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Los auxiliares de ayuda a domicilio, o los técnicos de atención sociosanitaria a personas en el domicilio, son una figura clave en el desarrollo de los Servicios Sociales de Atención Primaria, desde la implantación del Plan Concertado y posterior desarrollo de la prestación de apoyo a la unidad convivencial.
Desde los años 80 y hasta el momento actual su cualificación, andadura y formación se ha ido transformando para ir adaptándose a los nuevos perfiles de familias, a los nuevos procesos en su relación con las empresas en las que son contratadas, y en definitiva, se han ido adecuando a un sistema de atención que incluye diferentes problemáticas de las familias que van más allá de la mera atención en situaciones de falta de autonomía de las personas.
En todo este devenir de años de trayectoria profesional, paralelamente a la configuración de los Servicios Sociales de atención primaria, y en primera línea a la cabeza de los servicios, ha estado el programa de ayuda a domicilio, y por consiguiente, las auxiliares.
Trabajadores sociales, educadores sociales y auxiliares domiciliarias o técnicos de atención sociosanitaria en el domicilio, han dado forma y la siguen dando a este recurso imprescindible para el municipio y sus vecinos, importante en contenido por cuanto contribuye a dotar de apoyo y soporte a la familia, pero escaso en índice de cobertura y financiación.
Estos trabajadores, en su inmensa mayoría mujeres, tienen un lugar de trabajo un tanto especial. “El domicilio”. Con una jornada que transcurre entre los desplazamientos a pie, en bus o en vehículo y los hogares de las personas a las que atienden, un despliegue de profesionales acuden diariamente a multitud de hogares en pueblos y ciudades. Estas profesionales pasan a formar parte de una estrategia de apoyo en las unidades familiares previamente valoradas por los técnicos y se mueven entre personas con falta de autonomía personal, potenciando sus capacidades y favoreciendo la permanencia en su entorno.
Por su bagaje profesional y por sus habilidades personales, han de estar dotadas de especiales capacidades para moverse con sutileza y sensibilidad, con la mirada puesta en que la persona que se encuentran cada día es única.
Actualmente y sobre todo desde la promulgación de la ley de Autonomía personal y atención a las personas en situación de dependencia, desde los Servicios Sociales y desde las Administraciones, asistimos a tener en boca el servicio de ayuda a domicilio como una prestación que puede dar respuesta a multiplicidad de situaciones de atención de la vida diaria de las personas.
Tradicionalmente la ayuda a domicilio daba respuestas en mayor o menor medida a situaciones de atención sociosanitaria y de otra índole en el seno de los hogares. En la actualidad, se prioriza la atención a las personas dependientes que han sido valoradas y que han obtenido grado de dependencia.
Pero hoy no vamos a hablar del servicio de ayuda a domicilio, sino de quienes en primera línea acompañan y contribuyen al bienestar personal y familiar. Además de hacer su labor en múltiples tareas relacionadas con el cuidado a la persona y en el hogar, estas profesionales son más que ejecutoras de actividades plasmadas por los técnicos en unos proyectos de trabajo. Su quehacer diario, empático, sutil, de acercamiento a la persona, de saber estar, de saber escuchar, y de transmitir, hace que estas profesionales tengan una visión privilegiada de la fragilidad de las personas, y también de sus múltiples fortalezas; de las inquietudes de la familia y del día a día de las personas con capacidades diferentes.
Con profesionales de proximidad como las que integra el servicio de ayuda a domicilio y con una buena gestión y apuesta económica de los servicios de ayuda a domicilio, el lema “envejecer en casa” podría llegar a tener sentido.
Solo hace falta sentarse en una mesa de trabajo con ellas para comprender el valor de su mensaje, del conocimiento profundo de las inquietudes de las personas, de lo imprescindible que resulta su visión para poder mejorar e incidir sobre determinados aspectos de los servicios de apoyo a las familias.
Para personas que viven solas y no disponen de familiares, la auxiliar se convierte en un estímulo diario con quien poder compartir el día a día, las noticias, los problemas de la ciudad y, por qué no, hasta los achaques. Su labor traspasa la frontera de la realización de un buen aseo, de un buen mantenimiento de la vivienda, para convertirse en un sentirse acompañado y atendido en un momento concreto del proceso vital de las personas. Esto no es algo que se pueda plasmar en los proyectos, ni resulta visible en nuestras memorias de trabajo, pero que está presente.
Especial importancia merece la persona receptora del servicio, de manera que hay que priorizar el modelo de atención centrado en la persona. De esta forma, gustos e intereses y opiniones, constituyen el eje vertebrador sobre el que construir la intervención, llegando a acuerdos, dejando a la persona decidir sus proyectos de vida aun en circunstancias de fragilidad o dependencia.
Queda mucho por avanzar y por construir para mejorar cada día en el servicio de ayuda a domicilio, y no debemos caer en el error de olvidarnos de las experiencias vividas de tantas auxiliares, y de otros tantos familiares, usuarios y profesionales que conforman entre todos un conocimiento científico basado en la evidencia. Aprovechar al máximo estas capacidades es capital para construir un sistema de apoyo de calidad a las familias.