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Paco era un rebelde con múltiples causas. Con algunas de ellas se hizo mejor persona, con otras, todas aquellas que tenían que ver con la defensa del patrimonio cultural, lamentablemente perdió un tiempo que acaba de revelársenos precioso. Como García Martín son unos apellidos demasiado corrientes, y como hubo tiempos (y quizá sigamos en ellos) en los que había que refugiarse en el anonimato, se hizo un escondite bajo el ilustre nombre de Epicaris, una liberta griega que intervino en el intento de magnicidio de Nerón y que el historiador Tácito destaca como ejemplo de integridad y valentía.
Los amigos le rebautizaron con diversos apodos. Mi preferido era 'Paco 0.7%', porque lo vinculo a la toma de conocimiento de su existencia, a un paisaje temporal de tiendas de campaña y pancartas pintadas a brochazos frente a la Puerta de Bisagra. Como suele decirse en los pueblos, era un tipo que cundía mucho; una suerte de fray Escoba que jugaba al milagro de la ubicuidad. Amnistía Internacional, las víctimas españolas de los campos de concentración nazis, la memoria de los republicanos, los gitanos, las mujeres, la infancia, el consumo justo, la recuperación de los patios toledanos, voluntario de museos, y todo aquello que en lugar de dar dinero o fama provoca dolores de cabeza y murmullos eran su desayuno, comida, merienda, cena y recena.
Se ilusionó pensando que una columna semanal en el periódico podía apuntalar el derrumbe de esa antigualla que es la arquitectura moral construida a base de ideología, entrega y compromiso; y permaneció tan firme como don Erre que Erre, impermeable a los cariñosos consejos de que una vida alejada de esas historias resulta más agradable
Se empleó a fondo desde su mesa de profesor de instituto en lo que ahora llaman la transmisión de valores; metió el dedo en varios ojos políticos queriendo despejarlos de legañas; se ilusionó pensando que una columna semanal en el periódico podía apuntalar el derrumbe de esa antigualla que es la arquitectura moral construida a base de ideología, entrega y compromiso; y permaneció tan firme como don Erre que Erre, impermeable a los cariñosos consejos de que una vida alejada de esas historias resulta más agradable.
Yo prefiero recordarlo compartiendo mantel, dando cuenta de algún recio menú del día lejos de la ciudad, orgulloso del nuevo empleo de su hija, del proyecto de novela de su compañera Carmen, o sentado en su patio de Santa Isabel, presto a ponerte un café "en la taza de Pedro de la Cal, que sé que te gusta".
Ahora se nos ha muerto Paco y los periódicos glosarán sus éxitos académicos y las mismas instituciones que lo mantuvieron a distancia se volcarán en decir lo buen y prolífico historiador que fue y rondará algún homenaje y…
Yo prefiero recordarlo compartiendo mantel, dando cuenta de algún recio menú del día lejos de la ciudad, orgulloso del nuevo empleo de su hija, del proyecto de novela de su compañera Carmen, o sentado en su patio de Santa Isabel, presto a ponerte un café “en la taza de Pedro de la Cal, que sé que te gusta”.
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