitamos viajes reducidos a países que conocemos bien” y, aunque “hay cosas terribles como la desigualdad social”, Carmen nunca ha vuelto de todo a
Cantabria, pues escapa a India siempre que puede.
Por su parte, viajando a otro continente, una idea general es que estudiar una ingeniería es un pasaporte seguro al mercado laboral. O eso se cree. Andrea Gómez, originaria de Santander, terminó Ingeniería Civil en Cantabria y, a los 24 años, sin saber qué hacer porque ese 'pasaporte seguro' no llegaba, decidió viajar a Santiago de Chile, donde comenzó a trabajar en una empresa española con un contrato de seis meses.
“La decisión fue fácil y rápida, ya que tenía mucha ilusión”, comenta Andrea, que además la oportunidad de iniciarse en el extranjero le daba “cierto reconocimiento”. Pero las cosas se complicaron porque el trabajo no fue el que le habían ofrecido en un principio. Aun así decidió continuar sin rendirse, buscando otras empresas en las que seguir desempeñando su profesión de ingeniera.
Lo cierto es que se encontró con dos problemas: la infravaloración de la mujer y el salario: “El tren de vida es o muy alto o muy bajo y a veces ser español suponía que no nos quisiesen ver ni en pintura”, explica.
Actualmente Chile no se encuentra en su mejor momento, pues su economía ha descendido notablemente en los últimos años. “En el 2013 estaba viviendo una de sus mejores situaciones económicas, por lo que encontrar trabajo era relativamente fácil, aun así, ya se notaban signos de la especie de burbuja que allí habitaba”, explica. Ahora, de regreso, sigue buscando su sitio dentro del mercado laboral de Cantabria.
El caso de Marisa Maceda se acerca geográficamente, pero no coincide ni en los motivos de trabajo ni en la fecha en que decidió irse. Ahora tiene 64 años pero fue en 1975 cuando pensó en emigrar a Venezuela desde Val de San Vicente.
Su marido y ella buscaban algo distinto a España y el optimismo que se respiraba en el país con un futuro prometedor llevó una gran cantidad de españoles a la tierras americanas. “Aquí no había trabajo y como teníamos familia allá se nos hizo más fácil”, expone Marisa. Recuerda su llegada con gran ilusión, cuando pudo obtener, sin problemas, un trabajo en una constructora y, con el paso de los años, abrir una agencia de loterías familiar.
Si bien, con un hijo venezolano a quien le enseñó “a amar la tierruca”, tuvieron que regresar hace tan solo cuatro años. “Tuvimos que huir del desastre de Venezuela, la inseguridad era terrible...”, explica apenada. De hecho, “en 2015 Venezuela estaba en caída libre”. Mientras tanto, afirma querer volver encantada a la Venezuela de los años 70 pero, en ningún caso, a la actual.
Pablo Maeso no tuvo que huir, pero su estancia en Suiza no puso prolongarse demasiado tiempo. Este joven camargués disfrutó durante sus estudios de Magisterio de la beca Eurodisea en Francia, donde conoció a su entonces pareja Mara, una suiza que le convenció para cambiar su residencia española por motivos de trabajo.
“Fuimos a vivir a Zurich y, sin apenas desempacar la maleta, me salió un trabajo en una guardería”. “Con grandes facilidades y buen sueldo, dedidí quedarme probando suerte junto a mi pareja en su país de origen”, comenta Pablo. Incluso así, los precios le parecían “desorbitados” y el tema de ser “un surfero lejos de las olas” tampoco ayudaba demasiado.
Pablo conoció muchos amigos de Mara, hasta terminar aceptando un nuevo reto: ser jardinero en un campo de golf. “Con este nuevo trabajo aprendí inglés, conocí muchas zonas de Suiza y Austria y, lo más importante, descubrí mi pasión por la jardinería”, expone el joven, quien continuó unos meses más en el país que le acogió casi sin preguntar, pero, esta vez, sin Mara, lo que le llevó a volverse a España por la falta de 'calor'. En su caso no volvió a Cantabria: necesitó tanto calor que decidió una estancia en Lanzarote.